Son las 4 de la mañana del 26 de diciembre. Un día después de Navidad. El sonido del teléfono me despierta y aún aletargada puedo reconocer el nombre de una amiga que es quien me llama. 

-¿Aló?

-¿Está contigo “H”?

-No. ¿Qué pasó?

-No está durmiendo, acabo de pasar por su dormitorio y no está. Estuvimos en una reunión y a las 2 de la mañana dijo que ya se iba. No ha llegado.

La amiga que me llama es su compañera de casa. Le pido detalles y si tomó taxi de aplicativo que, usualmente, suele tomar. No está segura, pero quizá se pueda rastrear por ahí si llegó a su destino.

Cuelgo y llamo al celular de “H”. El teléfono timbra pero no contesta. Un segundo intento, uno tercero. Nada. Llamo a la central de bomberos 116 por si se hubiera reportado algún accidente entre el recorrido entre Lince, distrito en el que estuvo en la reunión y Pueblo Libre, distrito en el que vive. Pienso que cada minuto cuenta y no hay que perderlo. Al otro lado de la línea una mujer bombero me contesta, me dice que no se ha reportado ninguna emergencia, pero que llame a las comisarías porque son ellos quienes deben tener ese registro de accidentes o denuncias en caso fuera un asalto. 

Comenzamos a pasar la voz a algunas amigas. Nos ponemos de acuerdo para insistir en llamar al celular de “H”, para llamar a la empresa Easy taxi que es la que suele tomar nuestra amiga, para ir a la Comisaría de Lince y llamar a hospitales. 

Vuelvo a marcar el teléfono de “H”. Ahora suena ocupado. Timbro dos veces más, en la última ya no suena ocupado, simplemente, no suena más. 

Llamo a la Comisaría de Pueblo Libre, nadie contesta. Nos ponemos de acuerdo con otra amiga para ir a la Comisaría de Lince. Ya son 4:30 de la mañana. Aún no hay noticias.

Al llegar a la Comisaría hay un policía parado en la puerta. Me pregunta ¿qué pasó, señorita? Le empiezo a contar, me dice: “Pase”. 

Apenas ingresar hay un policía en un módulo. Le cuento que tenemos una amiga que salió a las 2 de la mañana de una reunión y que nunca llegó a su domicilio, que queremos saber si pueden registrar la denuncia o los datos o monitorear para saber si se ha registrado algún accidente o denuncia de robo en la zona o en el recorrido de Lince a Pueblo Libre. 

El policía me pregunta si tomó taxi de aplicativo. Le digo que no estoy segura, pero que casi siempre toma la misma que no toma taxi de la calle. Me pregunta la placa, no la tengo, y las personas que estuvieron en la reunión tampoco la tomaron. Me recomienda que siempre hay que tomar foto del auto y la placa. Lo escucho pero ahora necesitamos actuar rápido, le digo. 

Espere un momento, me dice. Mientras levanto la mirada y ya se puede ver el amanecer, lo que me preocupa aún más. Los minutos pasan rápido y una empieza a preguntarse ¿por dónde estarás? ¿Dónde más busco? ¿Quién más puede ayudar?

Otro policía sentado me pregunta si tengo sus datos y una foto actual. Le digo que sí. Me dice con eso ayuda. Pero no me toma los datos y me dice: Espere que otro compañero le va a orientar. Me doy media vuelta y agrega: señorita, pero usted quiere reportarla como… desaparecida (hace una pausa y baja la cabeza). Si es necesario sí, porque no la encontramos aún, le contesto. Me envían a una oficina cruzando el patio, pero no hay nadie allí. El escritorio vacío, las luces prendidas. 

Vuelvo a la entrada. Otro policía se para frente al que nos escuchó. ¿Qué pasó?, le dice. Su compañero le cuenta y hace una mueca de fastidio. “¿Yo tengo que tomar los datos?”, comenta. Me mira. 

-“¿Qué edad tiene su amiga?”. Le contesto.

