El 15 de marzo de este año iba a ser un domingo más en que los alumnos de la institución educativa San Lorenzo se estaban preparando para el inicio de la semana escolar en la ciudad del mismo nombre, ubicada en la provincia del Dátem del Marañón (región Loreto). Pero ninguno de los 457 alumnos matriculados para el 2020 se imaginó que al día siguiente se les iba a ser imposible si quiera salir de sus casas y cruzar los ríos necesarios para asistir a sus lecciones diarias.

El virus del COVID-19 había llegado al Perú y la noche del domingo el presidente Martín Vizcarra había dicho que nadie tenía derecho de salir de sus casas libremente. Parecía una broma para los 22 docentes de la institución San Lorenzo que esperaban a sus estudiantes. La escuela hasta antes de la cuarentena era una pequeña Atenas en Loreto porque albergaba a menores provenientes de los diferentes pueblos en el mundo amazónico: las comunidades Achuar, Awajún, Wamps, Kandosi, Chara, Qichwa y Shawi. Ahora la educación en el colegio no solo era amenazada por la falta de un programa de Educación Intercultural Bilingüe, sino por un virus que llegó a la provincia antes que el propio Estado.

El domingo 15 de marzo el subdirector del colegio San Lorenzo, Carlos Holgado Velásquez meditaba: “(El coronavirus) Era un tema de China”. Además, comenta a Wayka que al día siguiente en que la pandemia y la histeria explotaron, los alumnos tuvieron que recluirse en sus hogares, que pueden ser invisibles quizá para los funcionarios estatales, pero no para el microorganismo que mató a más de 7.000 peruanos a nivel nacional, con información del Ministerio de Salud actualizada al 20 de junio.

“(Los alumnos) fueron a refugiarse a sus comunidades, a tres días de navegación, donde no hay señal ni siquiera teléfono. Cuando quieren saber qué está sucediendo (sobre la pandemia) y cuándo será el inicio de las labores educativas tienen que salir en su pequeña embarcación hasta encontrar red y llamar”, cuenta el subdirector.

Los alumnos se las ingenian para sobrevivir, para comunicarse. Más aún en la cultura indígena donde la oralidad, la voz del otro, sí importa. Pero la condición de sobrevivientes históricos no es algo nuevo para ellos. Holgado Velásquez recuerda que cuando las clases se desarrollaban con normalidad, los estudiantes que venían de áreas limítrofes vivían con algún familiar o solos.

No hay Estado ni Internet

El también profesor Carlos Holgado dice que sus estudiantes provienen de las zonas más lejanas de la región. Llegan desde un pequeño distrito de la provincia que limita con Ecuador llamado Morona. Otros atraviesan por el Río Potro desde Barranca (zona Awajún), distrito que a su vez limita con la región de Amazonas.

“No tienen problemas para desarrollarse en nuestra institución pese a no ser bilingüe. No hay repitentes.  Definitivamente se nota la brecha cultural, es decir la diferencias entre las costumbres occidentales – por decirlo así – y las costumbres de sus comunidades.  Nosotros somos de jornada escolar completa y tenemos exalumnos que llegaron a ser líderes”, enfatiza la autoridad escolar.

La ausencia del Estado no solo se refleja en la forma maratónica en que los alumnos van y vienen de la ciudad de San Lorenzo para recibir educación, sino en la falta de cobertura y la señal de intensidad microscópica de Internet.

Las coordinaciones de las actividades administrativas y educativas diarias tuvieron que adaptarse a los mensajes instantáneos de whatsApp. Además se tuvo que apresurar la entrega de los alimentos Qaliwarma a los padres de familia.

Los docentes, asegura Holgado, pese a la crisis sanitaria, monitorean a sus alumnos en San Lorenzo con la estrategia de educación a distancia “Aprendo en Casa” que inició desde el 06 de abril. Lo hacen, pero por lo menos el 30% de los estudiantes del colegio San Lorenzo no reciben esas lecciones virtuales porque la señal de Internet es débil o no la tienen en sus casas.   “¿Qué podemos hacer?”, se pregunta reiteradamente el maestro.

La primera muerte de una anciana de 65 años encendió la alerta en San Lorenzo. Entre reclamos aprobaron la inamovilidad por 15 días para evitar que el contagio se incremente de forma dramática y llegue a las comunidades donde solo cuentan con postas de primera atención y a larga distancia. Holgado advierte que “(Los estudiantes) Bajan para comprar víveres como arroz, aceite y luego se regresan. Pero si no hay cuidado puede ser peligroso”.

El informe de la Diresa Loreto (Dirección Regional de Salud) registra hasta el momento 557 casos positivos. Para aislar a los pacientes o a quienes arribaron de manera irregular a San Lorenzo, la institución educativa abrió sus puertas para albergarlos.  A dos cuadras, una alumna y un alumno fueron aislados en sus viviendas por dar positivo al Covid-19.  

Frente a la tragedia colectiva de la pandemia se suma la depresión personal de los sobrevivientes. Holgado indicó que entregaron víveres y medicinas a los necesitados y reconoce que su salud mental se encuentra sofocada porque tiene que permanecer en su vivienda de forma persistente. Sufre de diabetes. Le hierve el azúcar en la sangre ante tanta presión. Tanta impotencia. Este testimonio retrata que los estudiantes y los maestros están cansados de aprender en sus casas.