¿Se imaginan que al final de Duro de Matar 3 Bruce Willis pida colocar unas diez dedicatorias a su flaca, su mamá, su manager, su productor, sus amigos de los tiempos de Luz de Luna, y que además coloque: gracias EE.UU. por todo tu cariño? ¿Sería más ridículo si también imaginamos a Vin Diesel mandándose con una sarta de dedicatorias al final de Rápidos y furiosos 5, agradeciendo a sus mejores amigos, a sus productores y claro, al cineasta que amablemente aceptó dirigir el film que protagonizó? En Asu Mare 3, el espectador no solo queda sometido a las reglas del sketch y, por momentos, a un humor escatológico (uso de flatulencias por ejemplo para lograr carcajadas), sino que también asiste al autobombo, sobre todo con esas dedicatorias al final de Carlos Alcántara para medio Perú (algo similar pasó en Locos de Amor 2 donde el productor de Tondero dedicaba el film a su familia), lo que le quita seriedad a la intención de generar en el Perú una industria audiovisual profesional.
Un indicio de informalidad en el cine peruano tiene que ver en cómo se respeta o no algunas formas o modalidades de la industria cinematográfica. En los últimos tiempos es evidente que aquello que es impensable en Hollywood o en cualquier otra industria con los mismos fines mercantiles, pasará en Perú. A veces tengo la impresión de que cuando voy a ver un film peruano en cartelera comercial tengo que dejar de lado cualquier indicio o idea predeterminada de lo que es una película, ya que la vieja premisa de “darle lo que le gusta a la gente” ha subvertido, incluso, cualquier posibilidad de cumplir con los estándares de lo que significan filmar los géneros cinematográficos. Lo que se anuncia como comedia se vuelve episodio televisivo, lo que es policial se vuelve comedia involuntaria, o lo que es ciencia ficción queda como algo inclasificable. Y Asu Mare 3 no escapa a eso. La comedia televisiva que empezó siendo un espectáculo de stand up comedy adaptado a la pantalla grande terminó siendo un ejercicio megalomaníaco que finaliza su saga a punta de dedicatorias al Perú con un “cómo no te voy a querer”. Hay que agradecer a los tres millones de espectadores, sin duda.
Dirigida por el ecuatoriano Jorge Ulloa, el director de la serie de Youtube Enchufe.tv, la tercera entrega del film protagonizado por Carlos Alcántara, Cachín, extiende un episodio más en la vida del comediante peruano. Si en la segunda parte se casaba con Emilia, esta vez la historia sigue su curso y estamos ad portas de ver a Cachín convertido en papá primerizo. Un viaje pagado por su suegro lo lleva a Miami donde descubrirá que tiene un hijo de nueve años. Hasta allí el resumen de la trama podría augurar una historia de enredos, pero lo que Ulloa plantea, o Cachín, porque tras la dedicatoria queda más difuminado aún qué rol desarrolla un director de cine más allá del encargo, es una comedia que recuerda mucho al estilo de Enchufe.tv pero no tanto en la decisión de hacer del film un conjunto de momentos episódicos sino que hay una mezcla variada y desordenada de diversos tipos de comedias: la absurda, la comedia de situaciones, el gag, unidos por una banda sonora que por momentos molesta en su intención de acompañar o acentuar algunos momentos cómicos.
Punto aparte. El modo en que está relatada la historia hace asomar a un Cachín noventero desconectado de su responsabilidad paterna, es decir, vemos cómo Cachín se entera de casualidad que es padre, lo vemos regresar a Lima y soñar con jugar con su hijo de nueve años mientras los demás ignoran esta verdad, pero en paralelo la exnovia y madre de su pequeño (encarnada por Melania Urbina) regresa a Lima desde Miami porque siendo ilegal solo le quedaba seguir viviendo en pobreza, más aun criando a un hijo sin padre. ¿Y el padre orgulloso de su nuevo hijo? Las pensiones alimenticias no causan comicidad, o al menos eso no entraba en las cuentas del suegro.
En suma, en Asu Mare 3 el humor resulta más tosco y es evidente que la marca Cachín es menos palpable aquí, a pesar de sus elocuentes dedicatorias, ya que queda sometido a la presión del gag, del chiste a punta de sopapos y soluciones argumentales facilistas. Un cierre deslucido para la saga más millonaria del cine peruano.