por Amanda Meza
El partido del último domingo por la final de ida de la Liga Femenina 2023 que se realizó en el estadio Alejandro Villanueva también conocido como ‘Matute’ en La Victoria nos deja muchas preocupaciones.
El estadio está casi lleno con los partidos de la liga de mujeres en un estadio céntrico y con entradas a un costo que va desde los 6 soles hasta 15 soles, pero preocupa aún la masculinidad tóxica que envuelve este deporte. Si bien es un orgullo ver un partido de mujeres llenar un estadio es indignante que el mismo lenguaje y conductas de los partidos de hombres se apropien de estos espacios que además se han vuelto concentración de familias con sus niñas y niños, y muchas mujeres de todas las edades.
Primero, hablemos de la barra aún dominada por hombres. Hay algunas mujeres integrantes tanto en la U como Alianza, pero la dominación del manejo, la música, las arengas y coros es de los hombres. Las letras de las canciones, por tanto, son las mismas que se usaban y se usan en los partidos de hombres. Es preocupante ver a niñas y niños pequeños repetir con sus padres y madres o por algún asistente que está a su costado letras como: “Llora cabro soplón”. Desagreguemos: Llora (humillación), cabro (homofobia), soplón (insulto o acusación agresiva). Hay otra como: “Cómo me voy a olvidar, cuando quemamos el gallinero. Como me voy a olvidar, si esos cabros se nos corrieron. Quiso el destino el azar…”.
Aquí además apunto que el equipo de mujeres tras la victoria del 1-0 ante Universitario cantó con la barra en celebración la canción del “Llora cabro soplón”. Abrazadas, saltando. Por qué no un cambio de conducta y actitud para no replicar esa letra, considerando que en todo partido de Perú hasta la China no merece esta lesbofobia/homofobia, pues muchas jugadoras como en muchos equipos del mundo podrían también ser lesbianas. El equipo podría coordinar con la barra tener cantos celebratorios, porque canciones sentimentales y apasionadas tiene el club Alianza Lima y también Universitario. No olvido que la U, aunque en esta fecha no se jugó en su estadio, tiene arengas también como “el que no salta es un cagón”.
¿Por qué celebrar con la arenga violenta? El fútbol de mujeres ahí tiene un gran desafío de sacudirse de esa violencia que siempre impregnó el deporte que ahora no solo es rey sino también tiene reinas.
Segundo, el racismo: El racismo estructural tampoco tiene límites entre equipo e hinchada. Detrás de mi asiento unos hombres cuestionaban a sus propias jugadoras de Alianza con expresiones como: “Esa negra bruta”.

Tercero: Indignante escuchar a niñas y niños nuevamente repetir lo que sus madres o padres dicen como: “Árbitro cachudo”, o la misma expresión a jugadoras de los equipos que no son de su pasión.
Tanto por cambiar para que mucha gente que va a ver estos partidos de mujeres de todos los clubes tampoco resulte espantada por estos comportamientos, que no son de todos y todas, pero sí son masivos.
Cuarto: La competencia tiene que estar, obviamente, y la pasión por cada equipo puede entusiasmar y hacer vibrar, pero por qué enlodar el fútbol de mujeres con insultos y más violencia aprendida de los espacios de fútbol de hombres (no diré femenino porque la feminidad no es exclusiva de las mujeres, las mujeres no son ni tienen que ser estrictamente femeninas). Mujeres que, al estar en un mismo espacio con hombres, en vez de hacer y exigir sus propias reglas en un espacio que ahora pueden liderar, compiten y emulan a los hombres en insultos hacia jugadoras y árbitros.
A todo lo mencionado hay que agregar que todos los árbitros en este partido y en otros a los que asistí en los últimos meses son hombres. Los equipos aún tienen más influencia de hombres que de mujeres, y los DT son hombres en Universitario y Alianza Lima, dos clubes históricos. No pasa así ya en el fútbol internacional desde hace años. Hay entrenadoras que han hecho historia como Tina Theune de Alemania que llevó a la victoria a su equipo en la Copa Mundial Femenina de la FIFA 2003 o la popular Jill Ellis que fue futbolista universitaria y entrenadora de la Selección femenina de fútbol de Estados Unidos entre 2014 y 2019, consiguiendo dos Copas del Mundo. La FIFA la reconoció como mejor entrenadora del mundo en 2015.
El fútbol de mujeres necesita más promoción, no solo de jugadoras que merecen buena paga, beneficios y fichajes además de mejor entrenamiento. También se necesita promover y pelear por más arbitraje y puestos para las mujeres. Por supuesto, un cambio en lo social y cultural.
Nos quejamos siempre de las peleas de barristas en los partidos de hombres, pero exacerbamos y seguimos promoviendo la violencia y agresividad ahora también en los espacios de fútbol de mujeres.
Una vez leí que el fútbol constituye un espacio de educación sentimental para los varones. Y que las mujeres aportaban lo racional, por ello, se destinaba a lo hombres el vivir la verdadera pasión del fútbol. Ideas como esta hay que desterrarlas ya.
El fútbol no es un deporte de exclusividad de los hombres. Si así lo era en la práctica, ya no lo es. Y como otros espacios sociales tiene que reformarse. Dejen de ocupar el lugar de poder. Y mujeres, tomen la batuta que les corresponde y hagan sus propias reglas diferentes, inclusivas, asertivas y revitalizantes, lejos de los discursos de odio y de la violencia.
P.D. La final de vuelta de la Liga de mujeres será entre Universitario y Alianza Lima y se jugará el 2 de setiembre a las 7 de la noche en el estadio Monumental de Ate.