Una palabra que ha perdido mucho el sentido de tan quebrado su uso, particularmente en Perú, es ‘oposición’.  Su significado hace alusión a un ejercicio sistemático y democrático por plantear una alternativa al poder de turno. La oposición congresal, por ejemplo, es aquella que reúne a diferentes actores en esas iniciativas alternativas al Gobierno o a las bancadas oficialistas. Pero eso, en Perú, no existe.

De más está decir que ejercer la oposición ha de ser un acto democrático. No solo responde a la pluralidad de voces de un país sino que se ancla además en una pluralidad de soluciones, salidas, formas de ver el mundo, etc. Nada de eso ocurre hoy. De hecho, el gran logro del bloque opositor, que en Perú es el bloque de ‘la reaccion’, es que para ser opositor tengas directamente que golpista. Llaman castillista a quien denuncia a una fiscal de la Nación manchada por sus actos, llaman oficialista a quien deslinda del golpismo, llaman ‘ayayero’ a quien reconoce un día que las políticas en materia laboral están yendo en el rumbo correcto, etc. Como si decir esto no fuera decir la verdad. Una suerte de acorralamiento del golpismo para que la democracia y el ejercicio de una oposición democrática no se abra paso. En eso el golpismo ha ganado ya terreno.

Pero la razón por la cual los decibelios del bloque de ‘la reacción’ siguen incrementándose no tiene que ver solo con este intento de acorralamiento a la democracia, sino con su propia crisis. La crisis política en las derechas es tan abrumadora que, desde antes de julio de 2021, solo tienen una propuesta, un único punto de agenda, un solo tema sobre la mesa, una única intención: recuperar Palacio de Gobierno.

Y ese es el drama de nuestro escenario político. Que las derechas no tienen nada que ofrecer y no plantean ningún proyecto de país distinto al que lidera Pedro Castillo (entre otras cosas porque Castillo también está siguiendo el piloto automático de la derecha en muchos temas, lamentablemente). Su único objetivo es recuperar Palacio de Gobierno y decoran este objetivo de diversas formas y con nombres rimbombantes creyendo que somos idiotas y no nos daremos cuenta. De ahí que el grito de ‘fraude’ y ‘vacancia’ fueran de la mano. Y también el de ‘adelanto electoral’. Esa es la evidencia del todo vale para retornar a Palacio.

Pero, ojo, no seamos ingenuos. La derecha de ‘la reacción’ no ha perdido el poder por estar fuera de la Presidencia. Solo han perdido uno de los espacios de poder. Este bloque sigue siendo el que domina el poder mediático, el económico, el empresarial, el judicial y el político. Y por eso su acorralamiento a la democracia funciona: porque cuentan con todos los resortes para que su único punto de agenda se haga hegemónico.

Cada vez que hablamos de su agenda es evidente el poder que tienen, pero también su único objetivo. Y justo por eso, no hay mejor momento para defender la democracia que denunciando sus fines y construyendo una oposición democrática que, entre otras cosas, hable más con la gente y lo que pide y menos con las cámaras de televisión en los términos del adversario que domina el poder mediático.