A propósito de la campaña comunicativa lanzada por el gobierno “El Covid no mata solo”, hablemos de la importancia medular que la comunicación política supone en cualquier partido político, institución pública o privada, campaña de cualquier tipo. Tengamos en cuenta que el lenguaje nunca es gratuito, el discurso nunca es neutro y siempre habrá agenda tras las palabras que nunca son inofensivas.

Hace semanas vemos en redes sociales a varias personas exigiendo al Gobierno una campaña de comunicación seria y contundente en medio de esta pandemia. Y yo estoy de acuerdo con esa necesidad, pero no se puede entender este pedido sin su contexto. Hagamos un poco de memoria.

Del Vizcarra diario al Vizcarra escondido

Martin Vizcarra fue uno de los primeros presidentes en ser portavoz directo con la ciudadanía cuando la pandemia aparecía por la región. Su estrategia comunicativa inicial fue, a mi juicio, acertada. Mensajes diarios a la misma hora, con el gabinete ministerial de respaldo en la imagen y con la intención de acercarse a la gente con legítimo miedo de una pandemia sin rostro. La intención era esa: cercanía en tiempos de temor.

Pero, ojo con esto, fue positiva en tanto también había una hoja de ruta política clara en su trazo. Podemos discutirla, puede gustarnos más o menos, pero existía una hoja de ruta que con una comunicación adecuada lograba transmitir cierta serenidad en tiempos difíciles.

Luego llegó el quiebre. Quien cree que la comunicación política sirve como tabla salvavidas de un gobierno sin línea política, se equivoca. No existe la una sin la otra. No es disfraz ni burbuja, es la traducción de un proyecto, de una reflexión. Cuando Vizcarra decidió dejar de dar ruedas de prensa a diario no fue una estrategia comunicativa únicamente, fue una estrategia política.

Las dificultades y tensiones dentro del mismo gabinete sobre los pasos a seguir se sentían. La pandemia les iba resultando demasiado pesada y larga. Ojo, no solo a ellos, esto ocurría en todo el mundo. El Gobierno decidió dar un giro de 180 grados. Dejar de aparecer todos los días a la misma hora en los hogares y optar por un perfil más bajo cuando las cifras se tornaban inmisericordes. La intención era resguardar a un presidente sin buenas noticias que dar. Asumieron entonces los y las ministras la portavocía de la gestión de la pandemia ofreciendo múltiples entrevistas en diversos medios.

Pero, cuidado, mandar al gabinete ministerial a la prensa no es una campaña comunicativa, es un reconocimiento de cierta derrota, sobre todo, cuando antes el portavoz era el mismo presidente.

Hoy, ante la evidencia de que dicha estrategia no ha funcionado han buscado enmendar, pero lo han hecho construyendo la casa por el tejado. Mal. Repito: no hay comunicación política sin estrategia política.

Del “Primero mi Salud” al “El Covid no mata solo”

El Gobierno va sintiendo lo que es una obviedad: la estrategia política del piloto automático evidenciada desde que anuncian el plan de reactivación económica sin considerar las tremendas desigualdades, iba a saltar por los aires en poco tiempo.

Es paradójico que lo que falte al Gobierno, que en un momento te dijo algo como “no nos abrazamos hoy para hacerlo mañana”, sea justamente esa empatía. Entonces empezó “Primero mi salud”. Y este fin de semana “El Covid no mata solo”.

Ambas propuestas forman un episodio 1 y 2 de la estrategia comunicativa elegida por el Gobierno y responden a su proyecto político: el giro de timón que aborda los problemas mirándolos a la cara o la búsqueda de culpables que permita continuar el piloto automático y lavarse las manos. ¿Cuál camino ha elegido el Gobierno?

Por supuesto que existen en la propagación del virus las responsabilidades individuales. Pero esto es tan simplista como decir que “existen mujeres que llegan a ser CEO de una empresa”, como si eso bastara para decir entonces que estamos en igualdad de condiciones que los hombres para alcanzar cualquier puesto de trabajo. Nuevamente, el tema es estructural. Y no basta con utilizar, como lo hace el Gobierno, el drama en la discoteca Thomas para trazar la culpabilización desde las individualidades. Hay mucho más allá de la discoteca Thomas.

Hay quienes se cuidan lo que pueden y con lo que tienen. Quienes no olvidan que están arriesgándose ellos mismos y a los suyos. Hay peruanos que no dicen, como el spot del Gobierno señala, “no pasa nada, al coronavirus lo espero aquí parado y sin polo”.

Hay quienes quieren escaparse del virus al igual que del hambre y vuelven a casa asustados cada vez que han tenido que salir por supervivencia. Pero también están los y las miles de peruanas que quedándose en casa, porque pueden, echan de menos a sus familias, sufren ataques de ansiedad o pánico, no aguantan el teletrabajo o ser a la vez trabajadoras, madres de familia, que acompañan a los hijos en las clases virtuales.

También están quienes no cuentan con casas con wifi de calidad para comunicarse, o con recursos que permitan que una trabaje mientras otro estudia porque en casa solo hay una computadora. No, aun quedándonos en casa, el virus no cede y no lo hace por muchas razones que exceden los cuidados individuales. Y esto es justo de lo que el Gobierno -y su campaña comunicativa- no quiere hablar.

Decía que el “Primero mi salud” y “El Covid no mata solo” son como dos episodios de la misma estrategia comunicativa. El primero enuncia el matiz de individualidad en la responsabilidad de protección de cada ciudadano. La eliminación de lo colectivo y del concepto de “salud pública”.

Qué poca capacidad de darle la vuelta al concepto “público” para que desde la empatía se entienda que el Covid no es responsabilidad mía, pero que de mí dependen los y las de mi entorno y los y las del entorno de ellos y ellas. Esa incapacidad de enfocar desde ahí, desde la colectividad, los cuidados -¡el feminismo!- la campaña comunicativa habla mucho de las limitaciones para entender al virus y su posible resolución.

Pero el segundo episodio va todavía más allá y pasa a la culpabilización: si la responsabilidad con tu salud era siempre solo TUYA, está claro que si el Covid no ha logrado detenerse es por tu culpa. Y si no es tu culpa, porque tú has podido quedarte en casa y cuidarte, ¿de quién? De los otros.

Es el nuevo escalón en la comunicatividad de la polarización entre ciudadanos y ciudadanas. Entre el “Nosotros” (quienes podemos cuidarnos) y “Los otros” (los irresponsables que no), eliminando nuevamente el factor de colectividad que es fundamental para vencer a un virus como este. También se eliminan las brechas de desigualdad que generan que no todos estemos en las mismas posibilidades de cuidarnos. Nuevamente, aquello de lo que convenientemente el Gobierno no quiere hablar.

En suma, la campaña comunicativa de Vizcarra y su gobierno no es mala o un desacierto. Responde a su concepción y proyecto político y es perjudicial para nosotros y nosotras, pues nos mete en el marco discursivo de la polarización que nos separa cuando deberíamos activar justo los marcos opuestos: colectividad, patria, solidaridad, unión, EMPATÍA.

Dice el gobierno que su campaña es “agresiva”. Pues en efecto, lo es. Y eso no es bueno.