¿En qué radica el éxito de No me digas solterona? El nuevo film de Ani Alva Helfer ya llegó a más de medio millón de espectadores, logrando no solo convertirse en la primera película peruana taquillera realizada por una directora, sino también empatando con un tipo de comicidad que logra la identificación con las vivencias cotidianas de varias generaciones de mujeres. La nueva comedia de Big Bang films marca una distancia con la pobreza expresiva de sus anteriores trabajos (La peor de mis bodas, Japy ending o La Paisana Jacinta), en cuanto a cuidado de guion y de producción.

No me digas solterona mantiene una fórmula conocida dentro de la comedia peruana, que no puede existir sin la referencia local, sin una cuota de “musical” que se siente innecesaria en algunos momentos y con la participación de personajes reconocibles del mundillo televisivo, desde la presencia de Flavia Laos al debut de Janeth Barboza. A pesar de sus abruptos y poco logrados inicio y desenlace, el film de Ani Alva tiene momentos muy cómicos, sobre todo porque indaga de modo natural en un foco que el cine peruano ha explorado muy poco, las relaciones amicales entre mujeres viviendo avatares amorosos. No escapa al cliché de las mujeres histéricas que por culpa de sus problemas andan comiendo todo el día o viven pendientes de los chismes de la semana, sin embargo, las escenas de las conversaciones en sobremesa de la protagonista Patricia Barreto y sus amigas sí transmiten una intención de la cineasta por mostrar frescura y a mujeres modernas solteras y desprejuiciadas, al menos en apariencia.

El film propone romper con algunos sentidos comunes de antaño sobre la mujer treintona que tiene miedo permanecer en la soltería. El típico “se te pasa el tren” y demás frases para empujar a las mujeres al matrimonio y a la maternidad, son reflejados por Ani Alva como prejuicios que hay que destruir. La heroína del film, Patricia Barreto como una suerte de Bridget Jones limeña, vive un aprendizaje forzoso, ya que ella también considera que un gran paso en su vida es casarse y vivir una “vida normal”. Esta transformación demanda cambiar el chip, proceso que la protagonista logra gracias al personaje cercano a la autoayuda que encarna Andrés Silva y al apoyo de sus amigas. Sin embargo hay un momento capital que desarticula eso de “primero tú antes que nadie” o “no me importa que me digan solterona”, que las decisiones del personaje son motivadas por una suerte de amable mansplaining (en clave amable o soft).  Muchas veces estos consejos provienen de los hombres (del mismo personaje de Silva o del asiduo a galerías de arte que interpreta Christian Rivero), es decir, el aprendizaje de “ámate a ti misma” llega de la mano de la “sabiduría masculina”. Pero más allá de esta contradicción sobre el poderío y firmeza femeninos, el mensaje aleccionador del film cumple su cometido: un personaje que ha crecido, madurado y que se muestra sin temor a la soltería. Por ello logra empatía con un sector del público femenino que acude a las salas, sobre todo porque los chistes, los gags o los diálogos están pensados para un tipo de espectadora limeña, de clase media, soltera e independiente.

En cuanto a algunos baches, hay puntos en común con Sobredosis de Amor, sobre todo en el diseño de algunos personajes (el gay amanerado y falsamente sofisticado que encarnan tanto Pietro Sibille como Adolfo Aguilar) y en la facilidad con la que se resuelven algunas situaciones: en ambas películas los personajes se preparan para dos eventos capitales, una boda y una fiesta de fin de año, que al final de cuentas lucen pobres y poco espectaculares.

De todas formas, No me digas solterona resulta superior pese a sus falencias, a otros estrenos de la temporada, como Locos de Amor 2, A tu lado o la mencionada Sobredosis de Amor, y propone a Ani Alva como una cineasta que puede dar mejores pasos dentro del sufrido cine comercial peruano.

EN CARTELERA

Wiñaypacha es hasta ahora el mejor estreno peruano del año. Se trata de un film con una sensibilidad especial sobre la relación de hombres y mujeres con el entorno natural, con los llamados Apus y demás seres y dioses de la cosmovisión andina. Dirigida por el puneño Oscar Catacora, este film es una experiencia excepcional, emotiva y trágica, que propone a su vez una lectura simbólica sobre el abandono de toda una cultura ancestral, que resiste y mantiene sus tradiciones. Una impecable ópera prima.

Puntuación: 5