Más allá del fenómeno de La revolución y la tierra, que aún sigue en cartelera y que ya tiene cerca de ochenta mil espectadores, el cine peruano la ha pasado muy mal en estos días como estreno en la cartelera comercial. Se sigue repitiendo el maltrato, la humillación y el desinterés tanto de las exhibidoras como del espectador. No solo se trata de muy malos horarios para films peruanos en estreno, sino también de salas con dos o cinco espectadores por función, en la mayoría de los casos. ¿Cómo solucionar esta problemática?

Tanto Vivir ilesos de Manuel Siles, el documental Volver a ver  de Judith Vélez o Casos complejos de Omar Forero han tenido muy poca atracción con el público en estas semanas. La ficción de Siles hizo un poco más de 200 espectadores en su fin de semana de estreno en nueve pantallas, el film del trujillano Forero hizo 500 en el jueves de estreno más de diez salas en todo el país, mientras que Volver a ver, en solo dos salas de Lima, hizo casi 400 en un fin de semana. Por un lado, está el tema de horarios, ya que usualmente el cine peruano es relegado para la tarde o las últimas funciones. Y por otro, el tema de difusión, tanto dentro del mismo multicine, ya que muchas veces no se pasa el tráiler y no se coloca carteles de cine peruano en lugares estelares, como de la publicidad que debe invertir cada película. A continuación, un repaso a estos tres estrenos que no tuvieron mucha suerte en cartelera.

Vivir Ilesos

Hay que aceptar que este segundo largometraje de Manuel Siles es una oportunidad perdida, no solo porque se ha desperdiciado el hecho de que Magaly Solier, ¡por fin!, no tenga que actuar de doméstica o andina en crisis, sino porque se trata de un ejercicio universitario que hace agua por todos lados. La única vez que la cartelera comercial tiene a Magaly Solier en un papel atípico, de estafadora que recibe su merecido, en un proceso que la vampiriza y somete. Sin embargo, ensombrecido por una dirección de actores muy floja, sin norte, en escenas donde no existe la profundidad de los personajes, ni diferenciación entre ellos, donde la caricatura no es un artilugio del guion sino su defecto en la puesta en escena. ¿Cómo se quiere atraer al público de esta manera? Quizás la opción no es el cine comercial, sino algún espacio alternativo para experimentar con la paciencia del espectador.

También se lamenta que para la campaña promocional se haya apelado al tema de la violencia de género como uno de los ejes de la película, cuando este apenas es desarrollado. Poner a una mujer sufriendo a causa del poder patriarcal machista no se vuelve un alegato en pos de justicia. Lo que hace Siles con este film es proponer una alegoría social pero que no cuaja, donde la fantasía, donde los ricos nunca reciben sanción, es apenas dibujada.

Casos complejos

Se trata de un buen film del trujillano Omar Forero (Los actores, Chicama), que más allá de ser una película con bastantes atractivos (temáticos, visuales y de puesta en escena), no ha captado la atención del espectador. ¿Qué más oportuno, en pleno proceso de Odebrecht, que un film sobre un fiscal que no le teme luchar contra la corrupción y la impunidad? A pesar del trabajo en redes, del hashtag #YoApoyoAlFiscal, de la conferencia y el avant premier en Trujillo, descentralizando el panorama de estrenos, no ha logrado despegar en la taquilla. Quizás se deba a que no repite el star system local replicado hasta el hartazgo, al contar con actores poco conocidos, y por ambientarse fuera de Lima. O porque, simplemente, el tema de los fiscales y la corrupción, como pasó con la película El Mudo de los hermanos Vega, quiera verse mejor en un noticiario de los domingos y no en una salida al cine de cancha y gaseosa.

Lo que sí es innegable, es que Casos complejos, que se basa en un hecho real de lucha contra el sicariato y mafias en el norte del país, es uno de los mejores estrenos peruanos en este 2019, año que ha sido tan injusto con la producción que ha tenido fondos públicos.

Volver a ver

Que este documental de Judith Vélez, pese a tener fondos públicos para su estreno, solo haya logrado presentarse en dos únicas salas de Lima en dos horarios desoladores, ha sido un golpe feroz que confirma el sistema donde el cine peruano es un excluido. Recién, gracias a gestión de otros cineastas, es que se ha podido coordinar su estreno en Puno, y así alcanzar la denominación de “estreno nacional”.

Al parecer, un film sobre el horror vivido en los ochenta, en el marco de la guerra interna con Sendero Luminoso, en Ayacucho, no despierta el interés de los exhibidores, pese a que un film como La revolución y la tierra, puso en agenda que el documental sí puede lograr la atención del espectador. Lo que sucede es que documentar estos sucesos que tienen como foco el dolor y la injusticia de una población olvidada, con desaparecidos que buscar y con responsables libres sin sanción, tiene la posibilidad de meterse en el saco clasista de las exhibidoras: los Andes y los campesinos sin justicia no vende.

Volver a ver logra que tres fotoperiodistas Vera Lentz, Óscar Medrano y Alejandro Balaguer regresen a Cochas, Acosvinchos y Huaychao, luego de treinta años, donde van interpelando su profesión y rearmando el rompecabezas a partir de las mismas fotos que registraron en tiempos de Sendero Luminoso. Asoman así los fantasmas de la representación, de esas opciones que hablaba Susan Sontag sobre cómo graficar el horror, y del valor que tuvieron esas fotografías y del peso que tienen ahora: la imagen siempre es la que eligió alguien, es su encuadre y selección. Y el trabajo que hace aquí Vélez es ahondar en este trabajo, donde ella también muestra sus opciones ante sucesos gravitantes de la historia peruana reciente.