Mato Grosso: una organización religiosa con denuncias por trata de personas, violencia sexual y familiar
Por Danitza Alipio y Ghiomara Rafaele
Desde su adolescencia, Shirley Trelles, una mujer piurana, abogada de profesión, participó en voluntariados gestionados por la iglesia católica. Empezó en una parroquia en Piura, donde se encargaba de apoyar en las actividades para ayudar a las personas de escasos recursos, como ordenar ropa para niños y víveres, y actividades en días festivos como navidad u otras fechas religiosas.
Fue su vocación de servicio la que la llevó a conocer en 2003 la Operación Mato Grosso (OMG), una organización vinculada a la iglesia católica, fundada por el sacerdote italiano Ugo de Censi, dedicada a la obra humanitaria. Sin embargo, Shirley nunca imaginó que años más tarde, junto a su hija, tendría que huir de los abusos que, según cuenta, sufrió y presenció dentro de la organización hacia otros niños, entre ellos, su propia hija.
Hoy, los miembros de la Operación Mato Groso afrontan ante el Ministerio Público denuncias por trata de personas, violencia sexual y familiar. Las autoridades de esta organización católica también registran denuncias relacionadas con usurpación de terrenos, violación de domicilio y abusos de autoridad.

Mato Grosso por dentro
La Operación Mato Grosso fue fundada en Italia en 1967 como una asociación de jóvenes voluntarios y se presenta como una organización laica que brinda conocimientos y herramientas a personas de escasos recursos o en situación vulnerable, como la carpintería, el tallado, la escultura en madera y la producción de artesanías en piedra, vidrio y metal. Está conformada por voluntarios italianos que dicen “entregar su vida a los más pobres sin ningún tipo de retribución económica”. En 1976, este movimiento llega a Perú, cuando su fundador, Ugo de Censi, es nombrado como párroco en la ciudad de Chacas, en Áncash.
El referente de Mato Grosso es el reconocido sacerdote italiano Don Bosco, beatificado en 1929 por el Papa Pío XI y declarado santo en 1934. En homenaje a él, varios espacios de Mato Grosso llevan su nombre, como la escuela de carpintería Artesanos Don Bosco y la Institución Educativa Secundaría Particular Don Bosco. También cuentan con una casa hogar llamada “Barcoiris”, una Casa de Salud “El buen Samaritano” y la parroquia Domingo Santo Savio, ubicados en Pucallpa, Ancash y Cusco respectivamente.

En el país, Mato Grosso cuenta con 80 centros en Cusco, Ancash, Huánuco, Apurímac, Cajamarca, Lima y Pucallpa. En el mundo, esta organización tiene presencia en otros tres países de América Latina. Brasil, Ecuador y Bolivia.
Si bien Mato Grosso se presenta como una organización sin una identidad religiosa, se encuentra íntimamente vinculada con la Diócesis de Huari (Áncash), que pertenece a la Iglesia Católica. Ante los Registros Públicos, como apoderados de la Diócesis de Huari se encuentran Giorgio Gnagi, actual presidente de la Operación Mato Grosso; Andrea Nori y Paolo Viacava, ambos voluntarios y representantes de la OMG; y el sacerdote Armando Zappa. Los poderes sobre la Diócesis de Huari los amplió Giorgio Barbetta como actual Obispo de Huari.
La historia de Shirley
Shirley empezó a ejercer su vocación de servicio en una parroquia de Piura. “Yo participaba de estas labores desde siempre, desde que tenía 15 o 16 años, siempre quise ayudar a los más necesitados”, cuenta. “Participé en el colegio, en la universidad y también después, pero estaba buscando una nueva experiencia, algo que me permita hacer más por los otros”, agrega. Es así que en 2003, a través de una amiga, se entera que la Operación Mato Grosso buscaba jóvenes dispuestos a entregar su vida a los más pobres.
La persona que recibió a Shirley en Mato Grosso fue Víctor del Carpio, un voluntario peruano de la organización, quien le brindó la información sobre los voluntariados. “Me enseñaron que en la Operación Mato Grosso el lema era ‘trabajar con manos y pies, y pensar menos’, y que debíamos hacer lo que nadie quería hacer, así empecé a realizar recolección de donaciones en Piura”, rememora. Las recaudaciones, recuerda ella, eran depositadas a las cuentas de voluntarios italianos encargados de las finanzas en Perú, sin ninguna rendición de cuentas.
Dentro de la organización, Shirley participó en varios retiros espirituales, donde conoció a Ugo de Censi, fundador de Mato Grosso, y rituales que le parecieron extraños. “Para purgar los pecados, debían caminar arrodillados sobre un camino de piedras hasta llegar al sacerdote confesando”, cuenta.
Después de varios años de trabajo voluntario, en mayo del 2015, Shirley fue invitada a Pucallpa (Ucayali), donde la parroquia Don Bosco de Mato Grosso, a cargo del sacerdote italiano Massimo Mattaruchi y el ex monseñor Gaetano Galbusera, recibía niños y adolescentes de familias pobres, y brindaba asistencia con víveres, ropa y juguetes. “Para agosto (del 2015) dejé todo, dejé mi profesión, mi trabajo, vendí todo lo que tenía, porque la consigna de Mato Grosso, y sobre todo del sacerdote (Mattaruchi), era que debía regalar mi vida por completo, o sea dinero, tiempo, y vender todo o dárselo a los pobres, y eso hice”.


