Luego de un par de meses donde los medios pro-Confiep y su MEF rebosaban optimismo, los últimos datos de la economía peruana muestran que la situación es más compleja. En efecto, luego de cifras altas de crecimiento del PBI de abril y mayo, los datos de junio indican un crecimiento de apenas 1 por ciento, no solo porque desaparecieron efectos temporales como el de la pesca, sino porque la construcción de viviendas se ha frenado –las ventas de cemento se han reducido– igual que la industria, que no sale del hueco en el que está ya varios años.

Las noticias son peores, en realidad, de lo que muestran estos datos macroeconómicos. Por el lado del empleo, que es la variable más importante conectando la macroeconomía con las economías populares, los datos recientes del INEI muestran que los empleos que podemos llamar realmente como tales, han seguido reduciéndose en Lima. En empresas grandes en Lima hay 47 mil empleos menos, mientras que el total de trabajadores con algún seguro de salud ha caído en 77 mil (comprando el trimestre mayo-junio con el mismo periodo del año pasado). Esta reducción de empleos, junto a la desregulación laboral y la presión de oferta de los migrantes venezolanos, han llevado a que los ingresos promedio en Lima han caído en lo que va del año, y eso que en mientras tanto los precios han seguido aumentando, afectando negativamente la capacidad de compra y calidad de vida de las familias. Y eso que hasta junio todavía los precios internacionales del cobre eran buenos, estando entonces cerca a los 3.20 dólares la libra, de donde se han desplomado en las últimas semanas y días.

El presidente Vizcarra ha tenido un gran acierto en asumir con prioridad y firmeza la lucha contra la corrupción, y hace bien en plantear tanto un referéndum de reformas como la renuncia del impresentable Fiscal de la Nación Chávarry. Pero el continuismo neoliberal en el MEF lleva a serios problemas de empleo y políticas sociales sin piso presupuestal, además de responder a los mismos grupos monopólicos comprometidos con la corrupción. La confianza desmedida en que fuertes vientos favorables en la economía internacional nos sacarían del estancamiento no ha generado empleos, mientras que esos vientos resultaron ser de muy corta duración. La urgencia de prender nuevos motores del crecimiento, basados en la industria y el agro, con avance tecnológico, es hoy mayor que nunca.