Por Mónica Delgado

Este 2020 ha sido un año muy difícil para el cine peruano, no solo porque se detuvieron diversos rodajes, se cerraron los cines y se perdieron empleos debido a la pandemia de la COVID-19, sino porque se ha percibido aún más su vulnerabilidad ante un sueño de una industria o como parte de un emergente sistema de producción. Se intensificó la dependencia de los recursos públicos, ya sea vía concursos o ayudas, y se ha fortalecido el rol del estado, tanto del Ministerio de Cultura como del Ministerio de la Producción, para su continuidad o existencia. A continuación, y en este contexto, detallo los diez hechos que marcaron este año pandémico:

La nueva ley y su reglamento. El 12 de diciembre se aprobó vía decreto supremo el reglamento que pone en marcha la nueva ley de cine, es decir, el decreto de urgencia que promoviera el ex congresista y ministro Francesco Petrozzi. Se trata de un paso necesario para formalizar lo que ya se viene haciendo como estrategia de promoción del cine y audiovisual peruanos, al lograr, sobre todo, un presupuesto para más concursos anuales. Sin embargo, quizás por el clima de poco optimismo actual o que varios temas hayan quedado pendientes, la noticia de la aprobación de este reglamento fue recibida de manera tibia por la comunidad audiovisual, pese a que ha significado el cierre de un proceso de años. Llama la atención el perfil sancionador en la ley, así como la escasa presencia de políticas para la formación o para los cimientos de una cinemateca (que requerirá su propia normativa).

Denuncia a Frank Pérez Garland. Si bien la denuncia de acoso sexual contra el director de Margarita Locos de amor ha quedado sin avances, las mujeres de la comunidad audiovisual pusieron en evidencia un sistema vigente de abusos, maltratos y acosos por parte de cineastas, fotógrafos, docentes y demás. Este hecho mostró situaciones de precariedad laboral, donde no existen protocolos, y donde las mujeres están en constante desventaja y peligro, pero también un descuido en los entornos universitarios o de educación superior, que prefirieron el silencio cómplice ante estos delitos que atentan contra el derecho de las mujeres y disidencias. Las denuncias contra Pérez Garland fueron un disparador para que otros casos salieran a la luz, y mostraran el hartazgo, sobre todo de mujeres técnicas jóvenes, en crews, facultades o institutos marcados por el machismo y la “fraternidad” entre acosadores. Este grito ha significado una vía de esperanza para el desarrollo de los feminismos dentro del cine peruano. Queda pendiente trasladar este feminismo al modo de producción y a las apuestas expresivas de las películas.

Fallecimiento de Federico García y Leonidas Zegarra. El pasado 23 de octubre falleció el reconocido cineasta cusqueño Fico García, director de los filmes Túpac AmaruKuntur Wachana o El Caso Huayanay. Más allá de su sentida partida, lamentable en un entorno del cine poco politizado, se puso a discusión el apoyo del estado para la preservación de films, la urgencia de una cinemateca y la revalorización del cine hecho en los Andes. Se fue un cineasta relevante del cine peruano de los años setenta y ochenta, de obra irregular, y que apenas es conocido por las nuevas generaciones. Tarea pendiente del estado y la misma comunidad.  Y el 29 de diciembre falleció en una casa de reposo en Juli, Puno, el cineasta Leonidas Zegarra, conocido sobre todo por sus obras de muy bajo presupuesto y de humor involuntario como Mis crímenes al desnudo o Una chica buena de la mala vida. Por la naturaleza de su obra, no se asoció su partida a temas de preservación, cinemateca o revaloración del cine peruano.

Las ayudas COVID. Estos apoyos no cumplieron el propósito de amortiguar la crisis de una parte del sector audiovisual, ya que el número de beneficiarios fue mínimo, sin embargo la continuidad de los concursos de estímulos propone un panorama distinto para el 2021 (año en que se debe ejecutar los montos asignados en este). Quizás la estrategia Reactiva Perú, de préstamos propiciados por el estado como garante, logró que empresarios que se veían ariscos ante las ayudas estatales cambiaran rápidamente de opinión: desde productoras tan conocidas como Tondero hasta multicines de emporios millonarios fueron los beneficiados y no contentos con ello, también postularon a los estímulos.

