Muchas voces que, por lo general, han sido centradas y razonables, hoy hablan sin mayor rubor de la caída del primer gabinete de ministros del gobierno de Castillo, y de una eventual vacancia presidencial. Aquí quiero proponer una mirada equilibrada de lo que significa el gabinete y, sobre todo, hacer énfasis en una cosa: este país necesita diálogo y más diálogo para lograr consensos y lograr superar la pandemia y reactivar la economía. Nadie gana con más enfrentamientos ni con más inestabilidad.
Lo primero que hay que tener claro es qué significan Castillo y su gabinete, y en qué contexto emergen. Mucho se ha dicho que “Castillo no debe hacer un gobierno radical porque la gente sólo votó por él para evitar el fujimorismo”. Pero lo cierto es que, según una encuesta de Ipsos, la mayoría de quienes votaron por el actual presidente lo hicieron “porque representaba el cambio que el país necesita” (43%) y porque “entiende mejor a la mayoría de la población” (24%); en tanto que un 27% lo hizo “para evitar que el fujimorismo llegue al poder”. Así, si bien el antifujimorismo puede haber sido decisivo para otorgarle esos 44 mil votos de diferencia, no se puede negar que el voto por Castillo expresa una voluntad de cambio y de una representación política más cercana a la población.
Ahora bien, lo que ha causado gran polémica ha sido el nombramiento del congresista por Cusco, Guido Bellido, como Presidente del Consejo de Ministros, e incluso muchos están exigiendo su renuncia. Entre los argumentos utilizados, se encuentran los siguientes: que sería “prosenderista”; que “es radical y eso demuestra que el gobierno buscará imponer su plan de primera vuelta”; que “Cerrón lo ha puesto allí”; y que “es homofóbico”.
Vamos a analizar estos argumentos.
¿Bellido es prosenderista? No. Para afirmar esto se dice que años atrás rindió homenaje a Edith Lagos en sus redes sociales. Recordemos aquí lo que la propia CVR dijo sobre la imagen pública que generó la muerte de Lagos, una joven poeta ayacuchana que formó parte de Sendero Luminoso y que murió durante una acción terrorista en 1982:
“El cadáver de Edith Lagos llegó a Ayacucho con el aura de esos personajes cuya muerte precoz relativiza su criminalidad y pone de relieve su genérica rebeldía, sin que importe mucho el color político. Su entierro fue apoteósico según los medios que lo transmitieron. No sólo hubo planos generales de la multitud, sino detalles de su féretro y de su ropa llena de sangre. Esto propició una improvisada iconografía que algunos periódicos ayudaron a forjar” (“Los medios de comunicación”, Informe Final de la CVR, tomo III, cap. 3, pp. 477-536)
Al margen de mi opinión de condena al terrorismo senderista, lo cierto es que en muchos sectores existe un “aura” de idealización sobre el caso de Lagos, y Bellido forma parte de la población que comparte esa narrativa. Sin embargo, eso no lo hace “prosenderista”, e incluso no ha dudado de calificar de “acciones terroristas” a las acciones de SL y ha dejado claro que discrepa con la vía tomada por esa agrupación. Decirle “proterruco” es una mirada muy plana y simplista. Lo que ocurre es que si durante 20 años la política ha estado dominada por dos narrativas sobre la guerra entre el Estado y el terrorismo (la narrativa castrense de los “delincuentes versus los héroes” y la narrativa derechohumanista de “la población victima entre dos fuegos”), por primera vez llegan al gobierno personas que tienen una tercera narrativa, que siempre ha existido pero que era invisible. Una narrativa que es distinta, pero que no es “pro-terrorista”.
Ahora bien, ¿Bellido es una imposición de Cerrón? Bellido es parte del ala ortodoxa de su partido, eso está claro. Pero de allí a decir que Cerrón lo ha “impuesto” hay una distancia muy grande. Primero, porque no hay ningún indicio de que no haya sido una decisión del propio Presidente, y esa idea revela puro prejuicio, como si el Presidente no tuviera la capacidad de tomar sus propias decisiones. Y segundo, porque Perú Libre es el partido de gobierno, y en cualquier democracia del mundo es normal que el partido de gobierno pretenda mantener la conducción del gobierno, y también es natural que el secretario general del partido tenga interlocución con el gobierno. Entonces, la idea de que Bellido es “impuesto por Cerrón” es prejuiciosa y al mismo tiempo parte de no entender cómo funcionan en democracia las relaciones partido-gobierno. Parece que 30 años de no tener un partido de gobierno sino puro caudillo nos han hecho olvidar cosas básicas de la institucionalidad democrática.
