Dos temas atravesaron el CADE este año. Uno, que había sido preparado con antelación por el MEF en alianza con los diarios derechistas capitaneados ´por “El Comercio” y su subsidiario “Gestión”, buscaba recortar derechos de los trabajadores. El segundo, que invadió la escena, fue el de la corrupción.

Las redes sociales y los mayores titulares han estado alrededor de la corrupción. La metida de pata del presidente del BCR, uno de los grandes capitanes del neoliberalismo peruano, diciendo que la corrupción no afectaba la economía, logró un rechazo unánime en redes. Le siguieron las declaraciones de Roque Benavides, presidente de la CONFIEP, diciendo que había una persecución contra el sector privado mientras no decía una palabra de como se ha fugado José Graña, del “club de la construcción” para obras amañadas o de cómo Odebrecht fue miembro destacado de Confiep a través de una de sus consorciadas principales, la “Asociación para el Fomento de la Infraestructura – AFIN”.

Roque insistió además en justificar la bolsa de 2 millones de dólares que juntó la Confiep para beneficiar a Keiko el 2011, insistiendo en que era solo una “campaña en favor de la empresa privada”, nuevamente ocultando la gran coincidencia de que se hizo justo cuando Humala pasó a la segunda vuelta, que se escondió por años hasta que Barata los delató y que hasta fue negada por el expresidente de Confiep que juntó la bolsa.

Obviamente tampoco recordó que quienes aportaron a esa bolsa luego fueron beneficiados con la banKada de Keiko con exoneraciones tributarias y reducción de multas ambientales a empresas petroleras y mineras como la del propio Roque Benavides. Para otros Keiko defendió la comida chatarra de un etiquetado informativo para los consumidores y las ventajas especiales para agroindustriales como Chlimper u Oviedo, que mantiene deudas por más de 100 millones a EsSalud de las empresas que controla gracias al corrupto poder judicial lambayecano.

En suma, Roque Benavides salió en defensa de los lobbies corruptos. Al mismo tiempo ponía en la misma bolsa del “sector privado perseguido”, como si fueran iguales, a la bodeguita de la esquina, al vendedor de emoliente y sánguches de pan con huevo de la otra esquina y al microbusero, con los grandazos que explotan nuestras riquezas y abusan de los consumidores. No, lo que queremos los ciudadanos es que los corruptos vayan a  la cárcel, incluyendo a esos malos empresarios que compran jueces, fiscales, presidentes y congresistas y sacan leyes a su favor, gracias a lo cual han amasado fortunas mientras el consumidor es abusado, el ambiente es contaminado y el pequeño empresario es aplastado. Nada de eso niega que queramos también un sector privado floreciente, innovador, competitivo, con empresas probas y justicia social, y no un “capitalismo de amigotes”, del mismo modo que luchar porque jueces y policías corruptos vayan a la cárcel sirve al mismo tiempo para tener un mejor sistema judicial y Policía Nacional.

El roche de Roque permitió, felizmente, que el presidente Vizcarra retrocediera frente a los intentos del MEF – Confiep de recortar derechos a los trabajadores, política defendida bajo el sambenito de los “altos costos salariales” y la “rigidez del despido” de los que el presidente hizo eco. Pero ya era demasiado rochoso atacar a los trabajadores para beneficiar a unos empresarios cuyos capitanes defienden la corrupción sin ambages, así que Vizcarra postergó la decisión a un diálogo social al respecto.

Sigue en pie un debate de fondo. No, los costos salariales no son demasiado altos cuando un trabajador gana apenas mil o 1,200 soles al mes, y hay que insistirle a Vizcarra que ganan (y cuestan) mucho más los trabajadores chilenos, ecuatorianos o argentinos, incluyendo en el cálculo vacaciones, gratificaciones y todo lo que quieran. No, el régimen laboral peruano no es “demasiado rígido” cuando la enorme mayoría tiene contratos a plazo fijo con los cuales no hay que pagar indemnización ni hacer trámite alguno para despedir, como lo demuestran las estadísticas que muestran que en los últimos años hubo cientos de miles de despedidos ¡cientos de miles! sin ninguna traba burocrática que los frene.