El intento de feminicidio protagonizado por Carlos Hualpa en contra de Eyvi Ágreda, prendiéndole fuego, mientras viajaba en un bus de transporte público, con mucha gente de testigo, recoge algunos elementos que caracterizan a la violencia de género en el Perú: el incremento de las cifras, un creciente grado de crueldad y su materialización en espacios públicos; promovidos – probablemente – por esa atmósfera de impunidad que existe en torno a ella. Pero además permite analizar otro aspecto central que debe tenerse mucho más en cuenta en el análisis sobre la violencia de género: el papel de los medios.

Si bien es importante que esta forma de violencia deje de ser un tema velado, su exposición en los medios no es la adecuada. Rita Segato, antropóloga feminista y especialista en el tema, considera que la violencia de género y su expresión en el cuerpo de las mujeres es una manifestación de la Pedagogía de la crueldad que el sistema capitalista “de rapiña” instalado en nuestros países dependientes promueve para anular los vínculos comunitarios y la solidaridad con los otros y las otras. Para mantener el poder de este sistema se requiere aleccionar, disciplinar a quienes intenten escapar de sus cánones, es así que coartar la libertad de las mujeres supone golpearlas, violarlas, quemarlas, mutilarlas, desfigurarlas. En el cuerpo de las mujeres se expresa dicha pedagogía.

En la tesis de Segato, los medios de información cumplen un papel clave en esta estrategia, ellos son su “brazo ideológico”, pues se encargan de intensificar la violencia mediática contra las mujeres. Para comprender esta premisa es importante que contextualicemos al sistema mediático, que reconozcamos que lejos de cumplir un papel de concientización, de democratización de una cultura democrática y de paz, se encargan de difundir una cultura violenta, en el que la muerte y el crimen son sus principales insumos. En el caso específico de la violencia de género, vemos que están muy lejos de ser aliados de las luchas feministas por la igualdad. No pasan de una pose circunstancial cada vez que hay crímenes como el cometido por Hualpa, en el que el crimen se convierte en un caso más, aislado y sin contexto, en un espectáculo de la crueldad.

En este caso hemos visto portadas de medios con fotografías espeluznantes del cuerpo en llamas, hemos leído o visto notas en la que llaman al agresor: “loco”, “demonio”, “monstruo de la gasolina” (en ninguna se le acusó de machista), una vez más ha habido una sobreexposición de la víctima y de su vida privada, y lo más indignante ha sido que a pocas horas de cometido el crimen, en un programa de una emisora radial de alcance nacional se preguntaba al público “¿tú a quién quemarías?”, demostrando, cuando menos, una precariedad absoluta y total falta de empatía y sensibilidad frente a una noticia que tenía conmovido al país. Estos son sólo algunos ejemplos que ayudan a entender el concepto de “brazo ideológico de la pedagogía de la crueldad” que Rita Segato manifiesta sobre los medios.

Calificar al agresor de este caso como enfermo mental, demente, psicópata o loco, ha ocasionado el pronunciamiento oportuno de asociaciones de psiquiatras, de psicólogas feministas, de pacientes con alguna enfermedad mental, lo que no sólo ayuda para desprejuiciar respecto a la salud mental y cuestionar la estigmatización y discriminación de las personas que sufren de algún trastorno mental, sino también contribuye a que miremos las verdaderas causas del incremento de la violencia machista, de las violaciones sexuales en el país.

Presentar los hechos de violencia como espectáculos que alimentan el morbo, exponer el cuerpo de las mujeres como objetos sexuales, no incidir en las causas estructurales de la violencia machista, reafirmar estereotipos sexistas en los personajes de sus programas, revictimizar a las mujeres que han sido agredidas o asesinadas mostrando su vida privada, por ejemplo, justificar a los agresores con falacias que ocultan su culpabilidad y el uso pleno de sus facultades en los crímenes que cometen, evitar mencionar las causas estructurales de la violencia de género, normalizar las conductas sexistas y otras formas sutiles de violencia, no abordar la violencia contra las mujeres como violación a los derechos humanos, son algunas de las prácticas comunes en los medios de información, lo que los convierte en aparatos ideológicos de este sistema capitalista y patriarcal.

Eyvi no sólo es víctima de un sujeto, la violencia contra ella no es un asunto individual, es político. El cuerpo y la vida de Eyvi también lo son  de millones de peruanas que nos resistimos a no ser sometidas, a no ser cosificadas, a no ser explotadas. Somos esas mujeres que no queremos ser una estadística roja ni un recurso para el rating de los medios.