Por @eabusad

El boom gastronómico como lo entendemos actualmente, debe haberse dado hace unos 20 años, amén de una serie de factores y nombres importantes como el de Gastón Acurio. No solo aumentaron los precios de los huariques, puestos callejeros y locales de mercados de barrio; sino que la demanda por estudiar la carrera de “chef” creció (y lo sigue haciendo, aún cuando el mercado laboral no puede albergar tantos profesionales de este rubro) de manera vertiginosa. Digamos que Acurio y otros referentes pusieron de moda esa carrera. Ya no se trataba de ser “cocinero”, sino “chef”. 

Pues bien, lo anterior viene a cuento ya que he notado que algo similar está pasando en el mundo del Derecho. Un colega mío se está preparando para ingresar a una universidad privada este verano, y de pronto muchos de sus compañeros de clase han manifestado su interés en estudiar leyes para buscar justicia y ser “fiscales”. Cuando ingresé a la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la PUCP, allá por 1999, siempre los profesores de los primeros cursos nos hacían esa pregunta, ¿por qué estudiábamos Derecho? No recuerdo a nadie mencionar que le interesara el trabajo de juez, fiscal, procurador o una línea por el estilo. Si acaso a alguien se le ocurría tal “insensatez”, no faltaba un profesor, padre de familia, amigo, etc. que lo redimía de dicho derrotero. En el pensamiento de un chiquillo de Derecho PUCP, ser juez o fiscal era algo que se le dejaba a estudiantes de otras universidades, como la San Marcos o la Villareal, con mayor tradición en la magistratura. La mayoría en mi promo aspiraba a integrar grandes estudios privados de abogados.

Creo que no hace falta hacer ninguna investigación para lanzar una hipótesis bastante obvia. Como dijo el fallecido (o supuesto escondido) Juan Gabriel: “Lo que se ve no se pregunta, mijo”. Y es que, al igual que Gastón, los fiscales José Domingo Pérez (JDP) y Rafael Vela, han colocado el oficio de fiscal como de “moda”. Basta ver los altos raitings, ¡inusitadas cifras!, del canalJusticia TV—donde se transmitía en vivo el juicio a Keiko— para entender este fenómeno. Sin duda, la performance de este hombrecito de nombre simple; cabello encanecido, aunque de estampa aún joven; de gafas de abuelito tierno, rostro cuadrado y cachetón; de voz meliflua si no está litigando, ha hecho que el ser fiscal sea vea “cool” para las nuevas generaciones de estudiantes de Derecho

En las calles, incluso en los barrios más marginales, reconocen el rostro de este señor de estampa francamente inofensiva. Sin embargo, ya vimos que se convierte en un león cuando el Derecho está bajo su égida. 

Si bien JDP se ha convertido en una suerte de héroe, considero que nunca hay que hacer “héroes” a las personas. No sólo para evitar que se les suban los humos, sino porque las caídas y las decepciones han de ser más dolorosas. ¿Es héroe alguien que está haciendo su trabajo? La teoría diría que no, pero como le contestó el ‘frejolito’ Barrantes a Martínez Morisini en una entrevista: “Querido amigo, en el Perú, ser honesto ya es una revolución”. 

Empero, con lástima creo que el implacable filtro moral de nuestros tiempos hará que JDP caiga en las fauces de muchos que hoy lo endiosan. “Cuando puedes ver a un ídolo demasiado cerca, te decepciona», decía Trotksy (según personaje de la serie de Netflixque he empezado ver). Muchos olvidan que JDP también es un hombre común. Sobre ello escribiremos en otro momento. Pero ahora recordaba, con esta especie de “boom” por ser fiscal, lo sucedido en Italia hacia la primera mitad de los años 90 con Giovanni Falcone y Paolo Borsellino. Dos jueces instructores que le plantaron cara a la terrorífica y cruel mafia siciliana. Defendieron la Justicia y buscaron la paz. Pagaron con sus vidas.

Falcone y Borsellino

Mil kilos de explosivos estaban puestos bajo la autopista que va del aeropuerto de Palermo a la capital siciliana. Falcone y Borsellino habían logrado a mandar presos a 344 detenidos implicados en las familias mafiosas. De ellos, 19 eran grandes capos, que recibieron cadenas perpetuas. En total, más de 2665 años de cárcel fueron repartidos. Poderosas familias de las narco-mafias, como el grupo los ‘Corleonesi’, fueron enfrentados por un pequeño grupo de magistrados que no conocían el cansancio, ni se arredraban ante las amenazas, los atentados fallidos y los compañeros ametrallados. Miedo, claro que tenían. Pero ello existe el miedo, para probar tu valentía. “No se trata de una cuestión de miedo o no. Saber convivir con nuestros miedos sin que nos condicionen es ser valiente. Si no fuese así, no sería valentía; sino inconciencia”, declaró Falcone en una entrevista antes de su muerte.

La mafia no perdona. Menos teniendo como aliados políticos a la “democracia cristiana”. Falcone sabía que la mafia no era invencible. La había intervenido y filtrado varias veces. Pero el principal problema eran los grandes círculos políticos, incluso miembros de las familias de la Cosa Nostra llegaron a ser alcaldes de Palermo. Ellos sólo conocían una forma de arreglar sus problemas: asesinando. Y, para mal de los sicilianos, lo hacían demasiado bien. Un día de mayo 1992 la bomba bajo la autopista donde pasaba Falcone con su comitiva explotó. También murió en el atentado su esposa y dos de sus escoltas. Días después, Borsellino sería acribillado junto a cinco de sus guardaespaldas. Hoy la carretera donde asesinaron al fiscal héroe lleva el nombre de ‘Vía Falcone – Borsellino’.

En los barrios más pobres de Palermo pintaban en las paredes el nombre de Falcone. Miles de miles lo lloraron. Y, de pronto, pasó lo que comentaba al inicio: las facultades explotaron en estudiantes que querían ser fiscales. Tal vez movidos por la rabia, la venganza, la decepción; o quizá buscando la paz y la justicia.

Espero que nadie asesine a los fiscales JDP y Vela (en Brasil y Colombia ya hay muertos en el caso Odebrecth). Héroes o no, con sus errores y aciertos, la juventud necesita modelos, referentes. Por ahora, lo son.