Foto: Gervasio Sánchez

Escribe Carlos A. Bedoya

Nuevamente se agita el avispero nacional con el cuento de que Sendero Luminoso se prepara para volver a la lucha armada, a partir de la excarcelación por cumplimiento de condena de Maritza Garrido Lecca.

Eso solo sirve para que personajes como el ministro Basombrío, sigan echando la culpa de todo los malestares sociales a un terrorismo inexistente, como con la huelga de los maestros. De paso, el gobierno y otras fuerzas políticas como el fujimorismo, cambian el foco de la coyuntura por un rato, sacando de escena el caso Lava Jato que tanto los compromete.

En el extremo de lo ridículo, varios columnistas y medios nos dicen cosas tan forzadas como que la Garrido Lecca saldría de prisión para cometer un atentado terrorista. Como que si luego de estar presa tanto tiempo, quisiera volver de inmediato a la cárcel. Peor aún es el temor exacerbado de algunos vecinos del barrio miraflorino al que llegaría en libertad porque seguramente la exguardiana de Abimael, va a poner una bomba en su propio vecindario. Totalmente absurdo.

Lo grave es que se está hablando sobre Sendero Luminoso a partir de una persona, y no sobre la organización que aún subsiste 25 años después de que cayera su líder máximo. Preguntarse qué peligro representa Sendero en la actualidad, o en qué lógica están sus militantes, es mucho más útil que agitar las banderas del “peligro senderista” porque Maritza Garrido Lecca salga libre.

Lo primero es asumir que Sendero fue derrotado militarmente. Y que su objetivo en la actualidad no es en lo absoluto retomar la guerra popular, el terrorismo o como quieran llamarle. No hay condiciones para ello. Lo que quieren – y lo dicen – es su reincorporación a la vida política nacional. Por eso hay que discutir las condiciones de esa reincorporación, como se ha hecho en varios países de la región y el mundo sin que signifique impunidad.

Pero ahí viene otro problema: la enorme conchudez de los senderistas, quienes dicen que ya pagaron prisión por sus errores y que con eso basta.

Tienen que pedir perdón como organización y renunciar públicamente a las armas, comprometiéndose a respetar las reglas del sistema político. Pero no lo quieren declarar a pesar que su lógica ya no es la guerra.

Además mienten cuando dicen que ellos solo hicieron lo que la izquierda decía y no se atrevía hacer. Las fuerzas de izquierda nunca se propusieron asesinar dirigentes populares, ni hacer matanzas. ¿Cuándo alguien en la izquierda dijo que se tenía que asesinar a María Elena Moyano, que además militaba en unos de los partidos zurdos más importantes de esos años?

Por eso es falso decir que Sendero fue el enemigo número uno del país. ¿De qué país? me pregunto, ¿Del país de Fujimori o el de los doce apóstoles? Si lo único que ocasionó Sendero es que esas élites tengan cada vez más poder.

Sendero jodió al pueblo, a las bases que estaban bastante organizadas en los ochenta y que de manera democrática querían empujar el cambio. La acción senderista les metió miedo y las despolitizó. A partir de allí se dieron las condiciones para la dictadura fujimorista de los noventa.

Sendero no jodió a los dueños del Perú. Les hizo un favor. Sendero jodió a la izquierda y al movimiento popular. Y eso lo usa hasta ahora la derecha para acusar de terruco a todo el que proteste o luche por justicia.

*Columna publicada en la edición impresa de Diario Uno