«Naftalina»: secretos de familia según el lápiz de Sole Otero

Jesús Cossio comenta la novela gráfica «Naftalina», de la dibujante argentina Sole Otero, publicado por Salamanca Graphic (2020). #WaykaOpiniones

Sole Otero es una de las historietistas más regulares de la escena latinoamericana. Con Naftalina se pueden contar ya tres libros de cómic de su autoría, además de una recopilación de sus tiras de humor. Una constante en su obra es la exploración de los vínculos vitales complicados, y a veces tortuosos, que surgen en las relaciones afectivas y familiares. El caso de este libro pertenece precisamente a ese último apartado, el de las neurosis intrafamiliares y la huella que dejan en nuestra vida cotidiana incluso habiendo de por medio distancia temporal y geográfica.

El cómic se sitúa en la Argentina de plena crisis social y económica en el 2001, cuando una muchacha descubre que independizarse del peso de los secretos (léase: lo que no se dice pero se sabe) que hay entre abuelos, abuelas, madres, padres y nietos requiere más que el acto de apartarse del núcleo familiar pues uno puede seguir llevando de contrabando consigo la ira, la culpa, la frustración, que circulan como envenenada savia psíquica por el tronco familiar. En el caso de la familia aquí ilustrada, tenemos a una abuela cuya historia es representativa de nuestras generaciones precedentes. Represión sexual, matrimonios por presión social, la «necesidad» de soportar convivencias mediocres por temor al que dirán y a las estrecheces económicas. Dos cosas importantes logra Sole Otero al contar esto: primero, que los personajes no sean un mero pretexto melodramático o una suma de tragedias sino caracteres que generan sentimientos de cierta ambigüedad en el lector, entre el rechazo y la comprensión ante las circunstancias que viven. Lo segundo, es que Sole sitúa su historia en las antípodas del drama hollywoodense convencional donde los dilemas familiares se resuelven mediante un cliché del tipo cena-familiar-con-gran-pelea-histriónica (y al día siguiente todos despiertan cambiados para bien) o vacaciones-de-padres-e-hijos en las que todos aprenden a aceptarse como son. Varias páginas de Naftalina nos muestran que en el seno de una familia hay cosas que pueden ser discutidas decenas de veces sin resolución y/o dolores tan callados y sin cicatrizar que requieren años de trabajo personal (e idealmente terapéutico).

Sin embargo no es este un cómic que aliente la tragedia irresuelta o la neurosis inevitable y ramificada sin fin, como si nada pudieran generaciones de seres contra el poder de una mala semilla. Sole Otero nos muestra a los personajes, su pasado, la manera en que (se) lo cuentan y esos errores de juicio que reverberan en una familia durante años y —privilegio de lectores— podemos acompañar a la protagonista en su búsqueda de sentido de todo ello. Acaso más justo sería decir que ese sentido la busca, como el aire fresco parece entrar con fuerza y vida propia en nosotros cuando salimos de una humareda o un lugar cerrado, demasiado cerrado. 

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