Por Paul Maquet*
Anoche conté nada menos que 160 personas usando bicicleta en mi misma ruta. Como estuve pedaleando durante unos 50 minutos, eso significa que me crucé aproximadamente con tres ciclistas por minuto.
¿Qué representa eso? Es el equivalente de dos buses del corredor azul completamente vacíos. ¿Se imagina usted dos buses llegando vacíos a su paradero? También es el equivalente a 160 autos o taxis llevando cada uno un pasajero, lo que hace casi 1600 metros cuadrados de pista. Es decir, más o menos ocho cuadras completas… sin tráfico. ¡Ocho cuadras!
Ese es el impacto real que –silenciosamente- viene causando el movimiento ciclista, que a punta de pura fe y esfuerzo viene difundiendo el uso de la bicicleta como una alternativa real para moverse por la ciudad. No cabe duda que el número de limeños usando bicicleta se ha incrementado en los últimos años.
Y eso que Lima es una de las ciudades menos amigables con la bicicleta, donde existen muy pocas ciclovías y están desarticuladas entre sí, y donde ni los autos respetan la ciclovía, ni a las autoridades les interesa hacerla respetar. ¿Se imagina usted qué podría ocurrir en nuestra ciudad si las autoridades invirtieran y promovieran EN SERIO el uso de la bicicleta? ¿Cuál sería el impacto si el número de personas pedaleando se duplicara o triplicara, o si se multiplicara por diez?
¿Imposible? El uso de la bicicleta como alternativa cotidiana de movilidad urbana no es ni imposible, ni un tema secundario. Por el contrario, es una solución real, práctica y que puede volverse masiva. Salvo para los viajes demasiado largos o para personas que tengan que cargar muchos bultos o varios niños pequeños, o para personas con impedimento físico para ello, la mayoría de las personas pueden migrar a la bicicleta, por lo menos algunos días a la semana, sin mayores dificultades. El único estudio a profundidad que se hizo en Lima sobre transporte en años recientes demostró que muchos viajes son “intrazonales”, esto es, al interior de las distintas zonas de la ciudad, y se trata de viajes que pueden hacerse en medios no motorizados.
Y aunque usted no lo crea, ir en bicicleta ahorra tiempo. Gracias al monstruoso tráfico de Lima, usar bicicleta es sin duda más rápido que ir en bus. De acuerdo a mi propia experiencia, ir en bus en la mayoría de rutas puede demorar el doble de tiempo que hacerlo en bicicleta. En zonas de mucho tráfico, los ciclistas pasamos ligeros al lado de autos que están atorados en semáforos infinitos. En rutas de tráfico moderado, los ciclistas podemos hacer distancias importantes en casi el mismo tiempo que un taxi. Los autos sólo llevan una clara ventaja en zonas y horarios donde no hay congestión, lo que es la excepción.
Usar bicicleta no es barato: es gratis. Es positivo para la salud, no ensucia el aire que respiran nuestros hijos, por su limitada velocidad no puede ocasionar accidentes graves, no hace ruido, es fácil de estacionar porque ocupa muy poco espacio… En fin, las ventajas prácticas son muchísimas.
Pero esto no solamente es posible, sino que ya está ocurriendo. Se trata de un movimiento que viene creciendo año a año, de una revolución imparable que se ha propuesta recuperar la ciudad para la gente. Porque –además de las enormes ventajas de la bicicleta en términos de salud, ambiente y tránsito– de lo que se trata es de recuperar nuestra capacidad de disfrutar del espacio público, sin miedo. De reconstruir nuestras ciudades y adaptarlas a la escala humana.
Esta semana se realiza por primera vez en Lima el Foro Mundial de la Bicicleta, una excelente oportunidad para conocer qué están haciendo otras ciudades del mundo y cómo están integrando la movilidad sostenible en sus planes urbanos. Será un momento refrescante para escuchar otras maneras de pensar la ciudad y ver que no todo el mundo quiere talar árboles para ampliar carriles o hacer inútiles by-passes.
————
*Paul Maquet es comunicador, coordinador de comunicaciones en CooperAcción, especializado en temas ambientales, políticos y de desarrollo humano. Egresado de la PUCP y docente en la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Cuenta con estudios en el Instituto Internacional de Formación Ambiental. Investigador del Observatorio de Medios de la UARM. Activista en temas ambientales y de derechos humanos.