Escribe Carlos A. Bedoya

El primer año de PPK ha sido malo. El experimentado tecnócrata que nos decía que se acababa el recreo, no da la talla en la gestión económica hasta ahora. Es más, da la impresión de que su gobierno de gerentes hizo todo lo contrario a lo que requería la reactivación. Los huevos de la canasta se pusieron en reducir impuestos, destrabar APP tipo Chinchero, y cuando la corrupción paró el destrabe, Obras x Impuestos para beneficio de grandes empresas en la reconstrucción. El resultado: la caída de la recaudación tributaria y de la inversión pública y privada han favorecido la crisis. No hay creatividad para aumentar la demanda. Los técnicos de PPK parecen hechos solo para alardear en épocas de boom.

En lo que supuestamente sabía hacer PPK, ha salido jalado. Eso lo dicen empresarios como Roque Benavides (Minera Buenaventura) que piensan que con Keiko les hubiera ido mejor; aunque otros como Rodríguez Pastor (Interbank), Romero (BCP) y Brescia (Continental-BBVA) andan felices por las buenas utilidades del sector financiero en plena crisis.

En términos políticos, el gobierno de PPK en su primer año está en una debilidad extrema. Es responsable de generar sus propias crisis políticas como la de Chinchero, quedando como blanco fácil para los tiros del fujimorismo. Además, el sello de lobista ya no se lo quita nadie.

La mezcla de la mala gestión económica con la debilidad política está facilitando la fujimorización del Estado. Basta mirar al congresista oficialista Sheput, parece más fujimorista que ppkausa. Y ese profujimorismo se empezará a percibir también en el gabinete. Qué triste es que aunque Fuerza Popular no tenga nada alternativo para ofrecer al país en visión económica, el fujimorismo, con crisis interna y todo, avance.

La agenda de Keiko Fujimori está centrada en llegar a la presidencia. Eso implica que si no vaca a PPK, seguirá cooptando al Estado para que nada le falle en el 2021, lo que incluye bajarle la llanta a candidaturas como las de Verónika Mendoza o Julio Guzmán. Keiko ha aprendido de Alan García que la institucionalidad pública es muy útil para esos fines. Con ello, se dan las condiciones para que el movimiento antifujimori se expanda, pero también el movimiento social en general.

Los doce meses de PPK muestran con claridad un Poder Ejecutivo lleno de operadores que no saben lidiar con la protesta social, como con los maestros en huelga. Ni tampoco aprovechar coyunturas tan favorables políticamente como la del proceso de reconstrucción. Así, es difícil que el presidente pueda gestionar en los próximos cuatro años, las demandas sociales que se vienen, muchas originadas en el incumplimiento de sus promesas de campaña.

El primer año de PPK evidencia cuán difícil se le está haciendo a la derecha seguir gobernando el país. El grado de frustración social puede traer retos antisistema, como cuando surgió Ollanta en 2006, especialmente porque la izquierda política anda dividida en al menos cinco pedazos.

*Foto de portada Agencia Andina |Columna publicada en la edición impresa de Diario Uno el 27 de julio de 2017