Tras tres décadas de silencio, “David”, un joven piurano que fue víctima de violencia sexual, ha denunciado a su presunto agresor, un ex docente del colegio San Ignacio de Loyola y líder Scout. Su caso se encuentra en revisión luego de que un juzgado lo archivara por considerarlo “prescrito”. Esta es su historia.

Por Malú Ramahí

“Dios, no me sueltes”, era mediados de 1994 y esta fue la frase que “David” se dijo a sí mismo en medio de una crisis ansiosa y depresiva. Dos semanas antes había sido víctima de violación sexual dentro de su colegio San Ignacio de Loyola, en Piura, y esa misma tarde, David, encerrado en su habitación, había decidido acabar con su vida de un disparo.

David tiene recuerdos nublosos de aquel doloroso día, pero afirma estar seguro de que una fuerza sobrenatural hizo que, finalmente, no apretara el gatillo. Desde ese primer  intento de suicidio, el pequeño David, de 11 años, se prometió que los recuerdos del episodio que hirieron su niñez, no iban a interferir, jamás, con su vida. Nunca le contó a nadie qué fue lo que había pasado, ni a sus amigos, ni a su familia.

Augusto Bardales Raymundo, es un ex docente de religión del colegio jesuita San Ignacio de Loyola de Piura, y David lo señala como su agresor. Luego de terminar la escuela, el menor estudiante nunca más volvió a ver su rostro, hasta que, en una ceremonia organizada por la organización juvenil Boys Scouts a la que asistió como invitado y ex integrante, volvió a encontrarse con él, en octubre de 2022.

“Qué guapo estás”, recuerda que le dijo un Bardales Raymundo de 68 años mientras tocaba su hombro y también su cintura. Esas tres palabras removieron las memorias de David. “Lo primero que pensé es que mi agresor no había cambiado, había seguido haciendo lo mismo”, señala.

La ceremonia se llevó a cabo en el salón principal de la Municipalidad de Piura, y entre los invitados se encontraban integrantes del movimiento escultista, entre adultos y menores de edad. Junto a David se encontraban otras personas que fueron testigos del acercamiento de Augusto a David. Aunque su reacción en el momento fue ignorar al docente para no llamar la atención, aquel hecho ocasionó que su herida se reabriera.

Augusto Bardales Raymundo, líder Scout, es un ex docente de religión del colegio jesuita San Ignacio de Loyola de Piura, y David lo señala como su agresor.

Un caso prescrito

En diciembre de 2023, 30 años después de la agresión, David, finalmente, decide denunciar a Augusto Bardales, por el presunto delito contra la libertad, en la modalidad de violación de menor de edad. Sin embargo, su caso fue archivado en junio de este año por estar prescrito según las leyes peruanas.

El primer despacho de la Fiscalía Especializada de Violencia contra la Mujer e Integrantes del grupo familiar, notificó a David y a su defensa legal a través de un oficio donde ordena “no formalizar ni continuar la investigación preparatoria por prescripción de la acción penal contra Augusto Antonio Bardales Raymundo… ordenándose el archivo definitivo”.

Cabe señalar que en el año 2018, la ley de prescripción cambió. El Ejecutivo introdujo nuevas disposiciones a través de la Ley 30838, para que la violación sexual, la trata de personas, la esclavitud y los delitos contra el pudor público dejaran de serprescriptibles. Esto significa que los responsables de estos actos podrán ser enjuiciados por la justicia de manera indefinida.

Sin embargo, esta ley es aplicable solo para los delitos que se cometieron a partir de su promulgación. Todos los casos anteriores deberían regirse según el artículo 80 del Código Penal:

“La acción penal prescribe en un tiempo igual al máximo de la pena fijada por la ley para el delito, si es privativa de libertad. En caso de concurso real de delitos, las acciones prescriben separadamente en el plazo señalado para cada uno. En caso de concurso ideal de delitos, las acciones prescriben cuando haya transcurrido un plazo igual al máximo correspondiente al delito más grave. La prescripción no será mayor a veinte años. Tratándose de delitos sancionados con pena de cadena perpetua se extingue la acción penal a los treinta años”.

Esto quiere decir que David solo podía denunciar a Augusto Bardales, según los cálculos de la ley, hasta el año 2014. Según lo que cuenta David, él desconocía esta condición al momento que decidió denunciar a Bardales, aunque finalmente fue advertido por su defensa legal. 

