De fútbol y política, mejor ni hablar para no pelear, dicen en algunos grupos familiares o entre las amistades en una reunión. Pero, realmente es imposible dejar de hablar de ambos, sobre todo, cuando están tan unidos, y no de pura casualidad sino de una manera cómplice.

“Ya salaron la camiseta”, dicen algunos/as hinchas que previos al partido Perú vs. Brasil sienten la ‘estafa’, el aprovechamiento político de un partido que mueve multitudes y que en cierta forma deshonra el verdadero placer de ver al equipo nacional.

Primero, el polémico e indignante anuncio de que Repsol es el nuevo patrocinador de la Selección Nacional. Justo la empresa que ha causado el desastre ecológico más grande de los últimos años en el país, sin hacerse responsable aún -como debiera- de la contaminación de nuestro mar que sigue ocasionando pérdidas a pescadores y otras familias, pero además el impacto ecológico en la fauna marina y en lo que aún quizá no vemos y sentimos con el petróleo vertido.

Segundo, ver a la selección y encima a Paolo Guerrero entregando una camiseta a Dina Boluarte, denunciada por la muerte de casi 80 compatriotas que se levantaron contra su régimen impuesto por un Congreso deslegitimado. Y Dina Boluarte fingiendo o no una emoción que más parece apuntar al marketing cuando ella encabeza un régimen autoritario, flanqueado por militares y policías, además de una extrema derecha política con prácticas igualmente autoritarias, que no asume responsabilidad, y que no tiene la más absoluta sensibilidad. Un régimen con 80% de desaprobación que intenta subir sus bonos a toda costa. Y qué mejor aliado les salió que la Federación Peruana de Fútbol.

Si fútbol y política no es casi lo mismo, recordemos las tantas veces que políticos se han aprovechado del fútbol para subir sus bonos y conseguir popularidad. Keiko Fujimori prácticamente se adueñó de la camiseta del seleccionado durante sus denuncias de supuesto “fraude”, las mismas que fueron desestimadas rocosamente, incluso por organismos internacionales.

Cuántas veces hemos visto a políticos pasearse por los palcos del Estadio Nacional tratando de subir popularidad, y al final quedar ridiculizados porque perdió (salaron) al equipo. Felizmente, existe el karma, dicen algunos.

Y también recordemos la vergonzosa historia del fútbol nacional. Autoridades envueltas en denuncias de corrupción, clubes quebrados, y jugadores denunciados por agresiones a mujeres y otros actos delincuenciales.

Política y fútbol. Una historia marcada por las tarjetas rojas. Una historia de la que sí hay que hablar y no dejar pasar para no pelear, para no discutir. Por eso el fútbol y la política están como están, por el largo silencio, la complicidad, el encubrimiento. Y de eso, todos y todas somos responsables, pero claro más aún quienes actúan sin ninguna responsabilidad y siguen convirtiendo en show lo que a todas luces es indigno y despreciable. Hasta cuándo.