Por Angélica Motta, antropóloga
El #MeToo (Yo también) norteamericano y su contraparte francesa #Balancetonporc (Delata a tu cerdo), importantes movimientos de denuncia y toma de conciencia de mujeres que han tenido la valentía y la fuerza de sacar a la luz actos de abuso y depredación (hetero)sexual de los que fueron víctimas, ha sido cuestionado por un grupo de intelectuales y artistas francesas en nombre de la libertad sexual y de lo que entienden como riesgo de puritanismo conservador.
En su pronunciamiento, estas mujeres francesas se erigen como abanderadas de la “libertad de importunar” de los hombres, afirmando por ejemplo su derecho a “tocar rodillas” sin consentimiento y “robar besos”. En su urgencia por proteger ese lamentable entendimiento de “libertad” sexual masculina (celebradísimo por quienes se sienten cómodos con los guiones sexuales de apropiación del cuerpo femenino que el patriarcado promueve) estas mujeres perdieron cualquier sentido de empatía con las víctimas de depredación sexual. Al menos una de las firmantes, Katherine Deneuve, tuvo capacidad de reacción y ya pidió disculpas por ello.
Hablar del riesgo de fortalecimiento de discursos conservadores en un contexto en que el peligro sexual que enfrentan las mujeres se hace tan evidente no es descabellado, la alta prevalencia de situaciones de abuso podría tomarse de excusa para reafirmar un lugar de reclusión de las mujeres en esferas “protegidas” y de modestia sexual, cargándonos un vez más con la responsabilidad de no incitar el “invariablemente incontrolable” deseo masculino. Pero precisamente frente a este riesgo conservador, discursos como el de las francesas equivocan de manera lamentable el camino. No es vía la defensa de los privilegios sexuales masculinos que vamos a trascender riesgos de conservadurismo puritano.
Para darles el beneficio de la duda, quiero pensar que a este grupo de francesas, les preocupa realmente las libertades sexuales pero tienen un punto ciego para entender cómo la sexualidad está atravesada por estructuras opresivas de género que es necesario desmontar al tiempo que reclamamos y construimos un mundo con mayor libertad sexual.
Una verdadera liberación sexual no es posible sin una revolución de género, sin un desmontaje profundo de las relaciones de poder y de privilegio que #metoo / #balancetonporc – y en el Perú, campañas como NiUnaMenos – han ayudado tremendamente a remecer.
Sin embargo, algo que sí valoro de esta controversia es que invita a hablar y discutir sobre las libertades sexuales y lo que necesitamos como sociedad para una verdadera democracia sexual y erótica. Mujeres, y personas que incorporan la feminidad en alguna medida en su identidad, tenemos pendientes retos no solo para acabar con el abuso y el acoso sino para afirmar el placer de manera cabal en nuestra experiencia vital.
Las mujeres estamos colocando una gran energía en denunciar y afirmar lo que no queremos, afirmemos con la misma fuerza también lo que queremos, hablemos también de nuestro placer, de las experiencias de afirmación del deseo que hemos hecho posible en medio de estructuras opresivas que estigmatizan nuestras actitudes afirmativas en este terreno. Hablemos también de los obstáculos que enfrentamos para vidas sexuales plenas, más allá de la depredación masculina, de aquellos que llevamos internalizados, que mellan nuestra curiosidad e invisibilizan nuestras múltiples posibilidades sexuales. Ojalá también que muchos hombres que han tenido una actitud defensiva frente a estas campañas puedan ver la oportunidad que se abre para experimentar otro mundo sexual, uno en el que – entre otros – se puedan permitir erotizar el consentimiento y experimentar formas de placer más empáticas.