Cierre de cines. En la quincena de marzo se cerraron las salas, lo que generó una ola de despidos, sobre todo en empresas de multicines, como Cineplanet, que se sumó a la norma de la suspensión perfecta, dejando en el aire a cientos de jóvenes trabajadores. Este cierre obligó la postergación de varios films locales, entre ellos Canción sin nombre (la película peruana al Oscar que el público peruano aún no ha podido ver), Ronnie Monroy ama a todas o Doblemente embarazada, que siguen a la espera de que reabran las salas. Se habla de pérdidas millonarias en taquillas y en confitería, pero si nos enfocamos solo en el cine peruano, y la poca atracción que tiene con el espectador en años recientes (films que salen de cartelera al día del estreno, o que tienen contadas funciones programadas en difíciles horarios), quizás con esta vía del streaming se pueda llegar mejor a los públicos. 

La caída de la Academia Peruana de Cine. La sorpresiva creación de la Academia Peruana de Artes y Ciencias Cinematográficas (APAAC) y su deslegitimación en cuestión de días mostró la capacidad de organización de los gremios, cosa que no había logrado ni la discusión del reglamento del decreto de urgencia Petrozzi. La carta libre del Ministerio de Cultura para que la APAAC sea la entidad representativa del cine peruano para elegir los films candidatos al Oscar y al Goya desató la polémica, ya que la mayoría de los gremios percibió una decisión poco democrática. Tras debates públicos, donde participaron más de 300 representantes, se concluyó que la APAAC no era la instancia adecuada para este tipo de decisiones, lo que implicó el desmantelamiento de su directiva y el posterior olvido.

Estrenos peruanos en streaming. Se crearon varias plataformas de streaming, como Elekran que fue cobijo del Festival Al Este, y las ya existentes intentaron hacerse más visibles como espacios virtuales del cine peruano frente a los grandes de Netflix o Disney+. Films como Samichay de Mauricio Franco Tosso o El chico que no quería matar de Wesley Verástegui decidieron por estrenos VOD, pero ante la escasa atención de los medios, casi puede decirse que pasaron desapercibidos. Más bien se está apostando por públicos más delimitados, atraídos por las interacciones en Twitter o Instagram, sobre todo, aunque nadie sigue las estrategias de difusión de La Revolución y la Tierra, que estuvo accesible vía pago en Vimeo.

Restauración de films. Gracias al apoyo del MinCul se pudo ver en plataformas online varios cortometrajes restaurados, así como el reestreno de Juliana, del grupo Chaski. Es innegable la necesidad de poner en valor obras poco conocidas de cineastas como Nora de Izcue o Gianfranco Annichini (a quien también se le reconoció este 2020 como personalidad meritoria de la cultura), pero también la oportunidad de resignificar las obras a la luz de los nuevos tiempos y anteceder una vía más clara para lograr una política nacional de recuperación y preservación del cine peruano, ya que si estos films existen es por obra y gracia de iniciativas particulares (incluso familiares). El estado da los recursos, pero no se habla del destino ni la exhibición de estas obras restauradas.

Fortalecimiento de colectivos. Así como surgió la Asociación de Mujeres del Audiovisual (AMA), se fortalecieron y formalizaron gremios como el SINCA y la Asociación Voluntaria de Cineastas (AVC), cuya agenda trata temas pendientes como: mejora del entorno laboral, mayor acceso al cine peruano y mejora, en general, de políticas públicas para el sector, tratando de poner el tema formación y distribución que son igual de importantes que la realización de películas. Quizás es el sector audiovisual el que tiene más gremios o agrupaciones, organizadas y activas, a diferencia de otras entidades o facciones de la cultura. 

Los autocinemas. Ante el paréntesis que se dio a la exhibición debido a la pandemia, se intentó publicitar a los autocinemas como espacios que iban a renovar el negocio. Tal arrebato logró que se despertara una “nueva esperanza”: Tondero se autoproclamaba como salvador del cine y hasta casi creadores del concepto de autocinema, utilizando pantallas tipo LED de conciertos como écran para reestrenos como Grease. Si bien son pocos los sitios y solo en Lima, lo que se produjo fue la existencia de un nuevo rubro de entretenimiento para autos. Los cineastas y productoras siguen esperando la apertura de salas.

El 2020 ha sido un año de apoyo gubernamental al cine, debido a la crisis económica y al lento proceso de reactivación. Es positivo pero pareciera que se fortalece una dependencia. ¿Sin estado peruano no hay cine? Entonces, ¿qué aspecto ha sido positivo? La descentralización de la oferta cultural que ha permitido la realización de festivales online en diversas regiones del país, al lograr que el cine peruano llegue un poco mejor y de manera más informada. Más festivales, conversatorios, transmisiones en vivo, seminarios o master classes con cineastas reconocidos. Quizás, en el futuro cercano, la presencialidad con su cuota de virtualidad se haga necesaria.