Por: Carlos Bedoya
El mensaje de PPK ha sido coherente con lo que va de su gestión. Malo en economía y débil en política. Volvió a prometer crecimiento alto con la misma receta fallida. Más de 4 por ciento para el 2018 destrabando proyectos. Peor aún, esperanzándose en la subida de los precios de los metales. Y si bien, dada la estructura productiva peruana, hablar de inversión es casi hablar de minería, la idea es ir justamente cambiando esa lógica para no depender tanto de la fluctuación de unos precios que no fijamos aquí. Pero como ya está visto, PPK no tiene nada creativo que relance la economía salvo prender velitas para que empresas como la Angloamerican retomen proyectos mineros como Quellaveco, parado por sus costos.
En lo político, PPK y su primer ministro, Fernando Zavala, han tomado cuatro decisiones en los días previos y posteriores al discurso que van mantener encendido el conflicto con el Congreso: 1) Despidieron a las procuradoras del ministerio de Justicia que desarrollaron agenda propia sobre el caso Lava Jato. La salida de Julia Príncipe y Katherine Ampuero deja abierto un flanco en el gobierno. Se fueron denunciando la ruta del dinero ilícito vía paraísos fiscales entre Odebrecht y empresas ligadas al presidente. 2) Nombraron ministra de Inclusión Social a Fiorella Molinelli, nada menos que la funcionaria firmante de la adenda del proyecto Chinchero que se llevó de encuentro a los ministros Vizcarra y Thorne. Éste es el hecho más provocador. 3) Nombraron como embajadora en Reino Unido a Susana de la Puente, una de las mujeres más cuestionadas del entorno del PPK en lo que a gestión de intereses privados se refiere. Para un presidente con el mote de lobista, este nombramiento no cae nada bien. 4) Suscribieron dos adendas nuevas: Aeropuerto de Lima y Línea 2 del Metro. Ambos procesos de “destrabe” tendrían los mismos sesgos pro empresa y contra el Estado que tuvo Chinchero, según el exministro de Economía Alonso Segura.
Si no fuera este un gobierno al que siempre vemos generando crisis políticas en su propio perjuicio, se podría decir que PPK y Zavala han pasado a la ofensiva. Pero no es así. Estos cuatro hechos cuyo hilo conductor es el encuentro obscuro entre lo público y lo privado, aseguran la continuidad de lo vivido los últimos doce meses.
Así haya margen para decisiones audaces fruto de algún tipo de pacto en las alturas entre PPK y Keiko Fujimori, el presidente y su premier parecen tener vocación por la crisis permanente. No se cansan de armar a sus adversarios, especialmente en un contexto de activación de la conflictividad social como vemos con maestros y médicos.
En el extremo de lo ridículo, PPK y Zavala creen que basta ponerse sabrosos con el gobierno de Nicolás Maduro, encabezando una movida regional desde la cancillería contra Venezuela, para compensar su ausencia de política a la interna y encarar los líos en los que están metidos.