Anthony ha muerto. Un niño de 10 años le contó a su madre que le gustaban otros niños. La madre y su novio lo torturaron. Le quemaron el cuerpo con cigarrillos, lo golpearon en la cabeza, lo sometieron a la hambruna, pues presentaba signos de desnutrición. Fue tras contar que era gay que empezaron las torturas hasta asesinarlo. Decir: “soy gay”, lo convirtió en un objeto despreciable que merecía el abuso, la tortura y la muerte. Aunque Anthony no vivía en el Perú, esos son los mismos discursos que escuchamos día a día de parte de políticos y representantes de iglesias que lejos de una misión humanista, sostienen la violencia. Son esos políticos y grupos que entran en histeria cada vez que se les dice que los seres humanos somos diversos, diferentes, y que esa diferencia debe ser respetada y valoraba.

Son esos mismos políticos y grupos los que se oponen no solo a reconocer la existencia de derechos de los gays, lesbianas, transexuales o transgénero u otras formas de apreciar la sexualidad, se oponen también a reconocer la igualdad entre hombres y mujeres, a reconocer que los niños y las niñas tienen derecho a una educación sin violencia y sin discriminación y sin desigualdad; son los mismos que se oponen a derechos laborales y otras más. Son políticos y religiones que reprimen el pensamiento y el comportamiento libre. Llevan el estandarte de la ignorancia y lo extienden para su propia supervivencia, porque alguien que se educa, que progresa, que tiene pensamiento crítico pierde el miedo y se desarrolla y alcanza probabilidades de salir de la pobreza mental y también la económica. En cambio, la religión es en gran medida miedo y culpa, y se sostiene de la inseguridad y la pobreza de muchos y muchas.

Así como Anthony a muchos niños y niñas LGTBIQ les esperan años de desesperación, agobio, golpizas, insultos, expulsión de los hogares, abandono, indigencia y muerte. Hace unos años un niño se suicidó en Iquitos, luego que su padre le rapara el cabello y su hermana le aventara orines. Era gay. Hace un tiempo una mujer llegó de Yurimaguas con su novia huyendo de la familia tras recuperarse de un ataque a machetazos que casi la mata. Era lesbiana. Hace 30 años, 8 gays y transexuales fueron asesinados por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) que extendió una campaña de ‘profilaxis social’ para eliminar a la comunidad LGTBIQ. Hace dos noches un niño del elenco de la obra ballet Billy Elliot sufrió insultos homófobos durante la función. Hace años que nos matan sin que el Estado voltee a mirar y haga algo concreto. Hace años que el Congreso está tomado por fuerzas cada vez más repulsivas y antiderechos. Toda la historia de nuestro país está teñida de nuestra sangre y nadie hace nada.

Cada vez que hay un pequeño avance, los grupos conservadores se ponen histéricos y despliegan amenazas y denuncias con total impunidad. Y con un Presidente y un Estado que ni siquiera puede pronunciar la palabra “género”, la lucha se vuelve precaria.

En la historia del mundo siempre hay un momento para dar la talla. Ya sea que venga de las mismas fuerzas políticas o del pueblo. Aquí se juega el futuro. El futuro es de los niños. Los jóvenes son el futuro del país repiten como loros los políticos. Pero, ¿cuántos realmente reconocen sus derechos? Los jóvenes solo existen para el momento del voto.

Varios grupos conservadores se están alistando para participar de las elecciones municipales y regionales. Ricardo Medina Minaya, actual regidor y candidato a la Alcaldía de Arequipa por el partido político Siempre Unidos, tiene entre sus proyectos «una serie de programas» para que las personas LGTB puedan cambiar, y al final se conviertan en heterosexuales. Everaldo Ramos Huaccharaqui, actual consejero regional de Apurímac y candidato a regidor para la Municipalidad provincial por Alianza para El Progreso opina que se nos debe “fusilar”. El pastor Rodolfo González Cruz llamó a sus seguidores a asesinar a las lesbianas y luego fugó cuando el Ministerio Público abrió investigación penal.

Quieren el poder a toda costa y van de la mano de los mismos políticos que hoy nos atrasan como país. Si el futuro es de la niñez, démosle a esa niñez, por lo menos, las herramientas para pensar y decidir libremente sus vidas y sus batallas. Démosle una educación sin violencia. Una educación con enfoque de género.

La Marcha del Orgullo LGTBIQ de este año defiende el Currículo Nacional con Igualdad de Género. Ese que el gobierno de turno sin rumbo y sin agallas prefiere dejárselo al Poder Judicial, en vez de defender su autonomía para elaborar políticas públicas. Los grupos conservadores ya salieron a maldecir, insultar y amenazar. La histeria los envuelve. Qué bueno que los carcome y que dejen ver su verdadera careta de odio, indolente e inhumana. Así debe ser porque en este país como en el resto del mundo las civilizaciones no se mueven por la ira, se mueven por el amor. Y el amor es ponerse en el lugar de los otros/as. Es respeto, derechos, igualdad y justicia. Y tiene que vencer a la violencia, el crimen y la impunidad.