Artículo publicado en Noticias SER

El anuncio realizado por el presidente de EE.UU., Donald Trump, y flanqueado por el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, llega en un momento oportuno para ambos líderes. Los dos tienen la necesidad de presentar ante su electorado, victorias políticas que permitan un respiro a la difícil situación que atraviesan. En política interna, Trump atraviesa un proceso de impeachment (juicio político) que – aunque todo indica que no prosperará – podría costarle la presidencia, y sobre todo, su posible reelección. Por su parte, Netanyahu, acusado por corrupción, ha sido incapaz de formar gobierno, por lo que el próximo 2 de marzo se realizarán las terceras elecciones parlamentarias. En cuanto a la política exterior, con Irán expandiendo su influencia regional, en contrapeso a las monarquías del Golfo Pérsico aliadas a EE.UU. y funcionales al sionismo; y con las exigencias – por parte de los gobiernos de Siria e Irak para que el ejército norteamericano abandone la región – su liderazgo e influencia se ha visto debilitado, lo que repercute directamente en Israel. La situación es frágil.

Ante esta situación, Trump y Netanyahu han decidido desviar la atención. Sus intenciones, acrecientan las divisiones entre las naciones musulmanas. Por lo pronto, durante el comunicado, Trump agradeció a las representaciones de Bahrein, Omán y los Emiratos Árabes Unidos. Entre tanto, el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, ha convocado para hoy sábado, a una reunión de urgencia de la Liga Árabe para tratar el denominado “acuerdo del siglo”.

Un acuerdo sin Palestina

Sobre el Acuerdo en sí, lo primero que se debe decir, es que ha sido elaborado por la administración norteamericana e israelí; es decir, que lo que pretende ser un mecanismo para alcanzar una paz duradera, no ha involucrado en su elaboración a una de las partes (la perjudicada). Pero ¿de qué se trata el acuerdo?

1) Israel obtiene la soberanía sobre las colonias ilegales en Judea y Samaria (Cisjordania). El acuerdo señala que el control de estas zonas por parte de Israel es fundamental para su seguridad, ya que es territorio fronterizo con Jordania. Como recompensa, Israel “cedería” dos territorios al sur de la Franja de Gaza. En este nuevo mapa, Palestina sería un Estado desmembrado y rodeado. El acuerdo no toma en cuenta las reivindicaciones palestinas de crear un Estado con las fronteras de 1967 propuestas por la ONU. Netanyahu ha señalado que aplicarán la ley israelí en los territorios reconocidos por los EE.UU., lo que en la práctica implicaría la anexión de los mismos.

2) La capital indivisible de Israel sería Jerusalén, tal como lo reconoció la administración Trump a finales de 2017. Se menciona como capital de Palestina a Jerusalén Este (Al-Quds), pero refiriéndose a barrios árabes más allá del muro que divide Jerusalén y Cisjordania (llamado, Muro de la Vergüenza). Este territorio carece de importancia cultural, histórica y religiosa. En “un gesto de generosidad”, se permitiría el acceso de palestinos con total ‘libertad’ a los sitios sagrados.

3) El problema de los refugiados palestinos de la guerra árabe-israelí de 1948 tendrá que resolverse fuera de Israel (bajo el nuevo mapa). De acuerdo a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), existen 5.4 millones distribuidos en Siria, Líbano, Jordania (único país que otorgó ciudadanía a los refugiados) y en los territorios ocupados (Gaza y Cisjordania).

Mapa

Además, se insta a las autoridades palestinas a reconocer a Israel y se exige que se desarmen. En cuanto a los tiempos, EE.UU. otorga cuatro años para que las autoridades palestinas cumplan con los mandatos establecidos en el plan. Además plantea que durante ese período, el territorio palestino “permanecerá abierto y sin desarrollarse”, lo que supone la imposibilidad de construir nuevas colonias (por si el sionismo no está satisfecho con haber usurpado gran parte del territorio de la Palestina histórica).

Como es costumbre en Trump, la moneda de cambio es la inversión de USD 50 mil millones para el nuevo Estado palestino, lo que – de acuerdo a la administración norteamericana – podría crear más de un millón de puestos de trabajo, duplicar el ingreso per cápita de los palestinos, reducir el desempleo en un 10% y disminuir la pobreza a la mitad.

Ante el anuncio, Al-Fatah y Hamas han rechazado el Acuerdo. Lo propio ha hecho la milicia libanesa de Hezbolá y el Gobierno iraní. Por su parte, de acuerdo a medios vinculados al movimiento saharahui, Marruecos estaría negociando la aceptación del plan siempre que EE.UU. reconozca al Sáhara Occidental como parte del reino. La reunión de la Liga Árabe se prevé tensa. La causa palestina siempre ha sido reivindicada abiertamente por todos los Estados, aunque en la práctica, algunas monarquías del Golfo terminan siendo funcionales a los intereses sionistas.

El acuerdo no tiene posibilidades de prosperar. Sin embargo, lo real es que este mismo será el norte para cualquiera que gane el premierato en Israel; sea Netanyahu, o “Benny” Gantz, su opositor político. Y la impunidad con la que podrá desarrollar el sionismo la anexión del territorio palestino, depende de las próximas elecciones en EE.UU., de ser reelegido Trump, difícilmente, se podrá evitar otra escalada de violencia en la región. Palestina ha resistido 70 años la ocupación, y mientras no se reconozcan sus fronteras a Jerusalén como su capital, y la solución a los refugiados, la resistencia continuará.