Testigo de los abusos
En un inicio, Shirley estuvo a cargo de los niños más pequeños albergados en la parroquia Don Bosco de Pucallpa. Los adolescentes, recuerda, estaban a cargo de una voluntaria italiana que vivía en la misma casa parroquial con el sacerdote Massimo Mattaruchi.
“Los adolescentes eran dejados por sus madres. Mattaruchi siempre decía que ellas eran malas madres. A veces las señoras de la comunidad llegaban buscando ayuda y él les decía que le manden a uno de sus hijos, al más rebelde, para que se quede en la casa” cuenta. “Massimo les entregaba dinero a las madres para que los niños continuaran allí”, agrega.
En este lugar, Shirley dice haber presenciado que el sacerdote Mattaruchi golpeaba reiteradas veces a los menores “con correa y cachetadas”.
En 2016, llegó a Pucallpa el voluntario italiano Gabriele Bovi, para encargarse de todas las actividades de la OMG en la región, como la administración de las finanzas y las donaciones que recibían, la creación de la Asociación Hogar de Niños Don Bosco y la construcción de la casa hogar “Barcoiris” y la empresa Artesanos Don Bosco.

Al poco tiempo, Shirley comenzó a recibir cartas de Bovi. Y Massimo, el sacerdote del lugar, le decía que el voluntario italiano recién llegado era “la pareja ideal para cualquier mujer” y la presionaba para que también le escribiera cartas a Bovi en papel. “No usábamos email, WhatsApp, ni llamadas telefónicas”, cuenta. “Massimo decía que todo debía ser a lo antiguo”, explica. Para diciembre del 2016, Massimo le insistía a Shirley que aceptara casarse con Bovi. “Me dijo que ya no quería solo una mujer mamá para los niños, sino que ahora quería una familia y que mejor si me caso con Gabriele porque además era el deseo de Dios”.
Al inicio, Shirley se resistía a casarse con Bovi, porque veía que el voluntario italiano agredía físicamente a los menores que albergaba la parroquia Don Bosco de Mato Grosso. Sin éxito, Shirley reportaba las agresiones ante Mattaruchi. “Massimo siempre justificaba a Gabriele. Un día Gabriele se encerró en el cuarto con uno de los niños y lo golpeó y lo tiró contra la pared, salió de la habitación sin menor indicio de preocupación, y se reía. Yo le conté eso a Massimo, y él me dijo que el niño se lo merecía, que esos niños de Pucallpa jamás iban a entender qué es el respeto si no se les pega a golpes, porque él mismo lo hacía”, relata.
En 2017, tras la presión de Mattaruchi, aceptó casarse con Bovi. “Me decía que (casarme con Bovi) era el mandato de Dios, que era lo que Dios quería”, rememora. Durante la planificación del matrimonio, Shirley recuerda irregularidades. “Gabriele y el cura me pagaron los pasajes a italia (para conocer a la familia de Bovi), hicieron y organizaron las actividades religiosas y civiles sin mi consentimiento e incluso con documentación de contenido falso para casarme, invitando a miles de personas de la OMG sin mi consentimiento (…) es más, existe un documento ecleseastico donde consigné que no me quería casar.”
Al poco tiempo, Shirley y Gabriele tuvieron una hija. Y con apenas dos meses de vida, denuncia ella, el voluntario italiano “ponía a la bebé encima de sus genitales y se frotaba con ella hasta la erección”. Y Mattaruchi, según Shirley, le decía que no lo denuncie “porque sino tendría un padre en la cárcel y que seguro era un simple juego”.