“Lamentablemente estábamos contra el tiempo. Lo que hice fue para que la sociedad del colegio lo vea. Yo tomé la responsabilidad de hacer esa denuncia, una denuncia bastante fuerte, con dolor y obviamente esperando justicia”, comenta Ernesto Alcántara, abogado de David.

Sin embargo, Alcántara cuenta que esperaba una respuesta diferente y más justa con el caso por parte del juzgado. “La defensa del acusado primero presenta un escrito al juzgado pidiendo control de plazos y el juzgado declara inadmisible la solicitud. Sin embargo, nuevamente, recae el mismo pedido al mismo juzgado, y ahí sí declara fundado el pedido de sustracción de la materia. Pero no se ha mencionado si es inocente o culpable, lo que ha dicho es que la denuncia debió realizarse años anteriores”, aclara.

Por otro lado, Wayka intentó contactarse con la defensa de Bardales Raymundo, pero no obtuvo respuesta. Sin embargo, en enero de este año, a través de un medio local, el denunciado docente aseguró ser inocente. 

“Es mentira todo eso, no es correcto, es completamente falso. Quisiera saber cuáles son esas motivaciones que lo han llevado a poner esta denuncia tan delicada. Es completamente falso todo lo que dice ese documento. Me someteré a toda la investigación de la Fiscalía, es algo que no está juzgado y que recién empezará el proceso”, declaró para Diario Correo

Sobrevivir al abuso

El denunciado docente, Augusto Bardales Raymundo trabajó gran parte de su vida en el colegio San Ignacio de Loyola, una institución que, hasta el 2023, sólo recibía alumnos varones. De estatura pequeña, contextura gruesa y cabello blanco, Bardales Raymundo llegó a ocupar los cargos de auxiliar y prefecto de disciplina, asesor de consejo estudiantil, profesor de religión y coordinador de actividades, debido a una relación de confianza con la institución.

A la par, Bardales era una figura conocida por ser uno de los principales impulsores de los equipos de los Boys Scouts y jefe de tropa en la región. Es ahí donde David lo conoció, en 1993, ya que pertenecía al grupo Scout 454, de la Unidad Vecinal de Piura. David asegura que el docente le insistía para pertenecer al grupo de los scouts del colegio San Ignacio, poco antes de que sucediera la agresión. 

David ingresó al colegio jesuita en 1994 gracias a una beca parcial. Hijo de una madre soltera, su sueño era estudiar en esa institución, una de las más costosas y “prestigiosas” de Piura. Durante el verano, participó en un programa de “aclimatación” para familiarizarse más con el colegio, lo que aumentó su interacción con el docente Augusto Bardales.

En aquel entonces, la institución no contaba con protocolos eficaces para prevenir situaciones de riesgo entre los alumnos. Los docentes podían reunirse a solas con los estudiantes en espacios que, en esa época, carecían de videovigilancia. Según lo narrado por David ante la Fiscalía, así fue como Augusto Bardales logró persuadirlo para que vaya a su oficina fuera del horario curricular, aprovechando el final de una jornada de limpieza organizada por la institución, para luego manipularlo y agredir sexualmente, un sábado de abril de 1994.

Después de la agresión, David recuerda que Bardales intentaba entablar conversaciones con él e incluso, en una ocasión, intentó besarlo. Ese mismo año, en el cierre del año académico, David recibió un reconocimiento por buen comportamiento por parte del colegio. Para David, fue un «premio» por su silencio, ya que Bardales se encontraba dentro de la prefectura de disciplina. En 1995, cansado de los constantes acercamientos, David decidió enfrentarlo y amenazó con pedir ayuda, ya que Bardales lo interceptó en el colegio San Luis Gonzaga, donde el menor se encontraba realizando actividades de su grupo Scout.

«Si tú le dices estas cosas a tus amigos, se van a burlar de ti», le advirtió Bardales Raymundo, según cuenta David, quien en ese entonces, como el niño de 12 años que era, no había pensado en los prejuicios que podrían girar en torno a ello.

David recibió un reconocimiento por buen comportamiento por parte del colegio. Para David, fue un «premio» por su silencio, ya que Bardales se encontraba dentro de la prefectura de disciplina.

