La guerrilla no se define por las características de los combatientes –generalmente fuerzas irregulares– ni por sus objetivos últimos. Es, en esencia, un método bélico utilizado para combatir fuerzas superiores en armamento, controlando determinados territorios, emboscando a sus contendientes, o intentando rodear ciudades o poblados, acosando a su población, siendo centrales en su táctica el efecto sorpresa, la dispersión de los grupos guerrilleros, su movilidad y la simulación o el engaño.
Por sus características, la guerra de guerrillas se desarrolla principalmente «en las zonas rurales por grupos que conocen el territorio y a los que difícilmente se les puede distinguir de la población civil». Su éxito depende del apoyo de la población local, siendo que muchos de sus miembros se unen a la guerrilla. El término «guerrilla» es antiguo, y fue utilizado por primera vez durante la guerra de independencia española ante las fuerzas invasoras napoleónicas a inicios del siglo XIX, expandiéndose su uso durante el siglo XX (Enciclopedia de Paz y Conflictos, Granada, Editorial de la Universidad de Granada, Tomo I, 2004, p. 525).
El gran periodista Jon Lee Anderson, en su libro «Guerrillas», recuerda que estas pueden surgir en cualquier sociedad: «el pueblo toma las armas por muchas razones diferentes, que van desde la indignación por las desigualdades económicas y las injusticias sociales hasta la sistemática discriminación cultural, racial y política» (2018: 13) Anderson discute en sus libros el caso de los muyahidines de Afganistán, los karen de Birmani, el Polisario del Sáhara Occidental, el Frente Farabundo Martín para la Liberación Nacional de El Salvador y los grupos palestinos de Gaza.
El terrorismo tampoco se define por la idea que lo inspira (sea la ideología política, la religión, la nación o cualquier otra razón) sino por las características de los actos terroristas –sean individuales o grupales–. El terrorismo a) tiene por objetivo afectar la vida socio-política de la una colectividad, b) genera una asimetría entre la violencia ejercida y el efecto psíquico que produce en las personas (el terror), c) actúa de forma imprevisible, y d) selecciona sus objetivos –personas y bienes– buscando símbolos, que al verse afectados generen terror en toda la población o en el gobierno. (Enciclopedia de Paz y Conflictos, Granada, Editorial de la Universidad de Granada, Tomo II, 2004, pp. 1096-1097).
Como señala José María Perceval, el terrorista piensa que el terror se justifica pues no hay otra manera de asegurar la convivencia, o cree que el Estado es un opresor violento y eso justifica actuar con la misma violencia –sin importar las víctimas inocentes–, o ven el terror el camino hacia el paraíso en la tierra. El terrorismo pone las ideas (políticas, religiosas, nacionalistas, etc.) por encima de las personas y sus derechos. Michael Walzer –en su libro «Reflexiones sobre la guerra» ha señalado que toda la argumentación terrorista es solo una excusa para evadir el duro trabajo de la política: convencer, generar apoyos, producir consensos, impulsar cambios. Nada justifica el terrorismo.
Un grupo puede combinar ambas tácticas. Puede usar las tácticas guerrilleras para, por ejemplo, emboscar a miembros de la policía o del ejército, y realizar a la vez actos terroristas, como los ataques contra la población civil que buscan generar pánico en la sociedad. Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru han sido calificados como organizaciones terroristas, pues los métodos terroristas han sido centrales en su actuar. Y aunque eventualmente usaron tácticas guerrilleras, el terrorismo no solo fue predominante, sino que ha quedado profundamente grabado en la memoria colectiva del país.
Y está bien que sea así. Pero también es muy importante difundir los conceptos y entenderlos, en lugar de unirse a los gritos destemplados que repiten consignas en lugar de ideas, como ha pasado recientemente tras la exposición realizada por el fiscal José Domingo Pérez en México. En esa presentación, el fiscal calificó a Sendero de guerrilla, así como de organización subversiva y terrorista. Es legítimo discutir y cuestionar el uso de los términos, los cuales, como hemos explicado, tienen tras de sí una larga y compleja historia. Pero hay que estar muy atentos a no caer en la guerrilla mediática que busca acosar con la desinformación y las emboscadas de las medias verdades.