En una entrevista en el canal del Estado, Inés Melchor contaba que muchas mujeres en su natal Huancayo corrían tan bien como ella, pero llegado el momento de terminar el colegio sabían que tenían que elegir otra profesión y terminaban dejando el deporte.

También señalaba que el apoyo del Estado o de empresas recién llega cuando ya has ganado torneos.

La propia Gladys Tejeda que de tanto orgullo nos llena siempre y que ha conmovido al país con medalla de oro en estos Juegos Panamericanos, hablaba del sinsabor de tener alejado a su entrenador por cuestiones de contratación y clamaba por apoyo a los atletas de Huancayo.

A eso hay que sumarle las declaraciones de Christian Pacheco, medallista de oro, quien reveló que si bien hay instalaciones para practicar fondismo, no tienen nutricionista ni médico.

A quien no se le ha roto el corazón con las declaraciones del sueño roto del boxeador Miguel Ángel German, quien tenía la esperanza de llevarse una medalla para regalarle una casa a su madre en la Villa Deportiva. “Hoy no se pudo mamita, más adelante será”, dijo. Recordemos que se les ha prometido un departamento a los que ganen el oro, plata y bronce, según Ley 30949, una promesa que en las condiciones en las que vivimos muchos en este país puede resultar más estresante aún.

Contaba también Hugo del Castillo, ahora medalla de plata en Tae Kwon Don Poomsae, que además del deporte estudiaba medicina y que su universidad le daba facilidades.

Muchos atletas internacionales que han venido a nuestro país deben haberse encontrado en el desierto de las posibilidades de entrenar, ya que muchas de las disciplinas convocadas no las tenemos o nos falta infraestructura.

Y, ¿sabía usted que la mayoría de nuestras gimnastas no entrenan en el Perú sino en otros países?

Estas declaraciones y vivencias nos deben hacer reflexionar sobre el gran desafío que tenemos ahora que nos hinchamos el pecho de orgullo de ser anfitriones de los Juegos Panamericanos 2019.

Qué difícil e interminable es hablar de las carencias del deporte nacional. Pero no solo de una cuestión de infraestructura sino desde entender que el deporte debe ser considerado al nivel de cualquier profesión.

En un país prejuicioso, lleno de olvidos y abandonos como lo es el Perú, pasa con el deporte lo que sucede con las artes. No se consideran profesiones o disciplinas serias sino complementos. Y nuestros deportistas, personas talentosas que dedican esfuerzo, disciplina, fórmulas, estrategias y suman aprendizajes, no son valorados en ese nivel.

Sin apoyo del Estado, en muchos casos con inversión personal y apoyo familiar, tenemos deportistas medallistas. ¿Se imaginan lo que sería y cómo se incrementarían nuestros deportistas en número y nivel si estuvieran acompañados por el apoyo constante?

Los Juegos Panamericanos nos tienen que llevar a buscar cómo acompañar de por vida las diferentes disciplinas. Muchas peruanas y peruanos recién se enteran de la existencia de muchos otros deportes. Una medalla de oro en Squash, pero mucha gente sin saber realmente de qué trata esta disciplina consideraba elitista. Admirados por la gimnasia, disciplina poco promovida en nuestro país, ni se diga del patinaje artístico o del patinaje sobre hielo que desata expectativa siempre en los juegos olímpicos (el año pasado la municipalidad de Jesús María cerró una pista de patinaje sobre hielo), es hora también de hablar del rugby masculino y femenino, del ciclismo de ruta o el freestyle, del Karate Kumite, de la pelota vasca, de la lucha, del tiro con arco, del pentatlón, del sóftbol y así infinitas disciplinas.

Desde el colegio nos han enseñado siempre lo clásico: el vóley, el fútbol, el básquet, un poco de gimnasia si es que hay infraestructura. Pero, por qué no empezar a cambiar también ese currículo ‘clásico o tradicional’ y promover la construcción de esos espacios y sus plataformas físicas.

Un deportista no debería tener que lidiar ni con prejuicios sociales ni con limitaciones de infraestructura, se le debe retribuir y acompañar sin limitaciones de la misma manera como nos entrega lo que hace de corazón. La precariedad del sistema político no puede ni debe llevarse de encuentro lo que con pasión y disciplina se consigue. Nunca un atleta debería considerar ‘otras opciones’ para vivir. Ni mendigar apoyo.

Un atleta que dedica su vida al deporte debe ser considerado un profesional y una vez descubierto su talento, tener oportunidad de especializarse, de trabajar en ello, y luego de esa vida útil –porque hay deportes que no se podrán hacer toda la vida- dedicarse a la docencia u otras formas de trabajo además de tener seguro social, pensión, y otros beneficios de ley. Como sociedad debemos proporcionarles todo aquello que haga falta. Porque el deporte, sus victorias y fracasos, son las de todo el país.