El premio que recibió la chilena Una mujer fantástica como mejor película extranjera en la pasada ceremonia de los Oscar puso en la agenda local diversas interrogantes sobre el apoyo al cine peruano y las posibilidades de vivir emociones similares. Chile hoy disfruta los resultados de políticas culturales articuladas, que implican no solo dar fondos para la producción de cine, sino también para la formación de profesionales y de públicos, la investigación, la exhibición y visibilización en mercados y festivales internacionales. Un sistema completo de fomento donde diversos agentes del Estado cumplen un rol, imagino que con deficiencias, pero que funciona. Cosa que no tenemos en el Perú.

El premio a Chile también es consecuencia de cómo esta ficción retrata sin efectismo ni clichés las tribulaciones de una mujer trans que vive la estigmatización de la familia de su pareja que acaba de morir. La película goza de un tratamiento donde sale a flote el melodrama de tintes almodovarianos, antes que buscar alguna justificación de ONG sobre la condición de ser trans en una ciudad como Santiago. Algo de esta apuesta por personajes verosímiles del mundo trans también aparecen en otros films chilenos como la no ficción Naomi Campbel, la comedia de cámara Casa Roshell o el pastiche Empaná de Pino (cinta que tiene muchos elementos en común con los componentes trash de la peruana Sin vagina me marginan), donde no hay mensajes ni moralejas, ni arengas de luchas, sino retratos de mujeres que afirman su identidad y viven sus vidas.

En el cine peruano, lamentablemente, hombres siguen actuando de travestis o de trans. Más que buscar representar realidades con personajes transexuales, lo que sigue primando es la figura del travesti, sobre todo como parte de la fórmula para causar hilaridad, a costa precisamente del prejuicio que se intenta combatir. Por ejemplo, en Así Nomás (2016) de Willy Combe, el actor Oscar López Arias encarna a un travesti que es contratado como actriz para emular a Janet Leigh en la mítica escena de Psicosis de Alfred Hitchcock.

Sin embargo, hay películas que sacan cara y conforman una lista de excepciones, como Loxoro (2012) de Claudia Llosa, que tiene a la activista Bellisa Andía como protagonista (lo más cercano, así de modo antojadizo, a lo que se propone en la interpretación de la chilena Daniela Vega en Una mujer fantástica).

En Loxoro, Andía encarna a una madre trans que busca a su hija también trans por diversos ambientes de una ciudad moldeada por el espíritu de un dialecto popular y marginal. Pese a tener una secuencia inicial que apela a una violencia gratuita y que cae en los estereotipos que la comunidad combate, Loxoro desarrolla con efectividad a uno de los personajes trans más entrañables del cine peruano, sino el único. Llosa busca reflejar el drama de una madre, y en eso reside el valor de este cortometraje.

Otro ejemplo de actrices trans haciendo de mujeres trans aparece en la paródica Sin Vagina me marginan con la actuación de Javiera Arnillas y Marina Kapoor, en la impresentable Baño de Damas, donde la famosa Coco Marusix hace de sí misma, o en Porka Vida de Juan Carlos Torrico con Jossy Tassi.

Un caso aparte es el caso de Anastasha (1994), falso documental de Antonio Fortunic, que evoca el estilo de los reportajes, para hacer un retrato de una actriz peruana que tuvo fama en Hollywood en su etapa clásica, tanto que la dirigió Visconti. Este personaje cobra vida en la figura de Javier Temple, uno de los actores pioneros del transformismo en el Perú. Aquí Fortunic apela al glamour del travestismo, y a construir un personaje femenino, el de Anastasha, desde las formas y estéticas del pastiche y el camp (un tipo de cine de atmósferas excéntricas).

Luego de esas experiencias, y salvo los documentales, como pasa con el universo drag queen en Vainilla y Coco de Andrés Weis, Translatina de Felipe Degregori o Trans citadas de Geraldo Vilchez Rivero, sobre personajes de la comunidad trans, las representaciones, sobre todo en las comedias comerciales (sino recordar al Chichiricosoro en el film Motor y Motivo), siguen estando plenas de clichés, relacionando este universo a la lentejuela, el glitter y las pelucas.

EN CARTELERA

A tu lado. La segunda película del peruano Martín Casapía me recuerda a esas flojas comedias románticas que hicieran Lucerito y Luis Miguel cuando eran adolescentes. Películas que estaban hechas al servicio de su fama, donde los colocaban sufriendo enredos amorosos en Acapulco, en pleno verano y donde podían cantar un par de temas. Estos mismos elementos, de música y romance infantil, aparecen como necesarios para dar visibilidad a dos estrellas de la escena televisiva teen peruana, los actores de la telenovela Ven, baila quinceañera, a quienes vemos trasladando su estilo a la pantalla grande sin ninguna ambición. Sin ser Lucerito y Luis Miguel, los jóvenes actores ceden a una historia de amor en República Dominicana, donde el cineasta explota con pobreza expresiva el uso de los drones y diálogos que recurren a un humor tonto y por momentos machista. Lo peor: la necesidad de llenar la pantalla con los traseros de Alessandra Fuller y de algunas extras.

Puntuación: 1

El sacrificio del ciervo sagrado. Fallido trabajo del griego Yorgos Lanthimos, donde obliga a los personajes a vivir una maquinaria de la crueldad. Uso de gran angulares, planos panorámicos y música enfática para el suspenso, priman en este drama extremo donde el cirujano Colin Farrell debe lidiar con el extraño chantaje de un adolescente que pone en riesgo a su familia. Imitaciones toscas al cine de Kubrick (los travellings a lo The Shinning  o guiños a la oscuridad de Nicole Kidman actuando como pareja de un reputado médico en Eye Wide Shut) empobrecen este film de salvajada grandilocuente con poco que ofrecer.

Puntuación: 2