A inicio de esta semana publiqué una columna alertando la necesidad de cambiar comportamientos violentos en las barras de los equipos de fútbol, pero también que ese cambio provenga de jugadoras, clubes y la propia hinchada que somos todas y todos. Ni pasan tres días y ya hay un nuevo e indignante suceso por la final de la Liga Femenina 2023 que se disputará entre los equipos de mujeres de Universitario de Deportes y Alianza Lima, el sábado 2 de setiembre en el estadio Monumental de la U, en Ate.

El Club Universitario de Deportes informó que el encuentro por la final de vuelta se realizará solo con la hinchada crema y no se permitirá el ingreso de la hinchada de Alianza Lima ni al recinto ni a los palcos. Esto porque en redes sociales se advertía que la hinchada rival había comprado ya dos mil entradas y empezaban las grescas virtuales, por lo que se tomó esta medida preventiva.

Pero esta misma violencia que se advierte, ya tiene tiempo y poca acción de las partes, pues ya antes de esta final cuando se va al estadio de Matute solo se puede ir con camiseta de ese club o con un polo neutro, los hinchas de universitario no pueden usar la suya. Mismas disposiciones se aplican en favor de hinchas crema cuando el partido es en Monumental. Entonces, esta situación nos lleva a pensar nuevamente en la violencia en el fútbol. Cada vez medidas más opresivas para contener o prevenir violencia. ¡Así tiene que ser? ¿No hay otro plan?

Nuevamente pregunto: ¿Es justo que el fútbol de mujeres que recién esta despuntando en el país tenga que vivir estas circunstancias por la violencia que han impuesto los hombres sobre la rivalidad de los clubes?

A esto se suma, otra vez, la exigencia de mejorar la convivencia del deporte y desterrar las conductas agresivas de todas y todos los involucrados. Los clubes que parecen no tener alternativas de control, la policía que solo puede cuidar y/o reprimir, las jugadoras que no parecen tener iniciativa o disposición para pedir una mejor conducta de sus barras e hinchas y replican una forma de ver el fútbol tan tradicional como racista o machista. Hace unas horas, por ejemplo, se informó que la futbolista de Alianza Lima Sandy Dorador no jugará la final luego que fuera suspendida dos fechas por haber incurrido en el supuesto de ofensa al honor en contra del Club Universitario de Deportes, además se multó al Club AL CON S/ 9 900 por esta infracción.

Foto: Club Alianza Lima /Twitter

¿Qué hizo Sandy Dorador? Y aquí va uno de los motivos por los que hice mi columna anterior. Acabando el partido en el que vencieron a Universitario se unió a la barra de su club para cantar: “Como me voy a olvidar cuando quemamos el gallinero. Como me voy a olvidar, cuando esos cabrxxx se nos corrieron…”.

Una reprobable conducta que viene de las prácticas nocivas del fútbol de hombres. Siempre provocando, insultando, frases agresivas, racistas, homofóbicas, etc. ¿Es necesario? ¿Es lo que queremos que sea también el fútbol de mujeres que va captando cada vez más hinchada no lo en Perú sino en el mundo? ¿Eso queremos que vean y aprendan niñas y adolescentes que por fin pueden sentirse orgullosas de tener equipos de mujeres que las representen? ¿Eso queremos que vean y vivan mujeres adultas que antes no pudieron ir a un partido en un estadio?

Es hora de repensarlo todo y reflexionar sobre nuestras conductas. Para que la pelota no se manche, hay que primero jugar limpio. Que gane la mejor.