La coyuntura de cuarentena por el COVID 19 en la que estamos, está exponiendo nuestras múltiples vulnerabilidades como sociedad y Estado. Y lo seguirá haciendo. Cada día, de manera cotidiana, la prensa está mostrando cómo los mercados siguen llenándose de personas y se siguen formando aglomeraciones.

Se convierten, sin duda, en un foco de transmisión no solo de este virus, sino de cualquier enfermedad. Los ambulantes siguen vendiendo en las calles, conformando paraditas, apenas protegidos por guantes y mascarillas que utilizan sin ninguna indicación. Trabajar en las calles no es fácil, no es seguro, no es sano; y ahora menos. Las personas que acuden a los mercados y paraditas, para trabajar o comprar, no lo hacen por inconsciencia o irresponsabilidad, como suele simplificarse en muchas transmisiones y reportajes de noticias. En plena inmovilización social obligatoria con estado de emergencia, la afluencia de público en los mercados y paraditas, se mantiene e, incluso, puede aumentar si las medidas se amplían. La explicación es que las personas buscarán productos lo más cerca de sus casas en un primer momento; pero luego, en la medida que se vayan agotando los recursos, buscarán los mejores precios, aun cuando esto signifique mayor tiempo y distancia de desplazamiento.

Los mercados y las paraditas cumplen con estas condiciones, desarrollan una función social importantísima en la cadena de distribución de la producción para nuestra economía nacional y en la seguridad alimentaria de las familias. Cuanto más lejano el barrio, lo más seguro es que no se encontrará un supermercado, pero sí un mercado o una paradita de vendedores ambulantes que llevan sus productos y garantizan el abastecimiento.

Debemos considerar que los grandes mercados (como La Parada, Caquetá, Ceres, entre otros) cumplen diferentes funciones. Es decir, no solamente atienden y abastecen a compradores locales, a las familias del barrio o de los alrededores. También son sus clientes quienes se abastecen para sus negocios (vendedores ambulantes, comerciantes de mercados, bodegas, restaurantes). ¿Qué se puede hacer en esta coyuntura? Regular. ¿Se pueden evitar las aglomeraciones? Sí. ¿A quién le corresponde?

A los gobiernos locales les corresponde tener el liderazgo para convocar a los y las comerciantes de mercados y ambulantes para realizar acciones inmediatas que garanticen el abastecimiento, eviten que suban los precios en condiciones sanitarias adecuadas. ¿Es posible? Considero que se pueden hacer muchas cosas para lograr que la función de acercar los productos de primera necesidad a la población se realice de una mejor manera, más ordenada y en condiciones sanitarias adecuadas.

Y a continuación algunas propuestas (algunas que ya se están haciendo en otras ciudades):

1) Aplicar un ordenamiento territorial: Una zona de conglomerado requiere un tratamiento territorial para organizarlo. En principio, establecer una entrada, una salida, un circuito. Un recorrido pautado en el que se mantenga la derecha para transitar y que se respete el distanciamiento social (1.5 metros) entre puestos, entre compradores, entre cargadores, entre triciclos, entre motorizados. En zonas como los grandes aglomerados estas medidas necesitan peatonalizar calles por manzanas.

2) Establecer horarios diferenciados: Para reducir la aglomeración es necesario ordenar quienes llegan a comprar y en qué horario. Una propuesta es pedir a las personas que compran para su negocio que realicen sus compras de acuerdo a horarios diferenciados de a acuerdo a su carga total (compras de más de 100 kilos un horario, menos de 100 kilos otro horario). Se puede pedir a la población que las compras domésticas y familiares se realicen más cerca a las 12, por ejemplo. Esto puede mejorar las condiciones de un lugar como La Parada, que tiene esta diversidad de público.

3) Organizar a los ambulantes por rubro y giro de manera dispersa: Los conglomerados (nodos) comerciales se forman porque en un mismo lugar encuentras de todo (oferta) y el público puede seleccionar lo que más le convenga (demanda). En este momento esto no es lo más conveniente por un tema de salud pública.

Frente a la conglomeración se requiere separar y dispersar. Y este es el momento de valorar el trabajo y el aporte de los y las ambulantes. Se requiere urgentemente organizar paraditas reguladas, puntos a lo largo de avenidas, que acerquen los productos a zonas residenciales para reducir la cantidad y el tiempo de los traslados de la población para abastecerse. Esta es la función de los mercados barriales y de las paraditas. Incluso de algunas bodegas. Por esta razón se requiere organizar las paraditas para que respondan a la demanda de los barrios con la suficiente variedad de productos (por rubro y giro) para abastecer la demanda de alimentos básicos de las familias.

Las paraditas al estar en un lugar abierto son más seguras que los lugares cerrados. Además, deben mantener ciertas reglas que se están usando en otras ciudades: a) Mantener la distancia entre uno y otro puesto b) Acomodarse no por giro como suele hacer ahora (todos los que venden verduras, todos los que venden pollo), sino como cadena para que en una misma ruta una persona pueda escoger diferentes productos. c) La persona vendedora es quien manipula los productos. Se acabó la selección de productos. d) Ordenarse para permitir la circulación lineal.

Hay dos condiciones para que estas medidas se implementen. Una condición es que las municipalidades (en muchos casos provinciales y distrital) se legitimen frente a los comerciantes de mercado y ambulantes. Y esta no es una tarea sencilla ya que son las mismas municipalidades las que implantan medidas para reprimirles, desalojarles e incautarles sus productos de manera cotidiana. Hasta hace pocos días se han estado realizando prácticas de desalojo y decomiso de mercadería. Las municipalidades pueden plantearles un lugar seguro para trabajar, como se ha iniciado en Cusco. Los gobiernos municipales pueden identificar los puntos estratégicos donde ubicar ambulantes de manera ordenada y prestar servicios de seguridad, de limpieza (un baño, un lavadero portátil, apoyar en el ordenamiento). No será fácil, pero esperemos que en este momento, las autoridades trabajen realmente pensando en su población y en cumplir sus funciones.

La otra condición es que los y las ambulantes se organicen. En una zona como La Parada, por ejemplo, hay organizaciones, hay buenos dirigentes de comerciantes, por rubro, por cuadra, de estibadores que pueden ser convocados para responder a estas urgencias sanitarias. Pero en otras zonas comerciales será necesario que se organicen. Y rápido. Un efecto colateral de este trabajo es que se dará posibilidad de volver a trabajar a tantas personas que lo necesitan. Las dos condiciones son necesarias y urgentes. La ciudad lo necesita, la población lo necesita. Todos los necesitamos. Se trata de garantizar la seguridad alimentaria y sanitaria de la ciudad. Y también podría significar el inicio de un cambio de mirada a nuestro comercio ambulatorio que, contra lo que piensa mucha gente, da trabajo y aporta a nuestra ciudad cada día.

Themos Castellanos. Antropóloga. Profesora PUCP e investigadora social afiliada a la red WIEGO Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando -www.wiego.org