-¿Y usted es su amiga?, ¿Y usted cómo sabe que ella estuvo en la reunión?, ¿Usted a qué hora se fue de la reunión? Le digo que yo no estuve en la reunión pero que soy su amiga y mientras otras la buscan estoy viniendo a reportar los hechos o que me ayuden a rastrearla o saber si le pasó algo. De pronto me siento como si me estuviera responsabilizando de algo. 

-Usted quiere hacer la denuncia como… desaparecida.

Antes de decir de-sa-pa-re-ci-da se toma un tiempo, mira a algún punto vacío, pone rostro compungido y me mira a los ojos. Quizá es mi percepción, pero se siente como si te dijeran: resígnate que quizá no la encuentres o la encuentres muerta.

Si tengo que reportarla como desaparecida para que hagan algo, lo voy a reportar así, le digo. Me vuelven a enviar a la oficina cruzando el patio. Ahora hay un policía que se ve trasnochado. ¿Qué pasó?, me pregunta. Otra vez. 

Ya son caso las 6 de la mañana. Le empiezo a contar, pero veo que no apunta nada. Solo coloca sus manos en el escritorio. De pronto entra una llamada, contesto, me avisan que encontraron a “H” y está bien. Cuelgo, lo comunicamos al policía y damos las gracias. Él se ve tan imperturbable como cuando se sentó a escucharnos. 

Si bien lo que les cuento ha tenido un final afortunado después de 5 horas de búsqueda –todavía me pregunto qué hubiera pasado si aún no la encontráramos con un sistema tan indiferente y perezoso-, sobre todo porque luego otra amiga que salió de una fiesta de una conocida discoteca de la cuadra 9 del Jirón Camaná en el Centro de Lima fue asaltada por un taxista que la llevaba hacia Breña. La distancia no es muy larga, pero ella perdió el conocimiento en el taxi y al despertar nuevamente estaba en la calle del Jirón Camaná, no tenía su mochila, y tras recordar que el taxista hacía comentarios sobre su ropa, tuvo miedo de haber sido abusada sexualmente. Tras dos días de exámenes médicos por fin confirmamos que no. 

Las desapariciones en este país ocurren a diario y no se puede perder tiempo. Una persona puede ser asaltada, secuestrada por horas sobre todo en fechas donde te desvalijan las tarjetas de crédito, asesinada en segundos, violada en un desvío de la ruta y tantas otras violencias. De nada sirven nuevas comisarías si el personal actúa con pereza, falta de sensibilidad, haciendo sentir que no es importante la vida de una persona como lo son sus operativos contra la comercialización de drogas o cuando atrapan a una banda de delincuentes a la que bautizan con nombres ridículos y que si salen a presentar orgullosos en televisión.  

La misma indiferencia que muestran con denuncias por violencia hacia la mujer, la muestran con las personas que desaparecen. Y en este país donde el 57% de denuncias por desapariciones registradas este correspondan a casos de mujeres, adolescentes o niñas, la actuación de las autoridades nos deja desamparadas.

Otro punto importante en esta historia, es que finalmente confirmamos con “H” en su historial de viajes en taxi figura el conductor, placa y hora que tomó el vehículo, mientras que, cuando llamamos a la empresa, nos dijeron que ese recorrido nunca se hizo y que solo trayendo la denuncia podrían darnos información. Es decir, ¿la empresa Easy Taxi no lleva un claro reporte de los viajes de sus conductores afiliados?

Un punto adicional y recomendable es que si sales de una reunión siempre le avises a alguien. Y si tomas taxi envíes la foto del auto y placa. Y si te pones de acuerdo con un grupo de amigas para estar siempre alertas ya sea por Whatssap o Facebook, mejor. También debes saber que no tienen  que pasar 24 horas para que la policía tome la denuncia y tampoco que lo haga un familiar.

Se requieren muchos cambios en la sociedad, en la actitud y mentalidad de la policía, de los operadores de justicia, y en la forma cómo todos y tod@s vemos los peligros latentes que afrontan las mujeres cada día, cada hora, cada minuto. Se necesita establecer una cultura de prevención, una capacidad de respuesta rápida y la humanización que parece perdida.