Los ojos de David aún se llenan de lágrimas mientras relata su historia, marcada por la vergüenza y la culpa. Tras la agresión, asoció su sacrificio y deseo de estudiar en el colegio San Ignacio con haber forjado su propio destino. «Fue mi decisión, y como fue mi decisión, pensé que también había sido mi culpa. Me sacan del colegio y ahora, ¿a dónde voy? Tenía que terminar lo que había empezado», recuerda. «La vida continuó y yo no dije nada».

Tan fuerte fue su sentimiento de culpa que incluso asoció lo sucedido a su forma de vestir. Guarda en su celular una foto de cuando tenía 10 años, donde aparece con un polo a rayas y un short, sonriendo a su madre quien se encontraba detrás de la cámara. Ahora, a sus 42 años, mira esa imagen con claridad, siendo consciente de que no fue su culpa.

Durante los cuatro años siguientes de la traumática agresión, David tuvo que compartir el espacio con Augusto Bardales, cuyos cargos en la institución le permitían estar cerca del alumnado. Sin embargo, cuando finalmente dejó la escuela, sintió un alivio al alejarse, no sólo de Bardales, sino también del lugar donde fue agredido. Sobrevivió a un intento de suicidio y decidió seguir adelante. «Siempre separé mi vida personal de mi vida profesional», comenta, sin embargo, esto nunca le sirvió para olvidar y sanar lo que había sufrido.  “Revivir ese momento es doloroso, es una tortura”. 

El tiempo no cura

La Dra. psiquiatra Stephanie Herrera Castellanos, especialista en violencia de género que ha trabajado con diversas víctimas de violencia sexual y también agresores, señala que los daños ocasionados por los traumas de abuso sexual pueden durar toda una vida, ello, como consecuencia del trastorno de estrés postraumático. Desde su experiencia, asegura  que los síntomas que experiementan las víctimas de violencia sexual puedenvariar según la persona y las circunstancias en las que se dio el trauma.

Pese a la variabilidad de los síntomas, señala que los más recurrentes están relacionados con la memoria y la activación del trauma. “Algo bastante común son los recuerdos, los recuerdos de los eventos traumáticos que son los síntomas cardinales del Trastorno por Estrés Postraumático. Recuerdos, pesadillas”. 

Asimismo, en casos de abuso sexual, la parte sexual y social de las víctimas también se ven gravemente afectadas, sobre todo cuando el trauma sucede en la niñez y adolescencia, una etapa de reconocimiento y desarrollo de la sexualidad. “Lo empiezan a ver como algo negativo”, comenta Herrera.

El entorno social a veces tampoco sirve de mucha ayuda. Según la psiquiatra, existe una deficiencia en la atención de víctimas de violencia sexual, además, en los lazos familiares y sociales muchas veces no se encuentran preparados para acompañar a las víctimas de estas agresiones. “Desde el inicio, en el tema social, debería haber un abordaje de estas personas que han vivido este tipo de violencia, para que desde el inicio se puedan sentir acompañadas”, afirma.

Sobre la imposibilidad de superar u olvidar el trauma, la especialista señaló que existen casos donde el daño es irremediable. “Es algo bastante triste,  sobre todo en aquellas personas que no han llevado psicoterapia para el trauma. Existe la posibilidad de que lo olvide, por esta constante de evitar los síntomas, pero cuando dejan eso, vuelve el trauma. Entonces vienen los recuerdos nuevamente, o ven al agresor en algún lugar, o ven algo que los hacen recordar o evocar el trauma. Puede existir eso, una reactivación del estrés postraumático, y puede durar hasta la muerte”.

La afectación en el tiempode los proyectos de vida de las víctimas, fue una de las más importantes razones por las que la prescripción fue eliminada para los casos de abuso sexual.  En ese sentido, la abogada Raiza Arroyo considera un absurdo que aún algunos  casos de violencia sexual puedan prescribir. “La gravedad y la magnitud de los sucedido es lo que justifica que no opere la prescripción, porque son delitos en los cuales, el paso del tiempo, no genera que la persona pueda olvidarlo”.

