Por: Carlos Bedoya
Cuando Kenji Fujimori dijo: “Creo que ha llegado el momento… de que Fuerza Popular asuma de manera más activa la lucha para poder lograr la libertad de Alberto Fujimori”, estaba lanzando un grito de guerra contra el gobierno, donde la interpelación y censura a cualquier miembro del gabinete es el arma más efectiva.
Eso se puede ver claramente con la renuncia de Martín Vizcarra a la cartera de Transportes y Comunicaciones, porque más allá de los chanchullos de Chincheros, de las Blumes y las Teullets (que nunca faltan en los negocios público-privados de las puertas giratorias y los lobbies); se ha marcado un punto de inflexión que nos anuncia que el fujimorismo va a hacer dimitir a cuanto ministro quiera mediante el chantaje de la censura, y me temo que esa práctica no acabará ni siquiera con el indulto a Fujimori.
Vizcarra renuncia porque estaba seguro de que el Congreso de la hegemonía naranja lo iba censurar diga lo que diga el informe del contralor sobre Chinchero (de hecho ha sido un informe descafeinado que deja vivo el contrato en cuestión), y porque no encontraba suficiente respaldo por ningún lado, consecuencia directa del déficit político en la conducción del gobierno. Ni PPK, ni el premier Zavala dan la talla en este tipo de broncas y los huaicos no iban a durar para siempre.
En este juego de poderes, la renuncia de Vizcarra servirá para que el parlamentario oficialista Juan Sheput (el más activo ppkausa en promover el pacto de co-gobierno con el fujimorismo) valide su tesis de que no hay estabilidad posible sin el indulto a Fujimori. En ese empeño lo acompañan políticos como alias AG, analistas como Enrique Bernales y periodistas como Fernando Vivas, entre otros que con particular, pero convergente interés, promueven la masa crítica del indulto.
Ya hay hasta una encuesta muy pertinente encargada a Ipsos para demostrar falazmente que el 59% de la población apoya la excarcelación de Fujimori. Una cosa es preguntar si se está de acuerdo con que un anciano muy enfermo pase sus últimos días en casa (indulto humanitario o ley de prisión domiciliaria), y otra muy distinta es que la gente quiera que Fujimori salga de prisión para dirigir su partido y ser actor político.
Con todo, la debilidad en la que se ha puesto el Ejecutivo con la renuncia de Vizcarra va a hacer la negociación aún más compleja y desventajosa para PPK. Ya no solo bastará el indulto, sino que entrarán en el bolo otras cosas. La más extrema y cuestionada, pero de la que ya se está hablando abiertamente en los pasillos del Congreso tiene que ver con la amnistía para otros participantes de la guerra interna que no hayan sido condenados por terrorismo. O sea libertad e impunidad para los Colina y compañía. Y todo en nombre de la gobernabilidad.
Publicado en Diario Uno