La injusta división sexual del trabajo es la base de la violencia de género debido a que encasilla a las mujeres en sus diversidades a realizar determinadas tareas que la sociedad les ha impuesto, sostienen activistas en foro del CLADEM. Plantean un sistema que reconozca y valore las labores de cuidado, además de que este involucre a hombres y mujeres por igual.
Se entiende por labores de cuidado las actividades indispensables para garantizar el bienestar de las personas, que incluyen el cuidado de los hogares, cuidado de menores de edad, personas con discapacidad, adultos mayores, entre otros. Tradicionalmente, en sociedades patriarcales como la nuestra, estas labores han estado bajo responsabilidad casi absoluta de las mujeres con poca o ninguna participación de sus parejas. Algo que activistas buscan cambiar, no solo en los valores culturales sociales, sino a través de políticas públicas que reconozcan estas labores y brinden beneficios a quienes las realizan.
En el caso del Perú, se han presentado proyectos de ley para la creación de un Sistema Nacional de Cuidados; sin embargo, estos han sido archivados. En la actualidad solo dos quedan pendientes de debate en el pleno del Congreso, pero con la disolución del MIMP se vería encarpetado.
Organizaciones defensoras de derechos humanos y sociedad civil se reunieron en el foro “¿Nos toca? Cuidemos en igualdad, vivamos sin violencias”, organizado por el CLADEM (Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres), para debatir sobre la importancia del Sistema Nacional de Cuidados en el Perú. Uno de los objetivos fue reflexionar sobre las imposiciones de género que colocan a las mujeres como únicas responsables del cuidado, hecho que las pone en una condición de subordinación y limita sus capacidades de desarrollarse como personas independientes.
La necesidad del Sistema de Cuidados es imperiosa: la data revela que el 82% de mujeres asumen labores domésticas, lo que representa 27 horas más de trabajo no remunerado en comparación a los varones, según la encuesta sobre representaciones del trabajo de cuidado en Perú, elaborada por el Instituto de Estudios Peruanos en 2023. Además, 7 de cada 10 peruanos señalan que en su hogar la mujer es la principal responsable de las actividades de cuidado.
Jennie Dador, secretaria ejecutiva de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, explica cómo están enlazadas la violencia de género con la falta de políticas de cuidado.
“La división sexual del trabajo es la base de todas las formas de violencia: física, psicológica, violencia simbólica. (…) El derecho a la vida no se viola solo cuando se mata a alguien, se viola cuando no se cumplen las condiciones de dignidad; y vivir en violencia es vivir sin servicios, vivir siendo explotados en el trabajo. Cuando no hay cuidado vivimos en condiciones indignas. El derecho al cuidado tiene que ver con cuidarse, cuidar a otros, ejercer autocuidados y recibir cuidados de manera co-responsable entre hombres y mujeres, entre los distintos actores de la sociedad: estado, sector privado, familia y comunidad”, resalta.
Dador agrega que es obligación del Estado que las mujeres y disidencias no sean educadas siguiendo roles diferenciados o subordinados donde luego se les exija determinado comportamiento, ya que eso es violencia.
Las cuidadoras de todos
Si se habla de cuidadoras, son las mujeres de las ollas comunes quienes cobraron un rol mucho más protagónico desde la pandemia. Ellas han cuidado y alimentado a las poblaciones más vulnerables con poco o ningún sustento económico.
“Las ollas comunes no alimentan a individuos, alimentan a la comunidad, a hombres y mujeres”, detalla Fortunata Palomino Barrios, presidenta de la Red de Ollas Comunes de Lima Metropolitana. Han acudido a zonas sin servicios básicos como agua y desagüe, trabajan en el cuidado de personas con discapacidad y problemas de salud, de ancianos y niños. Son multifacéticas, cumpliendo más de un rol a la vez, como cuenta Palomino: “Hemos hecho de administradoras, psicólogas, enfermeras, de todo”, manifiesta. Pese a ello, su trabajo es muchas veces invisibilizado y menospreciado.
“¿Cuánto dinero le ahorramos al Estado en el sistema de cuidados?”, cuestiona la lideresa de las ollas comunes. Por eso, pide que el Gobierno impulse la creación del Sistema de Cuidados, para que se den cambios en materia de justicia social y se reconozca el trabajo que ella y otras mujeres realizan.
Para Ketty Marcelo, presidenta de la Organización Nacional de Mujeres Indígenas Andinas y Amazónicas del Perú (ONAMIAP), un gran reto en la elaboración del Sistema Nacional de Cuidados es contemplar a las mujeres en sus distintos contextos, tanto sociales como culturales. “Este sistema de cuidados debe considerar también el pensamiento, las vivencias y dinámicas de los pueblos indígenas originarios, sobre todo de las mujeres indígenas. Nosotras, las mujeres indígenas, no solamente somos cuidadoras de nosotras, sino también somos cuidadoras de la madre naturaleza. Cuando destruyen a la madre naturaleza nos están destruyendo a nosotras”, explica.
En ese sentido, añade que un sistema de cuidados debe incluir el reconocimiento de la naturaleza como sujeta de derecho y, por ende, también su protección.
Por su parte, Marcolina Infante, secretaria general del Sindicato de Trabajadoras y Trabajadores del Hogar de la Región Lima (SINTTRAHOL), expone sobre cómo las trabajadoras del hogar viven en una situación de precariedad laboral y explotación. “Las trabajadoras del hogar somos las primeras cuidadoras, porque trabajamos en casa de terceros por largas horas, aproximadamente 10 horas, y después nos vamos a la casa a cuidar de nuestros hijos, a continuar trabajando”, señala. Pide que el Estado y la sociedad reconozcan sus derechos laborales y se impulse su seguridad social, ya que al no haber tenido un trabajo formal bajo contrato, cuando llegan a la vejez no cuentan con pensiones.
Este foro del CLADEM busca revalorizar las labores de cuidado desde una mirada interseccional, intercultural, antirracista y anticapacitista que incluya a todas las mujeres independientemente de su orientación sexual, identidad o expresión de género. Así, buscan que las mujeres puedan tener mayores oportunidades para desarrollarse en diferentes ámbitos sin verse limitadas por asumir solas toda la carga doméstica.