Agrega que la represalias, las dificultades para realizar las denuncias, y hasta el mismo sistema de justicia, son otros factores que podrían agravar el estado emocional de las víctimas. “Es uno de los delitos que genera, en casi todas las víctimas, daños post traumáticos y daños a su salud. Son cambios para toda la vida. Entonces estamos hablando de un delito que efectivamente genera este tipo de consecuencias negativas de una persona”, resalta la especialista.

“¿Por qué no habló antes?”

La historia de David no es la primera ni la única que ha tardado años en salir a la luz. Según la psiquiatra Stephanie Herrera es una situación bastante común, sobre todo en las víctimas que han tratado de evitar estímulos que puedan acercarlos o hacerles recordar el trauma, tal como en este caso.

“Muchas veces sucede porque se sienten identificados con algo que está ocurriendo alrededor y tienen esta sensación de proteger a los demás. Tenía el caso de una paciente que no había dicho absolutamente nada, tenía una vida totalmente normal al parecer, y finalmente cuenta después de 20 años lo que había sucedido con su tío.Se le pregunta por qué después de tanto tiempo cuenta y era porque el tío había empezado a abusar de su hija. Ella quería proteger a su hija, y finalmente sacó a la luz todo esto”.

Por su parte, y en la misma línea, el comunicador José Enrique Escardó confirma lo dicho por Herrera. Escardó Steck fue el primer denunciante de los abusos cometidos por el Sodalicio de Vida Cristiana en el país y también es presidente fundador de la Red de Sobrevivientes del Perú. Esta asociación civil acoge a víctimas de abuso sexual, físico, psicológico y espiritual en entornos eclesiales. El también cofundador del Movimiento de Valientes de Latinoamérica y el Caribe, con sobrevivientes de 15 países, señala que los casos de abuso sexual contra niños y adolescentes son de los más complejos.

Como activista, José Enrique ha podido tener contacto cercano con otras víctimas de abuso sexual y delitos similares. “La mayoría de las personas no denuncian inmediatamente.Hay todo un proceso.En mi caso fueron trece años”, comenta.

También señaló que, por la condición de inocencia, desconocimiento y vulnerabilidad de los menores, no todos logran reconocer que fueron víctimas de violencia sexual hasta que llegan  a mayores, cuando también se topan con una serie de obstáculos. 

“Yo no tenía conciencia del abuso sexual que había sufrido, y recién hace un par de años entendí que también había sido víctima. Eso puede tomar décadas, para que la persona finalmente se de cuenta. Pero viene un paso siguiente, viene la denuncia, y ahí hay otra serie de obstáculos. El Estado es el primer agente revictimizador. El sistema no está preparado para no revictimizar a estas personas, entonces se sienten en peligro nuevamente”.

José Enrique Escardó, quien tuvo la oportunidad de conocer la denuncia de David, señaló que su caso también tuvo como impedimento la prescripción para denunciar a los integrantes del Sodalicio por abuso sexual. Pese a ello, Escardó aún sigue trabajando con la Fiscalía, con la que han logrado denunciar a los sodálites por delitos relacionados al modus operandi y las afectaciones que les causaron. 

“Nosotros, los cinco denunciantes que nos unimos para hacer esta denuncia conjunta en el 2016, no presentamos por violencia sexual, sino presentamos por tres delitos que no prescriben. Por organización criminal, luego, secuestro mental, que es una figura que no existe aquí en el Perú, pero que sí hay en otros países y hemos querido introducirlo en la legislación peruana, y también por daños psicológico”, señala el activista conocido como JEES en las redes sociales. 

José Enrique Escardó «JEES», quien tuvo la oportunidad de conocer la denuncia de David, señaló que su caso también tuvo como impedimento la prescripción para denunciar a los integrantes del Sodalicio por abuso sexual.

El proceder del colegio

En diciembre de 2022, luego de que la denuncia se filtrara y llegara hasta el colegio San Ignacio de Piura, a David le llegó un rumor que lo dejó atónito: Augusto Bardales estaba recibiendo “apoyo espiritual” por parte de la Compañía de Jesús. El Padre Emilio Martínez, Superior de los jesuitas en Piura, confirmó esos rumores a Wayka. 

El colegio San Ignacio de Loyola es una de las cinco escuelas, a nivel nacional, que se encuentran a cargo de la Compañía de Jesús, una congregación fundada en 1540 y que, según su página web, “trabaja para que las mujeres y los hombres puedan reconciliarse con Dios, consigo mismos, con los demás, y con la creación de Dios”.

