Es ingenuo pensar que durante este 2022 se ha podido resolver parte de la problemática que atraviesa el cine peruano, más aún en un contexto de inestabilidad política.

El 2022 ha sido un año difícil para el cine peruano. Hay muy poco que celebrar y bastante que analizar a la luz de más de diez años de estímulos y a la luz de un cine que cada vez llega menos a los peruanos y peruanas en tiempos de democratización y de streaming. Es paradójico que mientras existen más oportunidades de acceso, o se haya aún generado vías para acercar el cine peruano a las personas, a las escuelas y universidades. Por ello, el 2022 ha sido un periodo de conformismo, de manejo en piloto automático de las políticas públicas audiovisuales, de escasa articulación entre sectores, y de nulo compromiso político para su avance. Y también ha sido un año que se sella con la indiferencia o silencio de un sector del audiovisual peruano que miró para otro lado cuando el Estado asesinaba a manifestantes en diversas zonas del país. Acaso, ¿no sería esta indiferencia el reflejo de por qué el cine peruano no avanza?

Es ingenuo pensar que durante este 2022 se ha podido resolver parte de la problemática que atraviesa el cine peruano, más aún en un contexto de inestabilidad política, donde la cultura quedó fuera del interés público debido a la agenda ‘vacadora’ o golpista que predominó durante meses. Los pedidos de creación de cinemateca, de más apoyo a la exhibición del cine peruano, de políticas para fomentar espacios alternativos o la mejora en aspectos formativos quedaron -y quedan aún- desplazados mientras no se solucionen los problemas a corto y mediano plazo en un país demasiado golpeado por la violencia y los oportunismos políticos.

Sin embargo, pese a todo identifico algunos hechos que hacen que este año pueda percibirse como un periodo de cuasi suspensión, que invite una vez más a la reflexión sobre las urgencias, necesidades y demandas. A continuación, diez hechos de interés que permiten analizar la situación del cine peruano.

