Este domingo 11 de junio los repartidores de delivery por aplicación hicieron historia en ‘la ciudad que nunca duerme’, en Nueva York, Estados Unidos. La razón es que lograron que las autoridades, en este caso la Alcaldía, aprobara una ley que les reivindique un derecho laboral tan esencial como el salario mínimo frente a una gran contracampaña de empresas tecnológicas. Serán 60 000 repartidores beneficiados, en su mayoría latinoamericanos. Al respecto, Gustavo Ajche, líder y cofundador del colectivo Los Deliveristas Unidos, conversó con Wayka sobre este logro que marca un gran precedente para la lucha de los trabajadores de esta ‘gyg economy’ o economía de las plataformas y cómo es que es que observa la lucha de los motorizados en el Perú.

Por Jair Sarmiento

Hola Gustavo, buenos días, una consulta, tu apellido Ajche es con tilde o sin tilde.

Sí, un favor, que sea Ajche. Es apellido maya. Yo hablo quiché.

Oh caramba!, ¿El quiché es la lengua de tus ancestros?

Mi idioma materno es el quiché (K’iche’), lo hablo en un 60 o 70%, ese es mi primer idioma.

Lo conservas hasta ahora, permanece contigo.

Yo nací en el occidente de Guatemala, en un pueblo que se llama Chimente, en el departamento de Totonicapán. Está en las montañas, es tierra fría. Tenia como 4  o 5 años cuando migramos para la ciudad de Guatemala, ahí estudié hasta los 12 años, luego regresé al lugar donde nací, crecí y me casé, y ahora estoy acá…

En Nueva York…

El español es el segundo idioma que aprendí cuando era pequeño, y ahora hablo el inglés, y hablo un poco el idioma kaqchikel, de donde proviene mi esposa.

¿Por qué Estados Unidos?

En Guatemala no estaba tan mal, tenía un trabajito en hotelería, me estaba yendo bien, pero la ambición, el querer superar más. Trabajé en el aeropuerto, en el área de carga y descarga de aviones. Fue una idea muy mala porque la paga era mala, eran muchas horas, como el sistema de aquí. Todos los días veía gente llegando de afuera contentos, con grandes maletas, carros nuevos, y yo decía: guau, eso sería complicado para mí, pero pues no, eso me impulsó, además de las condiciones de vida en nuestros países. Ahora vivo acá en un barrio donde hay mucha gente de mi pueblo.

Comprendo Gustavo, ¿cómo estás?

Contentísimo. Muy feliz, muy feliz.

¿Cómo la pasaste el domingo? ¿Con quiénes estabas?

Para nosotros fue un día histórico, y era un día anhelado. Para llegar a este punto no fue fácil. Batallamos contra muchas campañas antisindicalistas y antilaborales.

Son migrantes que le han hecho frente a las plataformas tecnológicas y han conseguido derechos humanos y laborales en un país capitalista, hiperproductivo, maquinizado, y sobre todo racista, clasista, antiinmigrantes, etc.

Como clase trabajadora, como grupo de latinos organizados, hemos hecho historia, somos noticia a nivel nacional e internacional, yo diría que cuando un grupo de individuos se junta con una misma visión todo se logra, simplemente no perder el objetivo, y lo hacemos para mejorar las condiciones de vida de miles y miles de trabajadores en la ciudad de Nueva York. En su mayoría somos latinos de centro y sur América. Esta es una industria nueva y ha llegado para quedarse y estamos contentos que los latinos seamos la cara de este movimiento. Sacamos cara por nuestra gente.

¿Recuerdas tu primer día o tus primeros días como repartidor? 

Yo llegué a Nueva York en abril del 2004. Las condiciones eran diferentes porque en ese entonces uno trabajaba directamente con los restaurantes, no tenía un patrón, un jefe o un encargado en el restaurante, pero todo fue cambiando con el paso del tiempo, me envolví mucho, vi cuales eran las diferencias, y noté que estas aplicaciones estaban haciendo muchas cosas que no eran correctas.

