No puedo dejar de pensar qué es lo que estarán pensando y sintiendo los hijos de los voceros de “Con mis hijos no te metas”, cuando escuchan a sus padres, tanto los que usan un lenguaje rabioso y sostienen carteles ofensivos a las autoridades (cargados de tergiversaciones, además) y hasta queman libros, como el de los que procuran ser más cuidadosos en su lenguaje, pero tienen posturas igualmente dogmáticas e irreductibles. ¿Qué estarán aprendiendo de sus padres respecto a lo que es educar a sus hijos en democracia?

Buena parte de los psicólogos, educadores y padres con sentido común enseñan que la imitación es uno de los principales estímulos para el aprendizaje de los niños. Me pregunto, ¿qué estarán aprendiendo por imitación de estos «quemadores de libros»? y ¿qué piensan de sus padres quienes al estudiar historia descubren qué personas y regímenes son los que queman libros? ¿Realmente esos padres quieren que sus hijos asuman como referentes admirados a los jerarcas de la inquisición, Hítler, Stalin, el estado islámico ISIS? ¿Es eso lo quieren que sus hijos aprendan a hacer con sus discrepancias?

Esos padres podrían esperar que sus hijos se identifiquen con ellos por su lucha en pro de sus valores o creencias… pero, ¿será realmente así? ¿La realidad de la vida de los adolescentes permite suponer eso, al menos para la mayoría de los que no viven encerrados en 4 paredes?

Cada vez que en el colegio se toque algún tema vinculado a la sexualidad, aún, si se hace dentro de la óptica de estos colectivos, ¿qué pasará por la cabeza de esos niños? ¿El sexo anal y las orgías tan publicitadas por sus mensajes de objeción? ¿La suposición de que lo que les enseñan en el colegio no es confiable porque sus padres descalifican al Minedu como rector del sistema? ¿En temor de hablar de estos temas? ¿Con quién hablarán de sus angustias sexuales en ese ambiente en el que los profesores son asociados con potenciales pedófilos y sus compañeros en potenciales degenerados?

Lo más trágico del tema es que la educación sexual sana y comprehensiva incluye consideraciones sobre el respeto al prójimo, el afecto y amor, la autorregulación, pero todo eso queda desdicho por la intolerancia y violencia exhibida por los detractores de las políticas oficiales.

Los líderes de estos colectivos tienen la oportunidad de evaluar una de dos opciones principales: llevar la guerra hasta el final (que ellos saben que la perderán en el mediano plazo), o bajar la temperatura del enfrentamiento, acoger la invitación al diálogo que les ha hecho el Minedu y procurar proteger a sus hijos, según sus creencias, en los términos más favorables dentro de las políticas oficiales. Quizá de eso sus hijos puedan beneficiarse más que de lo primero.