No hay político con tanta pasión y coraje como Javier Diez Canseco. Periodistas que hemos trabajado en los últimos 30 o 40 años en la prensa nacional, estoy segura, no hemos vuelto a ver o entrevistar a una persona con tanta capacidad de cuestionar el sistema político, económico y social en que vivimos, y sobre todo hacer añicos a cuestionados personajes de poder en el país.

Javier Diez Canseco era un político sin miedo. Y ahora se parte de su historia a través del documental Rojo profundo, de la periodista Maga Zevallos, que desgrana desde su niñez hasta su muerte el ADN político, que va desde sus motivaciones, pasando por profundas reformas y también decepciones, no puede sino celebrarse como parte de la historia y la memoria del país.

Diez Canseco a pesar de sus propias ideas, fue un hombre de partido, dice en el documental su esposa Liliana Panizo. Y esta allí -mi opinión personal- el centro y destaque del documental. El legado de Diez Canseco, aunque no esté físicamente, es el de no abandonar el movimiento social, la cuna de la política, el trabajo con el pueblo, con los desposeídos, con los deudos de la justicia social. Su legado que bien haría en reflexionar esta izquierda actual sin norte ni sur, es la de trabajar a conciencia por ser movimiento, ser militante, hacer partido, y ser la voz de los que no tienen voz. Recomponer y madurar esa representatividad aún se espera.

Hacer memoria sobre Javier Diez Canseco también es remitirse a pasajes tenebrosos de la historia del Perú. De las que sale fortalecido el político que no la debe y no la teme. Con el recién fallecido líder Hugo Blanco compartió el episodio de secuestro y deportación en secreto hacia Argentina, por parte de militares que participaban en el Plan Cóndor que involucró a Francisco Morales Bermúdez. Esa pudo ser la muerte de ambos líderes políticos y otros militantes de izquierda, pero felizmente la prensa internacional los salvó.

Diez Canseco también, que duda cabe, fue un opositor a la dictadura de Alberto Fujimori. Hasta bombas pusieron en su domicilio. Denunció varios de los casos emblemáticos de violaciones a los derechos humanos y presidió la Comisión investigadora de Delitos Económicos y Financieros del Congreso que indagó varios hechos de corrupción.

Y quién puede olvidar sus comentarios hacia Alan García. Además, fue Diez Canseco quien propuso la creación de la Megacomisión que investigó el segundo gobierno de García.

Y quizá es uno de los poco congresistas y políticos que hablaba de los oligopolios, del poder de los bancos, de la competencia desleal, de las mineras.

Lamentablemente, a Diez Canseco, como buen político, le salieron al frente los enemigos, los malos perdedores, que lo suspendieron del congreso con una triquiñuela de denuncias sobre un probable intento de beneficio particular. Esa suspensión luego fue anulada por el Poder Judicial pero el mal ya estaba hecho. Diez Canseco yacía con cáncer y -como lo dice su esposa- esa traición del Congreso lo destruyó. Algún día quizá un acto reivindicatorio llegue a Javier Diez Canseco. Lo importante es que una persona así de corajuda no se olvida. Correcto o equivocado a veces le hace bien al país, a la lucha por la democracia. Ver el documental Rojo profundo da nostalgia y ennoblece a la vez, rescata la pasión y el coraje de unx mismx, de quien lo ve. Porque que es la vida sin pasión por lo que uno hace, uno cree y uno espera.

P.D. El documental Rojo Profundo se estrenó en el Festival de Cine de Lima. Se espera pueda proyectarse pronto en otras salas.