Pero, OK, que sea del partido pero, ¿por qué tenía que poner a un radical? Vamos a ver con calma este argumento. Si bien Bellido como actor político es del ala “radical”, esto no nos lleva de inmediato a pensar que no tiene capacidad de cumplir idóneamente su función como presidente del Consejo de Ministros. Porque una cosa es la opinión de una persona cuando no ejerce responsabilidad pública, y otra cosa es cuando lo hace. El popular “una cosa es con guitarra y otra cosa es con cajón”. Recuerdo cuando Ollanta Humala nombró a Pedro Cateriano como premier: mágicamente pasó de ser un “troll” antifujimorista y antialanista a organizar una ronda de diálogos con Alan García y Keiko Fujimori. En este caso, Bellido merece el beneficio de la duda: que sea “radical” no lo hace automáticamente incompetente para cumplir con el encargo que le ha dado el presidente: coordinar a su gabinete y concertar con las otras fuerzas políticas para llevar a la práctica las propuestas presentadas durante la segunda vuelta y en el mensaje presidencial de 28 de julio.
Por último, ¿es Bellido homofóbico? Sin duda, sus comentarios en redes sociales han sido violentamente homofóbicos. Eso es algo contra lo que quienes defendemos la igualdad debemos estar alerta. Pero si su pensamiento homofóbico fuera causal de renuncia ¡cuántos ministros hubieran tenido que renunciar en estas últimas décadas! Aquí de lo que se trata no es de opiniones personales, sino de políticas públicas. ¿Ha anunciado Bellido alguna política pública que retrocede en derechos para la comunidad LGTBI? No. Si lo hace, allí lo criticaremos. Por el momento, él mismo ha prometido superar “el racismo, clasismo, el machismo y la homofobia” arraigados en la sociedad. Quién sabe y pueda aprender, como lo hicieron también Fidel Castro y Evo Morales.
Así pues, ¿por qué no se le puede dar el beneficio de la duda? ¿Por qué se exige su renuncia? Pongamos paños fríos: Bellido es un actor político válido y legítimo, representativo de ese voto radical que es la base social de Castillo, pero que al mismo tiempo puede tener perfectamente las capacidades políticas necesarias para negociar, concertar y conducir. Por sus hechos lo conoceremos.
Ahora bien, me he detenido extensamente en el caso del presidente del Consejo de Ministros porque es el centro de los pedidos de renuncia, con hashtag y todo, incluso de actores democráticos como el Partido Morado. Pero hay que decir algo del gabinete como conjunto. Vergara ha dicho que “Cerrón vacó a Castillo” y Álvarez Rodrich que “Cerrón ha copado el Estado”. Son frases irresponsables y excesivas: nada en los hechos concretos en el gabinete ministerial muestra algo así. El gabinete es claramente uno de coalición, donde tienen presencia los partidos de izquierda que vienen acompañando a Castillo desde la campaña por la segunda vuelta: hay ministros del Frente Amplio (Producción y Salud), de Juntos por el Perú (MINCETUR, MIMP y MEF) y de RUNA (Culturas), así como de Perú Libre; además, hay un ministro que proviene de organizaciones sociales (Víctor Raúl Mayta, ex dirigente de la Confederación Nacional Agraria) y muchos destacados independientes en Justicia, Educación, Interior. Hasta aquí contamos por lo menos 10 ministerios que no están no por asomo “controlados” por Perú Libre, porque es, insisto, un gabinete de coalición.
¿Hay ministros que preocupan, porque no tienen experiencia en su tema o porque tienen algunos antecedentes que preocupan? Sí, los hay, y no son pocos. Nadie está diciendo que el gabinete sea perfecto. En algunos casos la solución puede ser un relevo, en otros quizá los equipos técnicos puedan reforzar la conducción política que debe realizar el ministro. Porque recordemos: el ministro es un cargo político, que debe conducir a su sector de acuerdo a los objetivos de política que se ha trazado, y son los viceministros, directores y gerentes quienes tienen a su cargo los aspectos técnicos.
Al mismo tiempo, ha habido nombramientos malos: el director de ProMovilidad en el MTC, dueño de una empresa que emitía revisiones técnicas “bamba” según la investigación de El Comercio; o el nuevo jefe del gabinete de asesores del ministerio de Vivienda, con una investigación abierta por crimen organizado y lavado de activos (los mismos delitos por los que se investiga a Keiko Fujimori, por cierto). Lo malo, hay que decirlo y denunciarlo. Pero al mismo tiempo parece haber capacidad de reacción: por ejemplo, se dejó sin efecto el nombramiento de la jefa de ProVías que fue cuestionada por no cumplir los requisitos para el cargo y por su cercanía con Cerrón. Para eso deben servir las denuncias: para corregir lo que haya que corregir.
En suma, ¿el gabinete es controlado por Cerrón para convertirnos en Venezuela? No, no hay argumentos para afirmar algo así. Es un gabinete de coalición, con grises, cosas positivas y cosas preocupantes, con contradicciones, pero dentro de ello es un gabinete legítimo con el cual los demás actores políticos están obligados a dialogar de manera constructiva y propositiva. Diálogo y más diálogo: eso es lo que necesita el país.