Por Gabriela Wiener, Claudia Cisneros, Katherine Subirana y Laura Arroyo/ Publicado en FemLatam

¿El periodismo puede ser feminista o no? Cuatro mujeres periodistas y comunicadoras explican cómo se construyen las noticias desde otras perspectivas y praxis sobre un debate urgente en el periodismo.

En cuanto al género, históricamente en el periodismo y en la construcción de las noticias ha dominado una visión androcéntrica, masculina, heterosexual y blanca; esa hegemonía es la que los feminismos han venido a desmontar para introducir otras perspectivas, como la de género. Quien no ve esto es porque está tan dentro del problema que no es capaz de detectarlo.

“Lo importante es investigar los hechos, no quedarnos en la superficie del #YoTeCreoHermana, en el #MeToo yo te creo per se”, Paola Ugaz en RTV.

“Alguna gente feminista se mete al periodismo pero no con esa búsqueda de la verdad sino con un carácter de activista y en ese caso se les confunde todo y le hacen un daño enorme a la causa del feminismo y también al periodismo (…) y usan las redes par armar unos cargamontones espectaculares”, Álvarez Rodrich en RTV.

Para debatir las diversas cuestiones que conciernen al feminismo, es seguro que una feminista no elegiría a Augusto Álvarez Rodrich como interlocutor. Si hay alguien que le ha abierto en los últimos tiempos las puertas a la impunidad machista en los medios y lo ha justificado desde su supuesta progresía y en nombre de una muy discutible libertad de expresión, ese es Augusto Álvarez Rodrich. Desde la posición de poder que ocupa en el diario La República, le ha negado apoyo a periodistas mujeres con las que comparte espacio de trabajo cuando éstas han denunciado las prácticas patriarcales dentro de ese periódico, incluso el acoso sexual de sus jefes; ha ninguneado la labor de su editora de género cuando ella solo defendía lo justo y ha insultado públicamente a una referente feminista como Rocío Silva Santisteban. 

No ha estado Álvarez Rodrich tampoco a la altura cuando ha tenido que responder los cuestionamientos reiterados al medio que dirige sobre la clara misoginia con la que manejan la información. Sobran ejemplos para señalar su forma de tratar y referirse al movimiento feminista como agresiva, irrespetuosa y, por supuesto, machista. Por eso, Álvarez Rodrich sería la última persona con la que cualquier feminista hablaría de cancelaciones, MeToo, tolerancia, punitivismo o cualquier otro tema que preocupe al interior del feminismo. Y no por falta de voluntad de diálogo sino porque es inútil y contraproducente validar como siquiera debatibles los pseudoargumentos de alguien a quien parece interesarle el feminismo solo cuando se trata de atacarlo para proteger sus intereses.

La única puerta que las feministas cerramos es aquella que le da voz al machismo. Más aún si se disfraza de hombre que se autoseñala, incoherentemente, como feminista.  

“Yo también soy periodista y feminista. Pero hay otra faceta que es el activista y que en algunos casos ese activismo choca con el periodismo porque el activismo promueve su causa contra lo que sea y el periodismo busca la verdad, busca los hechos”, Álvarez Rodrich en RTV.

Foto: Latfem

¿Es el periodismo feminista menos profesional?

Este artículo, sin embargo, no es para mostrar el antifeminismo de Rodrich o su poca o nula autoridad para hablar de algo que no entiende ni conoce, pese a autodenominarse feminista. Este artículo tiene como propósito abordar el falaz mensaje emitido en la entrevista en vivo que AAR hizo en su espacio semanal en la web de La República a la periodista Paola Ugaz y que lleva el título de “El feminismo hoy en el Perú”. En ella, ambos se esfuerzan por instalar un falso debate en torno a si el periodismo puede ser o no feminista, o de si el activismo es un peligro para la búsqueda de la verdad y el seguimiento de los hechos. 

“Yo soy periodista, soy reportera, y lo primero para mi, lo que es importante son los hechos. Entonces, a mi no me basta el #MeToo. El Metoo, claro, hace que todo el mundo vaya y diga (…) que apoya a la víctima pero deja detrás un principio mínimo que es la corroboración de hechos”, Paola Ugaz parafraseando y conincidiendo con Guillermoprieto en RTV.

Este es un pseudoargumento recurrido por parte de gente que no ha entendido de qué trata el feminismo y tiene una visión más bien desinformada y deformada de lo que es y lo que busca. Hace un año algunos periodistas interpelaron a la argentina Luciana Peker, durante el festival Gabo de periodismo, porque se nombró a sí misma como periodista feminista. Los colegas aseguraban que el periodismo feminista no es periodismo o que el periodismo no puede ser feminista porque si “toma partido” deja inmediatamente de ser periodismo, pues traiciona los estándares de objetividad y neutralidad. Esto no es verdad. Lo que pretenden negar, de manera consciente o inconsciente, es que el periodismo nunca es neutral, aunque lo intente. La sola elección de un titular puede depender de la subjetividad del periodista y una decisión presuntamente objetiva responde muchas veces a los intereses y sesgos de las propias empresas periodísticas y a cuestiones de poder. En cuanto al género, históricamente en el periodismo y en la construcción de las noticias ha dominado una visión androcéntrica, masculina, heterosexual y blanca; esa hegemonía es la que los feminismos han venido a desmontar para introducir otras perspectivas, como la de género. Quien no ve esto es porque está tan dentro del problema que no es capaz de detectarlo.

