Con más del 66% a favor, Irlanda logró una victoria histórica en la lucha por el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres: se aprobó la interrupción voluntaria del embarazo. De esta manera, Irlanda deja atrás la intromisión de la Iglesia Católica en sus políticas públicas.
Este triunfo es el resultado del trabajo de los movimientos feministas que, a partir del caso de Sava Halappanavar, joven de 31 años que murió en el 2012 después de que los médicos se negaran a practicarle un aborto, buscaron derogar la octava enmienda de la Constitución que priorizaba la vida del feto por el encima de la salud de las mujeres.
“El pueblo ha dicho que queremos una Constitución moderna para un país moderno, que confiamos y respetamos a las mujeres para tomar las decisiones correctas sobre su propia salud», declaró el primer ministro Leo Varadkar.
Antes del mencionado referéndum, Irlanda contaba con una de las legislaciones más restrictivas de Europa con respecto al aborto. Razón por la cual, 3500 irlandesas viajaban al extranjero a abortar cada año, y 2000 más adquirían píldoras abortivas por internet, poniendo en riesgo su salud y arriesgándose a ser encarceladas.
La propuesta contempla el aborto legal en las primeras 12 semanas de gestación sin restricciones. Después de las 24 semanas, las mujeres podrían acceder a la interrupción del embarazo si su vida corre peligro o si el feto no pudiera sobrevivir fuera del cuerpo de la madre.