El 80% del tiempo asignado a labores de cuidado es realizado por mujeres. Durante la pandemia por Covid-19 la situación se hizo más grave para las mujeres con trabajos fuera de casa, quienes asumieron una doble jornada.

Redacción Wayka

«El ‘quédate en casa’ asumía que alguien estaba en casa, que alguien iba a cuidar de los demás, que alguien iba a desinfectar, limpiar, hacerse cargo de los chicos, preparar las tres comidas», explica Alejandra Alayza, gerenta de políticas y campañas de Oxfam en Perú.

Según datos de la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo, las mujeres peruanas con hijos dedican 32 horas semanales al trabajo remunerado y hasta 48 horas al trabajo doméstico no remunerado. Para las mujeres sin hijos, el tiempo dedicado al trabajo remunerado es de 35 horas semanales, y 26 horas al trabajo no remunerado.

Esa situación es objeto de estudio en el informe de Oxfam, Tiempos de cuidados: desigualdades, economía feminista y trabajo de cuidados en el Perú. Aportes para transformar un sistema en crisis. El texto cuenta con análisis y aportes de Leda Pérez, Susana Osorio, Jackeline Velazco, Julia Velazco, Tamia Lavado, Giovanna Vásquez, Hugo Ñopo y Alejandra Alayza.

Durante la crisis por Covid-19 el problema solo se intensificó, pues las mujeres con trabajos fuera de casa, o en modalidad de home office, se enfrentaron a una doble jornada. «Las mujeres han llevado un peso brutal en la carga de cuidados para transitar esta pandemia», sostiene Alayza.

Desigualdad estructural

De acuerdo a datos del INEI, se estima que el valor monetario atribuido al trabajo de cuidados no remunerado en el Perú constituiría entre el 17% y el 24,4% del producto bruto interno (PBI). Ese trabajo lo afrontan mayoritariamente las mujeres, y el tiempo que dedican a ello las mantiene al margen de la economía, la sociedad y la política.

Para discutir los hallazgos de la publicación de Oxfam, el jueves 17 de diciembre se llevó a cabo la mesa redonda: Desigualdad y crisis de cuidados en el Perú: Elementos para impulsar un sistema de cuidados desde un enfoque feminista.

«Nosotras trabajamos tres veces más que los hombres en labores de cuidado, trabajamos 24 horas más que los hombres en estas tareas», señala Susana Osorio, economista feminista y una de las colaboradoras del informe de Oxfam. Al respecto, resaltó que existe un poderoso mandato social que limita a las mujeres de desprenderse de las obligaciones del trabajo doméstico.

Al no ser dueñas de su tiempo, las mujeres se enfrentan a una pérdida de autonomía que hace más difícil escapar a desigualdades económicas.

«Lo que vemos para mujeres que logran trabajar fuera de casa, son trabajos de menor calidad, trabajos a medio tiempo, trabajos en la informalidad», comenta Leda Pérez, investigadora de la Universidad Pacífico, quien también partici´pó en el informe.

De acuerdo al informe de Oxfam, las mujeres más pobres son las más afectadas pues dedican casi el doble de tiempo al trabajo doméstico en comparación de las mujeres de hogares con mayores ingresos.

Trabajadoras del hogar

¿Qué sucede con las mujeres que se dedican al trabajo doméstico remunerado? Históricamente, este sector se ha caracterizado por la mala remuneración y deficientes condiciones laborales.

«Somos mujeres que hacemos posible que otras mujeres se realicen profesionalmente», resaltó Leddy Mozombite, secretaria general de la Federación Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar del Perú (FENTTRAHOP). Pese a ello, sus labores no gozaban de los mismos derechos que otros empleos.

Después de más de 20 años de lucha, recién este año se aprobó la Ley de Trabajadoras del Hogar.Sin embargo, la precaridad no queda resuelta con una norma. «Las trabajadoras del hogar no contamos con derechos básicos como un contrato escrito, sueldo por encima del mínimo, seguro de salud, entre otros derechos», indica Mozombite.

Durante la pandemia, fueron víctimas de despidos o se vieron forzadas a realizar labores ‘cama adentro’ sin mayor pago de por medio. A ello se suma la sobrecarga laboral, encierros forzados y mayor vulnerabilidad para mujeres migrantes. «El Estado tiene una deuda pendiente con las trabajadoras del hogar», sostiene.