El Año Nuevo, lejos de traer esperanza, ha iniciado con la amenaza real de un conflicto de grandes proporciones en Medio Oriente con consecuencias en todo el planeta. El 3 de enero, por orden del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el Ejército asesinó – en las proximidades del aeropuerto de Bagdad (Irak) – al comandante de las fuerzas Quds iraníes Qasem Soleimani; considerado el hombre más importante después del ayatolá Khamenei. En el ataque también murió el líder de la milicia iraquí Kataeb Hezbolá, Abu Mahdi al-Mouhandis.
¿Quién era Qasem Soleimani?
Soleimani se unió a la Guardia Revolucionaria en 1979, fuerza militar iraní. Es general de división de las Fuerzas Quds, unidad de élite encargada de las acciones en el exterior. Desde el 2011 ganó notoriedad a partir del conflicto sirio, donde apoyó al presidente Bashar al-Assad, además es apreciado como el artífice de la derrota militar del DAESH. EE.UU. lo consideraba un enemigo muy peligroso debido a su influencia en las milicias chiítas y en su capacidad de resistir sus acciones. En este sentido, Soleimani apoyó al Hezbolá libanés en su lucha contra el sionismo israelí, a los hutíes yemeníes y la resistencia a la coalición liderada por Arabia Saudí; al ejército árabe sirio contra el terrorismo islámico y a las milicias iraquíes contra la invasión norteamericana. Pese a los esfuerzos de EE.UU. – inclusive con un bloqueo económico a la nación persa – gracias a Soleimani y las fuerzas Quds, la influencia iraní se había extendido, representando un peligro latente para Israel y Arabia Saudí, monarquía suní con la cual disputan la hegemonía regional. Es importante mencionar que en abril pasado, el gobierno de EE.UU. calificó a la Guardia Revolucionaria como organización terrorista.
¿Por qué se da la escalada bélica?
El 27 de diciembre pasado, un ataque con cohetes a la base militar K1 de Kirkuk, norte de Irak, mató a un contratista (civil) estadounidense e hirió a al menos 4 militares. Estados Unidos sospechaba que el ataque había sido perpetrado por la milicia Kataib Hezbolá, por lo que – dos días después – lanzó una serie de ataques en Irak y Siria contra la milicia chiíta. En este sentido, un portavoz de las Unidades de Movilización Popular (Hashd al-Shaabi), coalición a la que pertenece Kataib Hezbolá, anunció que habrían sido asesinados cerca de 25 milicianos. En represalia, un grupo de manifestantes rodearon la embajada de EE.UU. en Bagdad -el último día del año- sin registrarse heridos. Algunas informaciones mencionan que esta acción (con la evidente percepción de vulnerabilidad de los objetivos americanos) fue lo que finalmente impulsó a Trump a tomar la decisión de asesinar a Soleimani.
Algunos motivos
Es una incognita el por qué Donald Trump decide asesinar a un alto mando militar de un país con el cual no se está en un conflicto declarado, y es reconocido por la comunidad internacional. Sin embargo, podemos interpretar algunos de los argumentos dados por EE.UU.: i) Irán es un país invasor, que desestabiliza Irak, y la región. Sin embargo, se debe tener en cuenta que – después de la caída de Saddan Husseim (suní) – EE.UU. apoyó la formación de un gobierno con mayoría chií y kurda, lo que llevó a un natural acercamiento con la mayor potencia chiita en la región. Por otro lado, es importante señalar que las fuerzas iraníes se encuentran en territorio iraquí (al igual que en Siria) por pedido expreso del gobierno lo que, en la práctica, no podría ser considerado un invasor; ii) Soleimani era el jefe de un ejército catalogado como terrorista por la administración Trump; sin embargo, más allá de las consideraciones, Soleimani era el comandante de las fuerzas de un país reconocido por la comunidad internacional. Aunque EE.UU. acusa a Irán de atentados contra sus objetivos, lo cierto es que los mismos responden al hartazgo de un país que fue invadido hace 17 años con información falsa; iii) Irán y Soleimani apoyan a grupos terroristas en la región, sobre todo en Siria; sin embargo, aún cuando se tengan todos los reparos en la intervención iraní en el conflicto, lo cierto es que el apoyo dado al presidente al-Assad, ha resultado fundamental para, prácticamente, derrotar militarmente al DAESH, y – además – debemos tomar en cuenta que existen serias acusaciones del apoyo norteamericano a grupos terroristas como Jabhat Al-Nusra o Kheyat Tahrir al-Sham; iv) impulsado por Israel, Estados Unidos acusa a Irán de enriquecer uranio para la fabricación de armamento atómico; sin embargo, de acuerdo a la OIEA, el gobierno iraní se encontraba cumpliendo con todo lo establecido en los acuerdos. Este ataque unilateral da a Irán todas las razones para dar por concluido el acuerdo y buscar ser uno de los países con capacidad nuclear.
Diversas reacciones
Tanto el ayatolá Jamenei como el nuevo comandante de las fuerzas Quds del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés), el general de brigada Esmaeil Qa’ani, han prometido una severa venganza luego que Soleimani fuera «martirizado». Por su parte, el presidente Rohani manifestó «no hay ninguna duda de que la gran nación de Irán, y otras naciones libres de la región, se vengarán por este horrible crimen de Estados Unidos». Las milicias proiraníes en Irak también han prometido atacar objetivos norteamericanos, inclusive, el día sábado, se registraron explosiones de cohetes en la proximidad a la embajada americana, dentro de la denominada «zona verde» de Bagdad, el espacio territorial con mayor seguridad.