  1. El estreno de Willaq Pirqa. Esta comedia dramática del cineasta ayacuchano César Galindo, estrenada en salas comerciales de Lima, Cusco y Arequipa, es una de las mejores películas peruanas hechas en los últimos años. Pese a su pasión, creatividad y talento, es una película con atractivo comercial que ha llamado poco la atención del espectador de multicines, eso sí, opacada por el estreno de Avatar y por la situación de un país convulso. Podría tentar algunas razones de por qué Willaq Pirqa: el cine de mi pueblo no ha tenido éxito, pese a contar con todos los requisitos para ello, y quizás serían las mismas que hace que medio cine peruano siga invisibilizado: ninguneo de exhibidoras que colocan películas en horarios pésimos y en poquísimas salas, poca inversión en publicidad, limitado apoyo estatal (ni los programas de la TV pública la difundieron) y, sobre todo, que sea un film “regional”, en quechua, con reparto de Cusco, con una historia grabada en los Andes. Ya sabemos que mientras no salgan los actores y actrices de siempre, cualquier film quedará difuminado en el universo de los multicines.
  2. Persistencia de la comedia. Este 2022 fue el año de las comedias comerciales. Se estrenaron una decena de films del género más solicitado por el espectador promedio de multicines. ¿Quién dijo Detox?, ¿Nos casamos? Sí, mi amor, No me digas solterona 2, Encintados, Seductores irresistibles, Cosas de amigos, Mundo gordo, Sugar en aprietos confirmaron que las productoras locales no van a arriesgarse a dar un paso más hacia la creatividad, sino solo repetir fórmulas manidas, que aseguren la carcajada fácil de la mano de actores y actrices famosos de la televisión. La crisis post pandemia exige recuperación del tiempo y dinero perdido, y producir comedias parece una salida rápida, aunque la más taquillera 2022 hizo 230 mil espectadores (La foquita hizo casi un millón antes de pandemia).
  1. ¡Por fin!: directora en DAFO. Luego de estar más de un año descabezada, y sin mayor exigencia de gremios y afines para la ocupación de este cargo, el Ministerio de Cultura logró que la Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos medios (DAFO) tuviera una directora. Se trata de Ericka Chávez, servidora pública que antes ya había trabajado en el sector en la Dirección Desconcentrada de Cultura en Cusco. Sin embargo, la actual gestión solo ha continuado con la usual labor administrativa, aquella que garantiza el circuito natural del otorgamiento de estímulos.
  2. Un año más sin cinemateca. Este año el colectivo Por una cinemateca peruana, formado por miembros de la sociedad civil, realizó diversas actividades para llamar la atención ante un proyecto de ley que ha quedado en el olvido del Mincul. Así, el 2022 se convierte en un año más sin poder contar con la gestión hacia una nueva cinemateca peruana. No solo se requiere la anuencia del MEF y de otros sectores para lograr la materialización de la ley, sino también una clara demanda de la sociedad misma, por ahora débil o discreta.
  3. Salas alternativas en regiones. El Mincul, a través de los estímulos a la gestión de salas alternativas, ha hecho posible que gestores sostengan espacios de exhibición alternativa de cine peruano, latinoamericano y en general, como pasa con Qine en Cusco, el Cine Club Lambayeque, o el Centro Cultural Cine Chimú, en Trujillo, por ejemplo. Ha sido un año de fortalecimiento de estos espacios, y que a su vez tienen una labor de aporte a la formación, y suplen la falta de diversidad de carteleras de multicines.
  4. El papel del Sinca. El Sindicato Nacional de Trabajadoras y Trabajadores Audiovisuales y Cinematográficos del Perú viene desarrollando un rol importante para velar por el cumplimiento de diversos protocolos en las producciones y también para el envío de alertas y acompañamiento ante situaciones de precarización laboral. En este 2022 se ha afianzado su rol, a través del cual, incluso personas no afiliadas acuden para que logren transmitir sus demandas.
  5. Películas restauradas. El 2022 fue el año del reestreno de varias películas restauradas o remasterizadas, algunas proyectadas en cartelera comercial o en festivales, como sucedió con Cholo, El rey, El viento del ayahuasca, Profesión detective, Malabrigo, entre otras. Destaca el estreno de Luis Pardo (1927) de Enrique Cornejo Villanueva, que se pudo ver online de manera gratuita en la plataforma Retina Latina. Ante la ausencia de una cinemateca, estas películas se mantienen resguardadas por sus propios autores o por alguna entidad privada.
  6. Academia Peruana de Cine. En el evento internacional Iberseries, realizado en Madrid, se realizaron varias reuniones con los representantes de las academias de cine latinoamericanas, entre ellas, la de Perú. La novedad: que las diversas comunidades del cine recién se enteraban que el país contaba con esta entidad representativa. La respuesta de la Academia fue que solo se debe a sus miembros.
  7. Filma en Perú. Luego de varios intentos, Promperú relanzó en diciembre su estrategia Film in Peru, que busca promover que productoras internacionales vengan a filmar al país. Tras la difusión del trailer de la película Transformers, que se grabó en Cusco y San Martín, se busca potenciar esta estrategia para visibilizar al Perú como locación. Aún hay varias dificultades que asumir y resolver, como aspectos de índole tributario y de articulación intersectorial.
  8. Retraso de estrenos post pandemia. Películas realizadas en 2018 y 2019 recién tuvieron estreno este año en cartelera comercial post pandemia, como Mataindios, Larga distancia o la misma Willaq Pirqa: el cine de mi pueblo. Films también finalizados en pandemia, en 2020, tuvieron su estreno en cartelera comercial un año después de su paso por algunos festivales internacionales y locales, como Samichay, Autoerótica o La restauración. Sin embargo, el problema persiste: poco interés de los espectadores en el cine peruano de corte independiente y el permanente trato desigual de las distribuidoras y exhibidoras ante los clásicos blockbusters o simples films de un Hollywood rutinario.

    Es imposible romper con las dinámicas de exhibición trazadas por las transnacionales. Y una soñada cuota de pantalla podría ser un paliativo y no una solución. Por ello, es indispensable repensar la política del audiovisual y apostar por fortalecer y generar espacios alternativos de exhibición en todo el país, hacer alianzas para su desarrollo y lograr que el cine peruano sea al menos conocido, aquí, dentro del Perú mismo.