Los abusos contra su hija, cuenta Shirley, continuaron y se intensificaron. “Gabriele se encerraba con la niña en su habitación en cada descuido. Cuando yo lograba entrar, siempre lo encontraba con una erección. Empecé a andar con mi hija a todo lado, tenía miedo de dejarla sola. En dos oportunidades se me acercó descubierto de los genitales con todo lacerado a decirme que las hormigas se le subían, también descubrí una cajita de fósforos con bichos disecados que me decía que él se ponía encima. Yo le decía que eso no era normal, que debía atenderse con un psicólogo”, narra.
En otra ocasión, agrega Shirley, vio a Gabriele acercarle la niña al sacerdote, y decirle “¿No te provoca?”. “Yo entré a mi oficina para hablar con Massimo sobre un caso de una niña del hogar y ahí vi a este sujeto Bovi acercarle la vagina de mi hija que estaba cubierta felizmente por el pañal, a la cara del sacerdote repitiendo varias veces ‘no te provoca’, y el sacerdote estaba rojo pero no hacía nada más. Hice un escándalo en ese momento. Le quité a mi niña, le dije que era un enfermo sexual, que como es posible que Massimo no hiciera nada viendo eso, pedí la nulidad del matrimonio ese mismo momento, pero volvieron a ignorarme”, asegura.
Al respecto, la abogada y directora de Acción por Igualdad, Amire Ortiz, señala que “los hechos que cuenta Shirley sobre la menor evidencian un delito de tocamientos indebidos que está contemplado en nuestro código penal, y hay una situación penal y es que estos delitos no prescriben”.
En la casa hogar ‘Barcoiris’, fundada por Bovi, Shirley llegó a ser directora del lugar, aunque en realidad se trataba de un cargo sin remuneración. “Solo fui voluntaria por un año, después, como directora iba a percibir un salario, pero después Mattaruchi cambio de idea y empezó a decirme que las mujeres de la OMG son sumisas y viven de lo que el marido gana, por tanto, si me pagaba me iba a ir. Él sabía que con dinero las mujeres podemos hacer muchas cosas, sobre todo dejar de ser sometidas”.
Frente a los episodios de violencia sexual contra su hija, Shirley buscó anular el matrimonio, pero el sacerdote Mattaruchi se negó.
“Quisieron hacerme ver como loca”
Evaluaciones psiquiátricas de la clínica Juan Pablo ll del 2018 muestran que Shirley no presentaba alucionaciones y que, por otro lado, Bovi era consciente de que maltrataba psicológicamente a Shirley, pero que se oponía a divorciarse de ella. Según Shirley, el sacerdote Massimo Mattaruchi y su aún esposo Gabriele Bovi la amenazaron con quitarle su hija si insistía con irse de Mato Grosso o con el divorcio.



Ante las amenazas recibidas, el 28 de diciembre del 2018 Shirley renunció a su cargo de directora de la casa hogar ‘Barcoiris’. “Massimo me hizo jurar delante del santísimo sacramento de la iglesia Don Bosco, que estaba renunciando”, recuerda ella.
Sin embargo, en una carta de noviembre del 2021 enviada al Tribunal Eclesiástico de Piura, el exmonseñor Gaetano Galbusera, quien dirigía a Mato Grosso en Pucallpa junto a Massimo Mattaruchi, sostuvo que Shirley fue destituida de su cargo en 2019 porque le percibían “algún trastorno”. El documento, al que Wayka tuvo acceso, no menciona los presuntos actos de violencia sexual de Bovi denunciados por Shirley, ni las evaluaciones psiquiátricas en donde el voluntario italiano reconocía que ejercía maltrato psicológico.


