Hace tres semanas el ciudadano arequipeño Esteban Denegri colocó una petición en el sitio Change.org para que el Ministerio de Cultura no le entregue un estímulo al piloto de serie Mi cuerpa, mis reglas, proyecto que ganó un concurso público en setiembre de 2020. Desde entonces esa petición ha sido replicada por diversos medios de comunicación, expandiendo así una demanda represora y censora, y fortaleciendo el huayco de ataques misóginos contra una sola mujer.
El proyecto de la productora Bergman was right, obtuvo el estímulo el año pasado para el desarrollo del piloto de serie Estafada, propuesto por la actriz y cineasta feminista Mayra Couto, junto a otros ocho proyectos más, donde cuatro proyectos son liderados por mujeres. Sin embargo, este otorgamiento devino en noticia y ataques misóginos hace algunas semanas cuando Mayra Couto hizo el anuncio en sus redes.
El tono de insultos y ataques machistas reflejaron que el problema para esta facción de la sociedad no es si se debe dar recursos a la cultura, si es mejor comprar oxígeno o si se estaba malgastando dinero en apoyar el trabajo de artistas o trabajadores culturales, sino de dar una respuesta contra la obra de una feminista y contra una palabra: cuerpa.
El pedido de Denegri, que se suma a estos pedidos censores, misóginos e intolerantes desde el anuncio de la producción del piloto, es el siguiente: “Quiero evitar que la señorita Mayra Couto utilice presupuesto del estado para la realización de una miniserie llamada «Mi cuerpa mis reglas». Y continúa: “Considero un desperdicio de dinero de todos los peruanos para una causa que no tiene intención de mejorar, unir o fortalecer algún tipo de lazo o sentimiento entre todos los peruanos, más bien genera rechazo público de la mayor parte de la población”.
Una pregunta es: ¿Los otros proyectos que también ganaron sí unen a los peruanos? ¿Qué cine o serie si une a los peruanos?
El sentido del pedido de Denegri que refleja el sentir de miles intolerantes en el país es que el cine o el audiovisual deberían ser realizados según los preceptos o ideologías que ellos validen, y de paso consideran que el Estado no debe dar un sol para la cultura.
Lo peor es que ninguno de esos firmantes ha leído el proyecto, ni sabe en qué consistirá este primer piloto, que además se hace con fines de pitching, es decir para espacios de presentación de proyectos audiovisuales con el fin de obtener financiamiento. El piloto no es necesariamente toda la serie. Es un modelo, una idea plasmada, una muestra para sus futuros avances en el mercado audiovisual.
Por otro lado, la lógica del convocante de la petición en su argumentación, indica que el cine debe tener como función “mejorar, unir o fortalecer algún tipo de lazo o sentimiento entre todos los peruanos”.
¿Qué tipo de producciones audiovisuales espera que el estado peruano apoye? ¿Qué tipo de censura se ampara en estos deseos de buena voluntad y sentimentalismo ‘buena onda’? ¿Cómo es posible que la palabra “cuerpa” logre el rugido de una sociedad iracunda y no los 131 feminicidios y 13.843 violaciones ocurridos en 2020? Esta petición es una evidencia más de una cultura en contra de las mujeres y la materialización de una Inquisición de antiderechos y de odio al lenguaje inclusivo.
No, el cine no es un catálogo evangelizador, no es un catequismo o Manual de Carreño, no es un breviario de “chocolate para el alma”.
Las expresiones audiovisuales también responden a una diversidad, a una percepción o construcción del mundo, donde no estamos obligados a coincidir como hermanos de una confraternidad.
En un país donde se respetan los derechos de libertad de expresión y de libertad de creación, garantizados en la Constitución, el cine y el audiovisual son reflejo de la multiplicidad de voces en un “pluriverso” lejos de esencialismos y dogmatismos. Imponer qué películas o series debemos ver es un clamor cavernícola.