La famosa frase “tu eres tu propio jefe”

Al emplearte como “contratista/repartidor independiente” eludían muchas responsabilidades o las evaden de esa manera, y eso solo quedaba en letras, porque conforme va el tiempo, ellos te tratan como un empleado, te manipulan, saben dónde estás, qué haces y qué no debes hacer, hay normas o reglas que debes cumplir. Entonces, si no eres independiente, la flexibilidad no existe.

¿Cuáles son las aplicaciones en donde hay mayor cantidad de trabajadores de delivery?

Las aplicaciones más populares son UberEats, GrubHub, DoorDash y hay otro sinfín más, pero son pequeñitas. Yo trabajo para GrubHub, DoorDash y a veces para otra pequeña que se llama Relay.

¿Cómo es que comenzaste a tomar conciencia de esta situación precaria e injusta? 

Gracias al Proyecto Justicia Laboral (Worker’s Justice Project en inglés). Me involucré en esa organización. Durante mis primeros días en Nueva York, un amigo me presentó a esta organización y pues me gustó, mis días libres asistía allí como voluntario. También conocí mucha gente de Perú, muchos ‘causas’, jeje y era chévere hablar con ellos. Cada quien contaba su historia. 

Ahí comenzaron a organizarse.

Ahí me fui desenvolviendo y creo que porque me gusta hablar también. Siempre me decían que hable el ‘chapín’ o el guatemalteco (un gentilicio usado para designar a quienes nacieron en Guatemala). En cualquier meeting o todos me hacían hablar y para mí, eso creo que fue bueno, un aprendizaje.

¿Cuál fue el comportamiento de las empresas o aplicaciones durante estos años de lucha?

Las compañías lograron traer una confusión en la calle a tal punto de que hubo una confrontación entre los propios trabajadores. Pero nada, nosotros seguimos luchando y contentos porque no fue fácil hasta escuchar esa noticia de que el alcalde lo iba a pasar, porque podía posponerlo y nunca pasarla, era lo que se rumoraba, pero nosotros seguimos trabajando.

Le ganaron a una contracampaña millonaria, como aquella que promovieron las apps de taxis en California.

Estuvieron mandando mucha información contradictoria, pero era algo tonto, porque todos los datos que se usó para la implementación de este salario salieron de estas compañías, ya que la alcaldía les pidió esta información. Nosotros también impulsamos un estudio con la Universidad Cornell. Ese estudio nos avaló. Al final, la alcaldía vio que las compañías estaban haciendo mucha plata y los que estaban haciendo poquitito eran los trabajadores de reparto. Entonces, ellos saben de qué se está hablando, tienen que cumplir la ley, ellos saben que pueden costear estos gastos.

Hay que tener en cuenta que en plena precariedad laboral cayó la pandemia de la covid-19. Los repartidores fueron importantes, pero también fueron sobreexplotados y estigmatizados como ‘portadores del virus’.

Así es, pero fuimos muy esenciales durante la pandemia. Sin el trabajo del repartidor, muchos negocios no hubiesen sobrevivido, y no solo acá en Estados Unidos, en todos lados porque está industria se ha desarrollado a nivel mundial.

¿También se movilizaron por aquel tiempo? La pandemia agudizó los abusos de las aplicaciones e hizo visible este nuevo sistema de esclavitud tecnologíco.

En plena pandemia fue que iniciamos. En el 2020, en los meses de abril, marzo y junio. Por cuestiones de la pandemia muchas de las calles de la ciudad quedaron desoladas a ciertas horas de la noche y el repartidor de comida era un blanco fácil para los ladrones. Te robaban tu bicicleta, te asaltaban y había muchos que eran agredidos. Eso despertó en nosotros la inquietud. Algunos fueron a protestar a una estación de Policía, pero les dije que eso no solucionaría nada, que teníamos que apoyarnos en una organización bajo la ley, y con eso salir a marchar.

