Pía Riggirozzi / Latinoamérica21*
En el marco del día internacional de la mujer, y como todos los días, es importante repetir que la comunidad internacional sigue en falta con millones de mujeres y niñas.
A pesar de que muchos países han firmado y ratificado el Comité de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, el mundo aún enfrenta desafíos importantes para alcanzar el quinto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) sobre la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas. Actualmente 1 de cada 10 mujeres vive en la pobreza extrema. De continuar las tendencias actuales, de aquí́ a 2030, se estima que el 8% de la población mundial de mujeres (342,4 millones de mujeres y niñas) todavía vivirán con menos de USD 2,15 por día.
Estos aspectos que emergen del informe «Progreso en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible: Panorama de género 2023», presentado por ONU Mujeres y el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas (ONU-DAES), revela un panorama inquietante no solo porque nos encontramos sobre el final del camino hacia el plazo establecido en la Agenda 2030 para lograr estos objetivos, sino fundamentalmente porque esos objetivos están aún mas lejos cuando se mira desde una perspectiva de género. Las previsiones de Naciones Unidas apuntan a que al ritmo actual millones de niñas y mujeres seguirán viviendo en la pobreza extrema en 2030.
La desigualdad de género en América Latina
En América Latina persisten desigualdades de género en varias dimensiones incluidas la educación, el empleo, el acceso a la atención médica de calidad, la representación y la participación política. A pesar de los avances en algunas áreas, el informe ‘Desigualdad S.A.’ publicado recientemente por Oxfam muestra que las mujeres se encuentran ampliamente sobrerrepresentadas en empleos peor remunerados y más precarios, y se enfrentan a una brecha salarial de género persistentemente elevada. Además, la violencia contra las mujeres sigue siendo un problema generalizado, con altas tasas de violencia de género reportadas en toda la región.
Sabemos también que la pobreza extrema y la falta de oportunidades económicas son factores que impulsan la migración forzada en América Latina. Para muchas mujeres y niñas, las condiciones en su país de origen son intolerables y no les dejan otra alternativa razonable que huir del país debido a una amenaza directa o potencial de inseguridad física, pérdida de vivienda y de medios de vida, o porque su capacidad de cuidar de sí mismas y de sus familias se ve radicalmente socavada.
De acuerdo con ACNUR, en las Américas, hay 73.5 millones de migrantes y 22.1 millones son personas desplazadas forzosamente, con necesidades de protección internacional, o en necesidad de asistencia humanitaria. De ellas, se estima que el 46% -casi 10 millones- son mujeres, adolescentes y niñas.
En este contexto, también sabemos que una característica de género distintiva es el éxodo de miles de mujeres venezolanas embarazadas, que huyen por razones de necesidad, incluido el miedo a perder a sus bebés o a sus propias vidas si se quedan para dar a luz en su propio país. Según Amnistía Internacional (2018), la mortalidad materna aumentó un 65% en Venezuela entre 2015 y 2016, un retroceso de 25 años debido a la falta de medicamentos como anticoagulantes, analgésicos, antibióticos; la falta de herramientas, equipos y personal médico básicos. Ese contexto impulsó a muchas mujeres a huir. Desde entonces se ha llegado a casi 8 millones de migrantes que han dejado Venezuela. La mitad son mujeres y niñas.
En un estudio que incluye entrevistas con 2.012 mujeres y adolescentes migrantes venezolanas en Manaos y Boa Vista, Brasil, el 10% declaro haber estado embarazada durante el cruce, el 54% destacó motivos de migración relacionados con dificultades para obtener alimentos; el 38% destacó motivos relacionados con el acceso a tratamientos de salud y el 28% motivos de violencia de género, mientras un porcentaje similar destacó la búsqueda laboral.
En Centroamérica, la extorsión y la violencia de género han significado que muchas mujeres y madres con sus hijos no tuvieran otra opción que irse. Durante el tránsito y en las comunidades de acogida, las mujeres, adolescentes y niñas utilizan rutas frecuentemente inseguras en donde sus derechos se ven condicionados por la falta de servicios básicos como salud, salud sexual y reproductiva, educación y cuidado.
Pero el cruce de fronteras también puede estar sesgado por cuenta de una alta militarización y/o falta de presencia institucional que aumentan situaciones de violencia, de trata de personas con fines de explotación sexual, a la violencia y a la desaparición forzada. Por ejemplo, Médicos Sin Fronteras (2020) informó que, en la frontera sur de México, donde los migrantes de América Central y del Sur viajaban a pie para evitar los controles fronterizos, se denunciaba que la policía y las pandillas, a menudo en colaboración entre sí, como perpetradores de abusos de género.
¿A quién le importa?
Los desafíos aquí abordados requieren estrategias integrales que aborden las barreras estructurales a la igualdad de género, incluidas reformas legales, políticas y programas específicos de integración y regularización de personas migrantes y esfuerzos para desafiar las normas y estereotipos de género que afectan la autonomía y la vida en dignidad de muchas mujeres y niñas. Este reconocimiento también requiere la colaboración entre gobiernos, organizaciones de la sociedad civil, el sector privado y organismos internacionales para implementar soluciones efectivas y con enfoque de género.
Pero también vale la pena que aquellos y aquellas que conmemoran el día internacional de la mujer como tal reconsideren cual es la responsabilidad moral de los muchos y muchas que colaboramos activamente con la reproducción cotidiana y subsistencia de las condiciones normalizadas y toleradas de desigualdad.
*Pía Riggirozzi es profesora de Política Internacional de la Universidad de Southampton. Doctora en Política y Relaciones Internacionales por la Univ. de Warwick. Máster en Relaciones Internacionales por la Univ. de Miami y FLACSO-Argentina