“Hay que saber distinguir, sigue siendo una persona y hay que atenderla.Hasta a los que van a ejecutar en los Estados Unidos van con acompañamiento. Tú no le puedes negar eso. Y por dar acompañamiento no es que estés exculpando la falta que ha tenido. No hemos recibido quejas (por dar acompañamiento)”, respondió Emilio Martínez. Sin considerar, sin embargo, que antes del acompañamiento ha habido un juicio y condena públicas, cosa que no ha sucedido en el caso de Bardales.

La invitación para el acompañamiento espiritual se extendió hasta David. Aunque no fue un ofrecimiento directo, David lo rechazó por parecerle insultante.

El P. Martínez también habló sobre la relación actual del docente y la institución, ya que Bardales aún seguía trabajando como Coordinador de actividades cuando David presentó la denuncia. Según Martínez, desconocían la existencia del caso de David hasta que este se filtró y pudieron corroborar con la Fiscalía.

A partir de ello surgieron una serie de reclamos por parte de los padres y madres de familia, quienes exigían un comunicado oficial severo y el despido inmediato de Bardales. “Para despedirle, necesitábamos una investigación. Muchos (padres de familia) nos reclamaban, es que aunque quisiera no puedo. Pero teníamos muy claro que no podía volver al trabajo”. mencionó Martínez, y agregó que, finalmente, Bardales Raymundo decidió renunciar con un acuerdo previo con el colegio jesuita.  

Por último, el P. Emilio Martínez y el actual director del colegio, Iván Zapata, confirmaron que a raíz de la denuncia, Bardales fue separado, y que actualmente ya no se encuentra relacionado con los Boys Scouts.

El colegio San Ignacio de Loyola es una de las cinco escuelas, a nivel nacional, que se encuentran a cargo de la Compañía de Jesús, una congregación fundada en 1540.

A la espera de una respuesta

El pasado 14 de junio, la defensa legal de David  presentó un recurso de queja tras el archivo del caso. Las posibilidades de que el Poder Judicial anule el archivo son muy bajas. Sin embargo, Ernesto Alcántara, abogado de David, señala que su queja se basa en que aún faltaban diligencias por realizar.

“En la disposición fiscal nunca se habló, ni siquiera se ha ameritado la pericia psicológica, ni se ameritado el testimonio de los testigos, y había dos diligencias por realizar, tal vez algunas más.Una de las más fundamentales ha sido que debieron llamar al psicólogo para que dentro de la Fiscalía desarrolle y aclare lo que se ha visto con David. Asimismo, teníamos un testigo, pero tampoco se le ha llamado por la prescripción”, comenta.

Sobre este recurso y la capacidad de la Fiscalía de dar algún tipo de pronunciamiento, la abogada Raiza Arroyo señala que sí es posible. “Lo que sí he visto, al menos en un caso, es que si bien la Fiscalía declaró prescrito el tema, sí emitió un pronunciamiento de fondo acerca de que, en función a las pruebas, al menos que tenía, había suficientes indicios de que, efectivamente, sí se había cometido el delito. Es importante esto, porque muchas veces la víctima con el simple hecho de ver esto, ya encuentra cierta paz”, menciona.

También enfatizó que esto podría servir de alerta, ya que en algunos casos los agresores han vuelto a cometer el mismo delito con nuevas víctimas tras no ser sentenciados. “El tema de la prescripción no es una salida rápida para su trabajo  (de la Fiscalía) en este tipo de delitos, a veces lo toman así.En estos temas hay que ser mucho más cuidadosos porque luego, si no hay una alerta con respecto a este sujeto, la situación se puede agravar”, finaliza.

Mientras tanto, David asegura que seguirá insistiendo para que se pueda crear una excepción a la norma. “Es doloroso saber que el Estado no brinda la protección adecuada para las personas que hemos sido abusadas sexualmente en nuestra infancia. La prescripción no es una sentencia por la cual los abusadores se deban sentir libres. La exposición ante la justicia y un fallo a favor de los agraviados son fundamentales para nuestra sanación y resiliencia, y para proteger a la sociedad de la impunidad de los perpetradores”, concluye firme.