Podríamos empezar esta nota comentando sobre el efecto Roma en la sensibilidad de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Hollywood, de cómo este reconocimiento al cine de fondos gringos con temática y mano de obra mexicana consigue diez nominaciones y de cómo una lengua originaria capta la atención del país de Donald Trump. También podríamos hablar de la decena de nominaciones de dos cineastas extranjeros, ya que por un lado aparece el griego Yorgos Lanthimos, que con La favorita crea su mejor obra (lo que no sé si sea un halago) y por otro, asoma uno de los tres mosqueteros mexicanos, Alfonso Cuarón, la nueva gallina de los huevos de oro de Netflix.

Sin embargo, me parece un modo interesante de comenzar este texto mencionando a un film que pinta de cuerpo entero los gustos, sentimientos, culpas y afectaciones de una Academia desgastada, apolítica, obsesionada con el refinamiento estético y las sensiblerías hiperemocionales: Cafarnaúm de la libanesa Nadine Labaki. Se trata de una película nominada en la categoría mejor film de habla no inglesa, y que refleja una respuesta a un gusto presto a profundizar en la barbarie más asqueante de la humanidad pero disfrazándola de melodrama de denuncia sobre los refugiados sirios y los pobres del mundo. Un niño libanes (un refugiado sirio de la vida real) es maltratado por su familia, recibe insultos y golpes diarios de su madre y padre, quienes están entretenidos también por entregar como novia a su hija de once años al bodeguero del barrio. Pero el film no comienza allí, sino desde escenas que muestran cómo Zain, este niño de doce años pero que parece de siete, es detenido y enviado a la cárcel por matar a un hombre, y de cómo le pide al juez que quiere demandar a sus padres, los malditos, por haberle dado la vida, quienes también lo arrojan a vivir de pordiosero y a cuidar a un bebé de meses que encontró abandonado.

Y aquí viene el ejercicio más interesante aún: ¿qué hay del espíritu Cafarnaúm en los otros films nominados? Si bien Roma es un film sobre un personaje excluído, la trabajadora del hogar Cleo, hay una intención por sublimar esta condición a partir de una puesta en escena estetizante, de paneos y grandes panorámicos y que a la vez pueda entender más que denuncia, como un homenaje. Es decir, hay una necesidad de que estos films nominados representen los temas de la actualidad, las demandas por el respeto a la diversidad como las luchas contra el racismo (Infiltrado en el KKKlan), el respeto a lo diverso en (Green BookPantera Negra, o la cuota LGTB en La favorita) o las lacras de la corrupción (El vicio del poder). Es decir, pese a los estilos diferentes, los géneros y el valor cinematográfico, Hollywood seguirá empeñado en premiar temas y las “buenas intenciones”, historias con trasfondo moral que edifiquen y que ayuden a calmar las angustias ante los males del mundo.

Por otro lado, esta edición también ha generado un hito entre los films de consumo, de cómo la habilidad de Ryan Coogler, director de Pantera Negra, ha logrado que un film de Marvel obtenga su primera nominación en la historia mejor película del año. Y de cómo una película pacata, reprimida, y sin mayores logros estéticos como Bohemian Rhapsody logre nominaciones en categorías importantes.

Más bien no hay que dejar que pase desapercibida la presencia de Border, la película sueca de Ali Abbasi, que si bien está nominada en la categoría olvidable de mejor maquillaje, se trata de una de las mejores obras fantásticas del año pasado, y que recupera un viejo mito de hombres lobo en un territorio rural y extraño del siglo XXI.

Y algo que sí sorprende bastante en este Hollywood que le gusta la corrección política y quedar bien con sindicatos y la ola #MeToo es su desinterés ante las obras de cineastas estadounidenses, como la de Debra Granik, que con Leave no Trace se ubicó entre los mejores films de todo el 2018, o la de la escocesa Lynne Ramsay. Una lástima que entre las nominadas “de peso” no haya mujeres.  En mejor dirección y mejor película no existe para esta academia trabajos de mujeres para reconocer. Por ejemplo, aparecen mujeres nominadas en mejor guion adaptado (Nicole Holofcener por ¿Podrás perdonarme algún día?) y en mejor guion original (Deborah Davis por La Favorita) y en las categorías técnicas que históricamente se consideran muy de mujeres: dirección de arte y vestuario. También destaca la nominación al documental RBG, de Betsy West y Julie Cohen, y en las nominaciones a cortometrajes para los trabajos de Rayka Zehtabchi, Marianne Farley, Alison Snowden y Louise Bagnall. Sin embargo, cuatro films nominados a mejor película son coproducidos por mujeres: Ceci Dempsey y  Lee Magiday por La Favorita, Gabriela Rodríguez por Roma, Lynette Howell Taylor por Ha nacido una estrella y Dede Gardner por El Vicio del poder.

La cuota femenina es muy baja, quizás la más débil que en años anteriores para un Hollywood que invisibiliza y que le interesan más las mujeres cuando protagonizan o dirigen films que resuelvan sus culpas morales y de clase.