[Escribe Álvaro Meneses | Fotos: Juan Zapata]

“El arte es un pretexto para pensar”, dice la escultora Cristina Planas, creadora de ‘Gallinazos de Pantanos de Villa’ y de ‘San Francisco y su gran gallinazo’. En esta conversación nos cuenta sobre su proyecto que promueve el arte en los espacios públicos.

 ¿Cómo empezó tu interés por hacer arte con estas temáticas?

En realidad, ahora que miro para atrás, me doy cuenta que las obras que he hecho hace 20 años están totalmente relacionadas con mis obras contemporáneas. Y es porque mis intereses, dudas y temores siguen siendo los mismos. Yo puedo cambiar de tema pero debajo de todos mis  proyectos hay un sentimiento que siempre es el mismo, es una angustia que aún no resuelvo.

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Foto: Juan Zapata

También hablas de la función del arte

Creo que el arte tiene un poder, el de conmover e incomodar. Es un vehículo de cambio social. Considero que cuando uno está cómodo no necesita cambiar, pero cuando algo nos incomoda nos fuerza a pensar. El arte es un pretexto para pensar.

Cuéntame sobre las 25 cabezas de gallinazos que pusiste sobre las palmeras muertas en los Pantanos de Villa. Incluso se conoce que hubo críticas por parte de los vecinos del lugar.

La obra es la primera parte de un proyecto de 3 fases, la segunda es la de San Francisco y el gallinazo, y la tercera que será más adelante. Fue durante la 20° Cumbre del Cambio Climático.

Y sobre las críticas, es que estamos poco acostumbrados a ver arte en los espacios públicos. Aparte, ver gallinazos no es tan agradable, por eso los residentes del lugar, que prácticamente se sienten dueños de la reserva, estuvieron en desacuerdo con la obra. Por un lado están los cerros que alguna vez han sido asentamientos humanos, y por otro lado, hay un campo de golf; esto ha ido reduciendo el espacio ecológico de los Pantanos de Villa.

¿Qué representa el gallinazo?

Creo que en momentos de crisis es el gallinazo el que nos ha salvado. En 1600, se da un decreto en el que se prohíbe matar gallinazos. Recordemos que había una epidemia a nivel mundial de salud pública y nosotros no teníamos desagües. Los gallinazos eran los basureros de la ciudad y lograron librarnos de las epidemias. Y ahora considero que también estamos en un momento de crisis. Dos crisis: una social donde nos encontramos con la corrupción y la falta de valores; y la crisis climática, que es el trasfondo de mi obra de los gallinazos en los Pantanos de Villa.

Hay una valentía en poner a un gallinazo en una institución pública o privada, porque significa que no tiene rabo de paja, porque este gallinazo se refiere a la corrupción, tiene una ironía, incomoda.

Puede incomodar como también puede ser un mérito.

Yo creo que sí. Creo que todos deberíamos ser gallinazos. Todos deberíamos decir: por mí no pasa la corrupción. En ese sentido, creo que el gallinazo es totalmente frontal, directo y pacífico, se trata de una lucha pacífica.

¿Has tenido alguna experiencia con los gallinazos?

Solamente una fascinación. Mirarlo volar es un placer para mí, y también una idea recurrente. Pensar en el gallinazo y darse cuenta que ha estado desde antes de la llegada de los españoles. Entonces, siento que el gallinazo es un personaje que nos conoce como sociedad en todo nuestro proceso. Son los testigos de lo que somos. El gallinazo representa a los excluidos, es un animal que da miedo y ponerlo en el centro da pánico.

¿Cómo parte el proyecto de San Francisco y el gran gallinazo?

Parte de pensar el momento actual de la Iglesia, en la que sale un Papa desde Latinoamérica con la intención de limpiar una institución corrupta donde, principalmente, los niños depositan su fe, digo, es perverso. Por eso acogí a San Francisco de Lima, porque apunta inicialmente a la Iglesia. En realidad apunto a todas las instituciones públicas y privadas en donde hay corrupción.

Actualmente la escultura está sobre la Biblioteca Nacional e irá moviéndose por distintos puntos de la ciudad. Y la obra tiene un afán de limpieza contra la falta de valores, la corrupción y la impunidad. En la escultura, San Francisco apunta con su dedo a las consciencias de la Fiscalía de la Nación, que está frente a la Biblioteca.

¿Y por qué escogiste a la Biblioteca Nacional para exponer tu obra?

En realidad me invitaron, a propósito de que cumple 195 años. Y acepté porque, como es la primera institución cultural del Perú que tiene los años de nuestra independencia, me pareció muy simbólico que, paradójicamente, desde la institución más antigua donde está la cultura, la memoria y la educación; se pueda apuntar a la Fiscalía.

¿Y luego en qué parte de Lima estará?

Es una sorpresa. (Risas) 

 

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