Escribe Paul Maquet

Tras la histórica primera marcha #NiUnaMenos, el agosto del año pasado, el Observatorio Universitario de Medios realizó un monitoreo de los noticieros a fin de conocer de qué manera la violencia de género estaba siendo tratada en la televisión. Ahora que ha tenido lugar la segunda marcha contra la violencia de género, cabe revisar esos resultados para discutir si los medios de comunicación están aportando -o no- en esta lucha, y qué podrían hacer para contribuir con ella.

El monitoreo incluyó los noticieros matutinos y vespertinos de Latina, América, Canal N y ATV y se realizó entre el 10 al 21 de octubre del 2016, abarcando una muestra de 784 noticias.

Sin duda, el monitoreo reflejó un crecimiento de la cobertura relacionada con la violencia de género. Las noticias sobre este tema ocuparon el quinto lugar de importancia con un 6% de los casos, detrás de policiales (27%), política (21.5%), accidentes (18.5%) y problemática social (7.5%). Si bien no contamos con un estudio previo a la marcha, sí podemos afirmar que en años anteriores el tema difícilmente estaba entre los cinco primeros asuntos de la agenda noticiosa. En este cambio, ha sido vital el rol activo de la sociedad civil y particularmente del movimiento feminista.

Pero sabemos que «más» no siempre es «mejor». Esta mayor cobertura ¿está contribuyendo a una mejor comprensión del fenómeno de la violencia de género por parte del público? Lo que observamos con preocupación es que en la mayoría de los casos la cobertura muestra un énfasis en los aspectos dramáticos, sensacionalistas o judiciales. Podríamos decir que la violencia machista ha encontrado su lugar en la televisión junto con las secciones policiales y accidentes, que como vemos ya ocupan en sí mismas casi un 50% de la agenda.

En un 65% de los casos, las noticias sobre violencia de género observadas «sólo describen el hecho», sin ofrecer mayor contextualización o análisis. En un 26% de los casos el enfoque es «sensacionalista y utiliza dramatismo»; un 19% de las noticias estuvieron centradas en lo penal o judicial; y un 8.8% se enfocaron en el «morbo y hechos de sangre».

Cabe agregar que casi en un 50% de los casos se utilizaron fórmulas narrativas que podrían entenderse como «atenuantes» o «justificantes» del hecho de violencia, pues restan responsabilidad y dominio propio al victimario. Entre las fórmulas más comunes encontramos el famoso «crimen pasional» (11.9%), haber actuado bajo los efectos del alcohol u otras drogas (10%), los celos (5%), un arranque de «locura» (5%), o que «la amaba» (3%). Independientemente de la intención consciente del reportero o redactor de la nota, estos argumentos suelen formar parte del imaginario social a la hora de interpretar los hechos de violencia de género. En contraste, por ejemplo, nunca las noticias sobre hechos de delincuencia común o corrupción se acompañan de fórmulas explicativas de esta naturaleza.

Otro dato relevante es el nivel de análisis: el 86% de las noticias abordan la agresión desde un nivel principalmente individual-sicológico, entendiendo que la causa de la agresión está vinculada al perfil sicológico del agresor. Un 13% de las notas utilizaron un nivel de análisis principalmente social-colectivo.

Para finalizar, llama la atención la ausencia casi total de orientación al público. Un 94.5% de las noticias sobre violencia de género no brindaron orientación alguna, y sólo el 4.5% brindaron información de utilidad como la existencia de los Centros de Emergencia Mujer o las comisarías de la mujer.

Los canales de televisión se sumaron de manera activa y explícita a la convocatoria a la primera marcha #NiUnaMenos. A la luz de estos resultados, cabe preguntarse de qué manera están contribuyendo en la práctica a la lucha contra la violencia y a favor de la igualdad. La violencia machista no es un fenómeno principalmente sicológico-individual, sino que está vinculada a relaciones de poder y posesión que están instaladas en nuestro imaginario colectivo machista.

Frente a ello, se requiere un abordaje que incluya elementos de contexto, que aporte en la deconstrucción de nuestra cultura machista, que ofrezca elementos para la prevención y orientación.  Como han advertido ya algunas analistas, un abordaje centrado en lo sangriento o sensacionalista puede terminar reforzando el rol de víctima de las mujeres y fortaleciendo -vía el miedo- el poder del agresor, de la misma manera en que la cobertura usual de la delincuencia común tiende a generar miedo a la calle. No está de más que los colegas periodistas tomen en cuenta los numerosos manuales y guías existentes para el tratamiento informativo de la violencia de género.

El informe es accesible aquí