Se movilizaron por primera vez…

En la primera marcha, sin tener mucho alcance y sin mucho ruido, hubo mucha gente, más de 100 personas. Eso llamó la atención de los medios. El primer reportaje salió en un medio muy reconocido, el New York Times, pero no nos gustó mucho porque nos hacía ver como inmigrantes pobrecitos que están sufriendo. Nunca habló de nuestra organización, pero de ahí fue que llamamos la atención de más medios y dimos nuestra versión de una manera más poderosa, demostrando que tenemos fuerza y logramos, a principios del 2021, que la alcaldía metiera ese paquete legislativo, en el cual está el pago mínimo que se estará implementando en pocos días (el 12 de julio).

A pesar de todo, no dejó y no deja de ser un trabajo peligroso

En el 2020 murieron como 23 o 24 repartidores acá en la ciudad de Nueva York. Muchos compañeros han fallecido y en el último año murieron 18. Entonces, es un trabajo de alto riesgo que se ve fácil, pero, un descuido o un accidente, o un golpe en la cabeza puede hacer que no regreses a casa. Esas son cositas que las compañías no querían ver, se tapaban los ojos, pero nosotros luchando por los derechos de toda esta gente que viene acá para superarse, para querer brindar mejor condición de vida a su familia y este salario mínimo traerá eso.

La forma del empleo está cambiando, muchos celebran esta ‘uberización’ por la rapidez y la facilidad de obtener algo, pero con estas plataformas los derechos laborales han quedado al margen.

Esta es una nueva industria que se está apoderando de muchos mercados, pero creo que hay que monitorearlas en todo sentido, para ver sus pros y contras. Siempre lo he dicho, estas apps son buenas, generan empleos, facilitan muchas cosas, pero si no se regulan hacen lo que quieran hacer con la gente, a ellos no les importa la condición o la salud de la persona y te pueden dar una miseria y mantenerte feliz ahí. Usan muchas tácticas para evadir muchas responsabilidades.

En estos tiempos donde se supone que vivimos en una democracia con el respeto a nuestros derechos humanos y laborales, pareciera absurdo hablar de que recién un grupo de trabajadores obtenga un salario mínimo, ¿no?

Sí, es algo complicado. Pero creo que es justo y necesario que ellos traten a sus trabajadores como seres humanos, como personas que tienen familias como esos dueños de estas grandes corporaciones.

Si me permites quisiera comparar la situación que estás viviendo tú y tus colegas con la que pasan los repartidores en Perú. Aquí el Gobierno y una gran mayoría del Congreso permanece indiferente y hay una fuerte resistencia a intervenir en el tema. Sin embargo, los motorizados vienen realizando movilizaciones. Como líder y vocero de este sector, ¿cómo observas este contexto? ¿Qué les podrías recomendar o aconsejar a tus pares que también son migrantes en Perú?

Les digo que hay que seguir luchando y así inicia todo. A veces no te harán caso, pero creo que hay que ser fuertes en la consistencia, hay que seguir luchando, buscando aliados, buscando gente que crea en el mismo propósito. Hay gente que te va a decir: “no lo hagas, para, te vas a meter en problemas”. Durante estos últimos meses he recibido amenazas, incluso de los mismos trabajadores, pero nada, si uno está seguro, se logra, sin miedo. Nosotros lo hemos demostrado, en otros países los repartidores tienen mejores derechos que nosotros, y allá vamos.

Gustavo, con este avance, con un salario mínimo aprobado, ¿ahí queda la lucha o van a ir por más?

Sí, estamos trabajando, por mucho. Nuestro siguiente enfoque es brindar áreas de cargas eléctricas para la gente que usa bicicletas eléctricas en toda la ciudad, también implementar áreas de descanso. A veces uno quisiera que las cosas se dieran ya, fácil, pero la burocracia en la política es complicada, que te hace dar vueltas y vueltas hasta que llegues a donde quieras llegar, pero de que se puede, se puede. Esos son los próximos proyectos, también educando a nuestra comunidad, ya que hay muchos que llegan acá, y desconocen leyes laborales. Se está coordinando con el departamento de protección al trabajador y en los próximos días lanzarán una campaña de educación para que los trabajadores no tengan miedo para reclamar su derecho ya que ahora tienen un salario.

¿Algo más que quieras agregar?

Persistir y no desistir, eso me ha ayudado mucho.