En enero del 2019 Shirley y Bovi fueron enviados a Lima para atenderse con Lucy Chang, una psicóloga cercana a Mato Grosso. Tan cercana, que en una ocasión, Chang le dijo que “dentro de Mato Grosso nadie se divorcia y que debía aguantar”, según cuenta Shirley. En ese sentido, un informe psicológico de Chang, de diciembre del 2019, diagnosticó a Shirley de esquizofrenia paranoide y trastorno depresivo con síntomas psicóticos.

“Ellos (Mato Grosso) le decían a todos que yo era una loca, que no se acercaran a mí porque yo estaba loca. Incluso hay una carta del mismo Massimo diciéndole a Lucy Chang que yo tenía una actitud negativa y que podría ser una patología, y es el discurso que han continuado diciendo hasta hoy”, cuenta Shirley.
Contrario al diagnóstico de la psicóloga cercana a Mato Grosso, un informe psicológico emitido por el Centro de Emergencia Mujer en noviembre del 2019, sostuvo que Shirley se encuentra lúcida y que tiene claro su rol de madre.


Otro informe psicológico elaborado por el Poder Judicial, también concluyó que Shirley se encuentra orientada en tiempo, persona y lugar, con un nivel de conciencia lúcido, y que no se observa ningún tipo de psicopatología.

Un testigo que trabajó en Mato Grosso, que por motivos de seguridad pidió mantener en reserva su identidad, habló con Wayka: “De todo el tiempo que conocí a Shirley, la noté como una persona dentro de sus cabales, con un funcionamiento psicológico normal, no tenía ningún tipo de anomalía o trastorno. Ella siempre fue una persona coherente, inteligente, responsable y entregada a su trabajo”, dijo. El extrabajador de Mato Grosso también recuerda que el sacerdote Mattaruchi le dijo que Shirley “estaba loca, estaba mal de la cabeza e hizo una referencia a que era una paciente psiquiátrica”.
A inicios del 2019, Shirley fue obligada por Gabriele a viajar a Italia con su hija. Allí los abusos continuaron. “Llegando allá me recibieron los padres de Gabriele, y ellos me quitaban a mi hija todos los días. Mi hija empezó a tener cambios de conducta, se golpeaba la cabeza contra la pared, se arañaba los brazos y piernas, gritaba por las noches, no quería comer, ella ya tenía un año, la vestían con ropa de niño, la llamaban con adjetivos masculinos, le decían que la mamá está muerta”, recuerda.
La frase que le repetían a su hija los padres de su presunto agresor, la recuerda hasta hoy: “la mamma e morta”.
Según Shirley, en dos ocasiones los padres de Gabriele también abusaron sexualmente de su hija,
“En julio de 2019, (Gabriele Bovi) me exige que ayude a su amiga de la OMG a hacer un bufete para una pareja del Mato Grosso. Yo no quería ir porque mi hija seguía siendo torturada sexualmente por Gabriele y sus padres, pero mi voz no era importante. Al regreso eran las 7pm, a mi hija nuevamente la encontré vestida de niño pero esa ropa tenía sangre, revisé a mi hija ella estaba alteraba, gritaba, y no quería que la revisara. Gritaba y pateaba, porque su conducta fue cambiando. Le grité al tipo qué le había hecho, y se reía como un enfermo sexual, no obtuve respuesta. Su madre entró al departamento y me dijo que le saque esa ropa que llevaba mi hija porque la iba a lavar, le pregunté que le han hecho, la señora toda nerviosa zamaqueó a mi hija para quitarle la ropa. Supuse ahí que la penetró el tipo (Bovi). No podía más”.
Aún en Italia, Shirley contactó con un compañero de Mato Grosso para contarle los hechos y pedirle ayuda, pero este le advirtió que podrían quitarle a su hija.

