Paul E. Maquet, periodista con especialidad en medio ambiente

Dejemos algo claro: que el huracán Irma sea el más potente jamás registrado NO es culpa de la naturaleza. Tampoco es culpa de Dios ni de la “ideología” de género. Los huracanes, igual que las inundaciones, las sequías o el fenómeno de El Niño, son eventos naturales. Pero pretender que su magnitud actual es producto de “la furia de la naturaleza” o que es algo fortuito o impredecible es un error grave. Es como ver chocar a un borracho y decir “sí pues, los accidentes ocurren a veces”, como si el alcohol no los hiciera más probables, más frecuentes y más peligrosos.

Hace solo una semana, el climatólogo norteamericano Michael E. Mann explicaba cómo las condiciones generadas por el calentamiento global hacían más fuerte de lo normal al huracán Harvey que golpeó Texas. La temperatura del mar en la región donde Harvey se intensificó ha aumentado alrededor de 0.5 grados centígrados en las últimas décadas, produciendo más humedad y otras condiciones directamente relacionadas con la fuerza de los huracanes. Además, el nivel del mar ha aumentado, haciendo que cualquier inundación sea más elevada de lo que ocurriría en condiciones “normales”. Días después de Harvey llegó Irma, acompañada simultáneamente de otros dos huracanes (José y Katia), configurando una situación inédita en la historia registrada. Probablemente se trate de la temporada de huracanes más intensa de la que se tenga memoria.

Explicaciones muy similares deben ser discutidas para el caso de El Niño costero que golpeó al Perú meses atrás. Pese a que los científicos del ENFEN evitaron en todo momento responsabilizar de la catástrofe al cambio climático, por lo escasos que son los datos climatológicos históricos de los que disponen, no es una novedad que El Niño tiene que ver con la temperatura del mar. Pues bien: los datos (ver imagen) muestran que la temperatura superficial del mar peruano ha aumentado incluso más que la del Golfo de México en los últimos 100 años. Es decir, cualquier fenómeno de El Niño se produce sobre condiciones más cálidas de lo normal, lo que sin duda se relaciona a lluvias más intensas.

Los datos mundiales son claros. Según la NASA la temperatura mundial ha aumentado más de 1 grado centígrado desde 1880 y el nivel del mar sube más de 3 milímetros cada año. Pérdida de glaciares, sequías más prolongadas, inundaciones más intensas, incendios forestales difíciles de controlar, pérdida de productividad de la tierra: todos estos son efectos del cambio climático previstos por la ciencia tiempo atrás y que hoy empezamos a sentir. No es el futuro: es nuestra nueva realidad. Todo esto esta pasando con apenas un grado y pico de incremento de la temperatura. La ciencia alerta que si no queremos que la temperatura suba más de dos grados, debemos empezar a reducir emisiones aceleradamente. El tiempo se acaba.

La causa del cambio climático es clara: los gases que estamos botando a nuestra atmósfera y que capturan el calor que naturalmente escaparía de la Tierra. Entre las muchas fuentes de esos gases, destacan tres responsables de la mayor parte de emisiones: el carbono que producimos cuando quemamos combustible (gasolina, petróleo, gas); el carbono que devolvemos al aire cuando talamos árboles; y el metano proveniente del estiércol en las grandes industrias de la carne que concentran millones de cabezas de ganado.

Sería bueno pedirle a los periodistas y políticos que dejen de hablar de los “embates de la naturaleza”. Y a los religiosos que dejen para otro día sus “Pray for Miami” o “Pray for Cuba”. Ni la naturaleza es culpable de estos desastres intensos, ni ningún Dios podría detenerlos mientras los seres humanos sigamos contaminando y destruyendo nuestro medio ambiente.

Así pues, asumamos nuestra responsabilidad y no le echemos culpas a terceros. Si tienes auto, apágalo y anda en bicicleta o en bus; compra más a productores locales y menos cosas que hayan tenido que viajar desde países lejanos usando para ello combustible; no compres madera ni papel que no sea de bosques adecuadamente manejados; no compres aceite, arroz, soya u otros productos agroindustriales a menos que estés seguro que no se deforestó la selva para su cultivo; consume menos carne y asegúrate de que sea de pequeños productores locales; y sobre todo, infórmate y vota por políticos que entiendan el problema ambiental y que no lo nieguen, y exígeles que inviertan en energías limpias, protección de nuestros bosques y adaptación y prevención de riesgos.

Lo bueno de saber que los responsables somos los seres humanos, es que sabemos que somos nosotros quienes lo podemos solucionar.