Amanda Meza

El peso que cargan sobre sus hombros en un ataúd blanco con los restos óseos de sus familiares asesinados, no se asemeja al que han llevado durante 37 años entre la intriga y el dolor. 

En ceremonia fúnebre, las madres de la comunidad de San Francisco de Pujas caminan con la cabeza baja y la mirada perdida en el recuerdo que aún produce lágrimas. Son 15 las familias que ahora pueden velar y enterrar a sus deudos desaparecidos en 1983.

Tras un arduo trabajo de exhumaciones e identificación a través de pericias arqueológicas, antropológicas, odontológicas y biológicas ejecutadas por el equipo forense especializado del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses del Ministerio Público, se logró el reconocimiento.

La Primera Fiscalía Penal Supraprovincial del distrito fiscal de Ayacucho entregó 15 restos óseos humanos, 14 de estos pertenecientes al caso Río Blanco y uno a Pujaspunqo.

La espera ha sido interminable desde aquel día de mayo de 1983 cuando integrantes de Sendero Luminoso incursionaron en la San Francisco de Pujas, un centro poblado perteneciente al distrito de Vilcashuamán, en Ayacucho. Los subversivos tomaron a 26 pobladores y los obligaron a marchar con ellos, conduciéndolos hacia el río Pampas. Desde la comunidad vecina de Cusi Valle San Francisco alertaron a la policía sobre la proximidad de los senderistas y los campesinos de Pujas. Los policías fueron en su búsqueda, los cercaron y dispararon. Tres pobladores escaparon. Los detenidos fueron llevados al puente Pampas. Pero la historia no terminó allí. La policía los movilizó hasta la comunidad de Río Blanco (distrito de Huaccana, Apurímac) y convocaron a 18 pobladores. En un camión, las fuerzas del orden condujeron a los detenidos y a los pobladores de Río Blanco hasta el cementerio de este poblado, los hicieron cavar fosas y uno a uno les dispararon en la cabeza, según reportes de la Comisión de Derechos Humanos – COMISEDH.

En el 2008, el Ministerio Público dispuso la exhumación de restos óseos hallados en el Centro Poblado de Río Blanco.

El jefe del Equipo Forense Especializado, Rolando Alvarado Benavides, manifestó que esta labor es realizada en condiciones climáticas y geográficas muchas veces adversas, por lo que las referencias que puedan dar los familiares de las víctimas y testigos, es fundamental.

Ahora, en 2019, más de tres décadas después de la masacre en Río Blanco, hay un incierto sentimiento entre los deudos que solo han sabido esperar. La muerte no es una extraña cuando se ha sentido tan larga ausencia.