En julio de 2019, después de volver de Italia a Pucallpa, Shirley huyó junto a su hija hacia Piura, donde denunció ante el Ministerio Público a las autoridades y miembros de Mato Grosso.
Revictimización de los aparatos de justicia
En agosto del 2019, Shirley denunció a Gabriele Bovi por el presunto delito de violencia familiar y lesiones leves en Piura, en donde la jueza Adaia More le otorgó medidas de protección a ella y a su hija. Sin embargo, el proceso fue trasladado al Tercer Juzgado de Investigación Preparatoria de la Corte Superior de Justicia de Ucayali, a cargo de la jueza Irene Hidalgo Armas. La magistrada Hidalgo, pidió que se cambie de fiscal y que se formule la acusación contra Bovi.



En 2020, Shirley también denunció al voluntario italiano por el presunto delito de violencia sexual por los presuntos abusos hacia su hija. El caso se encuentra en la Primera Fiscalía Provincial Penal de Coronel Portillo (Ucayali). Sin embargo, el 5 de enero de este año, la Fiscalía archivó de forma definitiva la denuncia, aunque Shirley recién fue notificada el 30 de marzo, casi tres meses después. Según el Ministerio Público, la menor se contradijo en su versión en la cámara Gesell, su madre la habría inducido a acusar a su padre y no se encontraron lesiones en la niña en la evaluación médica. Esta sería la segunda vez que dicha denuncia se archiva.

Un informe preliminar pericial realizado por el Consultorio Psicológico Clínico Forense AMAZON, de abril del 2024, señala que el desarrollo de la cámara Gessel aplicado a la hija de Shirley contenía “preguntas sugestivas por parte de la entrevistadora, asociadas a un juicio anticipado”.


En 2022, tras el primer archivamiento, informe pericial peresentado por Shirley también señalaba errores en el desarrollo de la cámara Gessel e indicadores de «contaminación» en el relato.

De acuerdo a la abogada Amire Ortiz, se observan vicios en el proceso. “La idea de la cámara Gesell es que sea una entrevista única para no revictimizar a la víctima. En este caso lo que yo veo es que no hubo un adecuado tratamiento de la situación. Si mencionan por ejemplo que la menor se ha contradecido, es que le han preguntado más de una vez, y eso ya es revictimizar. Y es sumamente preocupante ya que bajo esta situación, con una persona extranjera, y con un sacerdote que puede tener influencias, se puede haber viciado el proceso”.
Un análisis psicológico particular realizado a la hija de Shirley identificó en la menor un trastorno psicosexual debido a los supuestos episodios de abuso a los que fue sometida. “Desde el punto de vista conductual, hay una conducta atípica relacionada con sus genitales (…) tocamientos obsesivos”, asegura el psicólogo que lleva tratando a la menor desde el 2020. Al inicio del tratamiento, se observó que “la niña presentaba conductas de ansiedad, conductas agresivas, aislamiento, y un estado de melancolía y depresión”.
El documento presentado el 2022 también recuerda, ante la ausencia de lesiones en la menor, en una situación de tocamientos indebidos a una menor incapaz de poner resistencia, es poco probable que queden marcas que perduren muchos días.

“El fiscal no ha considerado nada”, exclama Shirley. “No ha estudiado mi caso, porque las pruebas están ahí; estoy desesperada, no puede ser que mi hija no tenga justicia y que ahora Bovi quedará limpio de polvo y paja”.
Frente al archivamiento de la denuncia por violencia sexual contra Bovi, Shirley ha interpuesto un nuevo recurso impugnatorio.
En 2023, Shirley también denunció a Mato Grosso por el presunto delito de trata de personas ante la Fiscalía Especializada en Trata de Piura, aunque el caso también fue derivado a la Fiscalía Provincial Corporativa Especializada Contra la Criminalidad Organizada de Ucayali. El proceso, dice Shirley, avanza de forma negligente: en una de las audiencias, la fiscal Vannie Maguby Robles Sajami a cargo del caso le pidió a Shirley la dirección de su domicilio y su ubicación exacta, pese a que se trata de una denuncia por trata de personas.
A la par, Shirley también pelea con el denunciado por la tenencia de su hija. Desde el 2019, el caso se encuentra en el Cuarto Juzgado de Familia de Piura, a cargo de la jueza Marta Feijo. A su vez, Bovi puso una denuncia por el mismo caso en el del Segundo Juzgado de Familia en Pucallpa, donde en un inicio la jueza Delina Salazar le otorgó un régimen de visitas.
Sin embargo, en agosto del 2023, Salazar decidió anular todo lo avanzado en el juzgado de Pucallpa, y remitir los expedientes Piura. Por su parte, en marzo de este año la jueza Feijo de Piura resolvió inhibirse y remitir nuevamente los expedientes a Pucallpa.