En este sentido, altos mando de la milicia Kataib Hezbolá, a través de un comunicado, ha pedido a militares irquíes alejarse a una distancia no menor a mil metros de cualquier base norteamericana. Asimismo, Muqtada al-Sadr, líder del Movimiento Sadrista y de la milicia Ejército de al-Mahdi ha convocado a las fuerzas de resistencia, dentro y fuera de Irak, a coordinar las acciones de respuesta. Por otro lado, desde la institucionalidad se llevó a cabo la reunión del parlamento iraquí y – por unanimidad – han decidido la expulsión del país de la coalición liderada por EE.UU., prohibir el uso de su espacio aéreo, y también de iniciar acciones contra EE.UU. en las Naciones Unidad y el Consejo de Seguridad. Podríamos considerar esta acción como la última victoria de Soleimani.
Por su parte, EE.UU. ha tenido reacciones ambiguas. Por un lado, el presidente Trump ha exhibido el asesinato como una victoria contra sus enemigos; y, por otro, ha manifestado estar dispuesto a bajar las tensiones. El diario Timeofisrael ha hecho eco de una de las declaraciones de Ali Fadavi, alto mando militar iraní, en las que manifiesta que Washington ha pedido una respuesta «proporcional». Sin embargo, los hechos llevan a pensar que EE.UU. se está preparando para evitar los ataques o contragolpear, y estaría movilizando cerca de 3000 soldados a Kuwait, aliado en el Golfo Pérsico.
Los dos «enemigos» geográficos de Irán; Israel y Arabia Saudí (líder suní), han tenido respuestas distintas. El gobierno de Netanyahu ha respaldado la decisión de asesinar a Soleimani; mientras que la monarquí saudí ha pedido prudencia y diálogo, quizá por ser también uno de los posibles objetivos iraníes dada su vinculación con Washington.
Rusia, aliado de Teherán, ha condenado los ataques. La Unión Europea, a través de Josep Borrell, alto representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, se ha ofrecido a mediar y evitar una escalada que lleve a una mayor desestabilización en la región, que traería consecuencias globales. Asimismo, ha solicitado a Irán mantener el acuerdo nuclear, algo que por ahora, habría sido rechazado por el gobierno persa.
Hechos en el corto plazo
Una de las tesis que más se ha escuchado sobre el ataque es la necesidad del gobierno de Trump de presentar – ante su electorado – la capacidad militar, y por tanto, la de defensa nacional. En este sentido, tal como lo señaló el secretario general del Hezbolá libanés, Hasan Nasrallah, después de las derrotas norteamericanas en Siria, Afganistán e Irak, este atentado podría ser presentado como el único triunfo. Una situación similar se daría en Israel, que tendrá nuevas elecciones (las terceras) luego de la imposibilidad de formar gobierno, dadas las acusaciones de corrupción contra su primer ministro. En Irán, donde se vivían tensas manifestaciones luego del aumento del precio de la gasolina, que se saldó con más de 200 fallecidos de acuerdo a informes de Amnistía Internacional, este atentado servirá también como mecanismo de unidad nacional.
En el plano militar, se podría esperar que existan dos líneas de ataque; por un lado, la inminente respuesta del gobierno iraní, posiblemente contra posiciones israelíes o saudíes; y, otra, con las milicias proiraníes, que podrían aumentar su presencia e intensidad en los conflictos ya existentes, Golán libanés, Palestina, Irak, Siria o Yemen.
La comunidad internacional debe repudiar, firmemente, las acciones unilaterales de EE.UU. contra un país soberano. Asimismo, se debe exigir la inmediata retirada de sus tropas en Irak, conforme al pedido de sus representantes.
Historia de tensión entre Irán y EE.UU.
Después de la caída del shá, la relación estadounidense con los ayatolás ha sido tensa. En 1979, diez meses después de la victoria de la revolución islámica; en noviembre, estudiantes iraníes asaltan la Embajada de EE.UU. en Teherán, tomando como rehenes a 66 funcionarios, los cuales fueron liberados en enero del siguiente año. En abril de 1980, EE.UU. rompe relaciones diplomáticas con Irán, y – en septiembre – apoyan la invasión de Irak (bajo la presidencia de Saddam Hussein) a su vecino, guerra que duraría hasta 1988. Posteriormente, George W. Bush los incluye – junto a Irak y Corea del Norte – dentro del denominado «Eje del Mal», y en 2011, la Unión Europea y EE.UU. deciden imponer sanciones económicas tras un informe del Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) que aseguraba que la nación persa continuaba con su plan de obtener armas nucleares. En 2013, el nuevo presidente iraní, Hasan Rohani, inició las negociaciones para eliminar las sanciones hasta que en 2015 se llega a un acuerdo para limitar su programa nuclear. Trump, fiel a su estilo, considera que EE.UU. tiene la capacidad de obtener mayores beneficios, con lo que decide romper el acuerdo, tensando nuevamente las relaciones.