Si las periodistas feministas no hubieran abierto también la palabra —suele decir Peker—, no se hubiera extendido la denuncia del abuso sexual con ese nivel de impacto. Esa ha sido su función y su compromiso, el de acompañar las luchas de las mujeres de manera activa. ¿Cómo no hacer periodismo pro derechos, feminista y antirracista, cuestionando lo que hay de estructural en las violencias que padecen las mujeres, denunciando los privilegios de un género sobre otro, y los demás ejes de opresión, cuando en los medios aún existe una omnipotencia de la mirada masculina?

Por esta intolerancia que tú menicionas, simplemente a cualquiera que discrepa con alguno (sic) de la manera más mínima con su forma de ver el mundo (…) simplemente lo pasan a la lista negra, y combaten eso y  no se dan cuenta que allí estan perdiendo aliados en esa causa”, Álvarez Rodrich en RTV.

Periodismo con enfoque de género

El periodismo con enfoque de género o periodismo feminista cumple hoy una  función absolutamente necesaria y urgente: enderezar las distorsiones de género en las que el sexismo impregnado en nuestro lenguaje y cultura se expresa culpando a la mujer de ser violada, acosada, violentada y hasta asesinada; o cuando se replican estereotipos que propagan el odio contra ellas porque quieren mantenerlas en una posición subalterna; o cuando se niegan sus derechos sexuales y reproductivos. También cumple mucho mejor con la urgente función de incorporar la interseccionalidad en el ejercicio de la profesión. Esto es, una real comprensión e inclusión en las temáticas periodísticas de las identidades políticas y sociales de las personas que generan discriminación diaria y estructural en relación a su género, clase socioeconómica, etnicidad, apariencia física, diversidad funcional y neurodiversidad, etc.

“La escena macabra de ese señor Cilloniz en el ascensor, lo ponían como un acto de machismo. Yo decía: eso no es machismo, es un pata que está desquiciado, que tiene un problema de salud mental, pero eso no es la masculinidad esa cosa, es otra cosa”, Álvarez Rodrich en RTV.

“El señor además tenía denuncias de haber golpeado a su madre. Eso no tiene que ver con el machismo, es un tema que va más allá de cualquier discurso”, Paola Ugaz en RTV.

Es decir, el periodismo feminista y militante rompe con estructuras, con prácticas muy enraizadas, con modos de hacer patriarcales, dentro de las redacciones e incluso de la propia academia periodística. Son las periodistas feministas las que han tenido la valentía de señalar por primera vez la misoginia en los propios medios de comunicación en los que trabajan, o el acoso y el abuso sexual que han tenido que soportar de sus propios admirados maestros, jefes y profesores. Por eso, y por ser mujeres, enfrentan represalias todos los días, contratos precarios y explotación laboral.

Algo que personas como Álvarez Rodrich y Ugaz parecen ignorar en la conversación que sostuvieron, es que el mundo está cambiando y con él cambia el periodismo y su praxis. No parecen haberse enterado de cuán desfasada está la mirada que apela a la prestigiosa autoridad masculina, al director iluminado que elige una corte de redactores/reporteros estrella. Tanto su poder como el poder de los grupos que los sostienen, su ética y su práctica periodística es hoy cuestionada por nuevas generaciones de periodistas profesionales, sólidos y comprometidos con ejercer un periodismo donde se incluyen en teoría y práctica los derechos de todxs. Es en este contexto en el que la otra mitad de la población, las mujeres, levanta la voz.

“Otra de las reflexiones importantes de Guillermoprieto que dice ¿qué tiene que tener una ética afeminista? Tolerancia, porque qué pasa si no hay tolerancia: Hay rabia. Hay rabia, que es lo que vemos cuando uno por lo menos cuestiona cualquier cosa que tiene que ver con estas historias de #MeToo (…). Sin tolerancia y sin corroboración de los hechos yo no puedo ir por ese lado que se quiere en el feminismo”, Paola Ugaz en RTV.