Por si fuera poco, Bovi reportó ante la Embajada de Italia que Shirley había secuestrado a la menor, por lo que en 2022, funcionarios de la Defensoría Municipal del Niño y Adolescente fueron a la casa de la denunciante. El voluntario italiano, además, se puso en contacto con el Viceministerio de la Mujer del MIMP, y provocó que el Programa de Protección y Asistencia a Víctimas y Testigos del Ministerio Público también realice una intervención en su domicilio.
“Gabriele Bovi está haciendo uso de las diferentes instituciones del Estado para perseguirme y amenazarme, a través de las diferentes denuncias que se viene inventando sobre mi, me persiguen como si yo fuera la delincuente”, exclama Shirley.
Desde el 2020, Shirley también busca la nulidad de su matrimonio. Sin embargo, hasta la fecha, en el papel, sigue casada con Bovi.
Los descargos de Mato Grosso
Para este reportaje, Wayka entrevistó al sacerdote de Mato Grosso, Massimo Mattaruchi, el voluntario italiano Gabriele Bovi y la abogada de la organización religiosa, Nelly Martel. Todos negaron los hechos denunciados por Shirley.
Según Mattaruchi, no obligó a Shirley a casarse con Bovi: “Quiero saber de qué manera la he obligado, con cadena, con pistola (…) Ella con él han decidido estar en la casa de los niños. Los dos han dicho que ella quería ser la directora, él ayudar con las finanzas, y estaba contenta. Aquí hay algunos de los viajes que ella ha hecho, a Piura, con su mamá, con la niña, sin la niña, sin contar viajes que faltan, si se ha ido podía quedarse tranquilamente si no estaba contenta”, aseguró el Sacerdote.
Además de mostrar el documento con la firma de los testigos de la boda, que asegura pueden dar fe de que el matrimonio no era obligado, algunos emails en los que Shirley le expresa estar contenta, uno de ellos incluso menciona que su prima tenía intenciones de llegar a la casa hogar Barcoiris. “Si tú eres víctima de trata, ¿tú mandas a tu prima?”, cuestiona.

Al respecto, la abogada y directora de Acción por Igualdad, Amire Ortiz, recuerda que los delitos de connotación sexual no prescriben, debido al proceso que tiene cada víctima para asumir la violencia que vivió. Sobre la denuncia por trata de personas, Ortiz explica que “la trata es un delito complejo que no se da en un solo acto, y que lo primero que genera es que tu vida no vale nada, hay todo un trabajo psicológico hacia las víctimas”.
“Para las mujeres no es fácil denunciar. Siempre la violencia de género se sustenta en el poder, el poder y estas relaciones jerarquizadas que se dan entre los victimarios y las víctimas. Y en esta situación había una situación adicional de poder, porque el sacerdote tenía influencias. Es todo un proceso identificar las situaciones de violencia. Cuando la víctima se da cuenta, piensa en la estrategia del auxilio del cese de la violencia o de la huida. En ese momento no está pensando que quiere meterlo preso, lo que quiere es huir. El proceso de ella es totalmente coherente con las propias dinámicas de rupturas del proceso, no es fácil la denuncia”, agrega.
El sacerdote Mattaruchi, además, sostuvo que desconocía que Bovi ejercía violencia sexual contra su hija. Por su lado, el voluntario italiano, en entrevista con Wayka, dice estar preocupado por su hija.