Y esa otra mitad ya no solo se  conforma con cuotas, sino que lucha en forma y contenido por presencia y representatividad, por paridad, por equiparar salarios, por ocupar espacios de decisión en los medios de comunicación, por no seguir siendo discriminada. Es una lucha en desarrollo; basta ver, por ejemplo, cómo funciona el Consejo editorial de un periódico como La República – que conforma AAR junto a casi cien por ciento de miembros masculinos; o ver la contradicción entre el editorial que rechaza la perspectiva de género mientras a su vez tienen a la primera editora de género de un medio nacional, Lucia Solis. También se reflejan estas contradicciones en la gestión del periódico y en el tratamiento de la información, así como en las bajas cuotas de redactoras y columnistas. No se dan cuenta que las audiencias han cambiado, se han feminizado y que reclaman perspectiva de género, que hasta podría salirles rentable si les importara de verdad. Incluso la adición de una editora de género en el diario fue un parche desesperado a la multitud de reclamos que evidenciaban una absoluta incomprensión del cambio que se está viviendo. La editora de género de la República tiene a los enemigos dentro de la propia casa y desde allí da batalla, pero la resistencia de lo pasado que se niega a transformar es fuerte. Álvarez es una muestra de ello.

¿Qué puede ofrecer hoy un medio de comunicación feminista y las periodistas que trabajamos con enfoque de género? 

Enfoque de género transversal a todo el periódico; investigaciones rigurosas, bien fundamentadas y contextualizadas, que llamen a hacernos preguntas, a cuestionarnos, reportajes que funcionan como una herramienta de empatía y cuidado para las supervivientes que han decidido salir al frente de sus historias, en un mundo en el que todavía está instalado el “no te creo”. Pasó con los reportajes del NYT y del New Yorker que ganaron un Pulitzer por la investigación del caso del acosador y violador Harvey Weinstein, un trabajo monumental y con muchos recursos (esa es la diferencia con los medios de nuestros países) para encontrar todo lo que se necesitaba para señalarlo y para que ellas no fueran dañadas. Este es un caso en el que el periodismo con una perspectiva de género intervino cuando otros sistemas fallaron, pero no es el único.

Quienes no entienden el feminismo censuran y devalúan la denuncia pública en redes sociales, cuando actualmente y justamente debido al sistema patriarcal que les cierra las puertas en el periodismo, la Policía o el Poder Judicial, no hay nada más importante que el impacto social de las voces de miles de mujeres que en estos años han revelado la verdera dimensión sistémica de la cultura del acoso y la violencia sexual en el mundo. No lo hicieron los periodistas, lo hicieron las mujeres y no hablando bajito. De hecho, por ejemplo, el caso de Guillermo Castrillón que cita en la conversación Paola Ugaz como un caso que ella lleva siguiendo hace tres años, es un caso basado cien por ciento en denuncias públicas hechas por las 16 víctimas en sus redes sociales; que luego de compartir sus historias y vincularse siguieron avanzando juntas en su lucha por justicia- y que por cierto sigue entrampada en el Poder Judicial. La corroboración de datos o la investigación en este caso sirvió para hacer presión pública pero no fue en ningún caso un destape periodístico y revelador.

“No nos cancelemos entre perunos y peruanas por estos temas (…) Ahorita el tema del #MeToo aterra a mucha gente porque dice: ¡Uy ya salí. Ya salí en la página, ya mi vida se…perdí el trabajo, me fui”, Paola Ugaz en RTV.

El periodismo feminista no es el periodismo ‘salvador’ que explica los dramas de las otras, no es solo que “de voz” a las que no la tienen, el periodismo feminista es uno de voces y cuerpos situados, que habla de nosotras, que se encarna en nuestras palabras, propone la escucha permanente y acompaña, porque en lugar de acomodarse con el poder, colabora en desmontar hegemonías

Los hechos no son menos hechos en manos de periodistas feministas. Las periodistas feministas no somos menos periodistas, ni menos profesionales cuando hacemos nuestro trabajo, al contrario, buscamos ahondar en los problemas que otros no ven, visibilizarlos, dialogar y compartir reflexiones sobre estos para poner las vidas en el centro y que el impacto de la justicia social con la que estamos comprometidas sea mayor y más duradera, para erradicar colectivamente la cultura de la violencia y apañamiento de estos abusos, delitos y crímenes. 

La argentina Luciana Peker decía el otro día después de celebrar la resolución que decreta el aborto legal, libre y gratuito en Argentina, por la que se fajaron miles de mujeres, entre ellas miles de periodistas feministas como Peker, algo que zanja muy bien los cuestionamientos hacia el periodismo feminista: “No contamos la historia. La hicimos contando. El periodismo feminista es un soplido de letras que construyó el futuro”. 

Así es, el periodismo no solo cuenta, también puede “hacer contando”. Y en ese camino estamos muchas. 

Sobre las autoras:

Gabriela Wiener es periodista, escritora y feminista

Claudia Cisneros es periodista y comunicadora con estudios en mujer y género y feminista

Katherine Subirana es periodista, escritora y feminsita

Laura Arroyo es comunicadora política, feminista y compositora