Por Fiorella Palmieri*
En esta coyuntura de contención por el COVID-19, ¿cuáles son los riesgos de la circulación de contenidos ‘virales’ que pueden generar desinformación? La periodista Jacqueline Fowks, docente de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), advierte sobre los perjuicios que generan los contenidos que circulan a través de las redes y la mala praxis en la cobertura de los medios de comunicación sobre la crisis de la pandemia.
¿Por qué es incorrecto utilizar términos como fake news o ‘noticias falsas’?
Lo que vivimos normalmente en circunstancias como las actuales no son solamente noticias falsas sino desinformación. Expertos de la academia, empresas tecnológicas y entidades gubernamentales han desechado el término ‘noticias falsas’, o fake news, porque representa solo una de las muchas modalidades de desinformación. Se utilizan otros muchos formatos para desinformar, confundir y generar inestabilidad en la ciudadanía en momentos muy sensibles.
¿Qué contenidos son más propensos a generar desinformación?
En circunstancias como una emergencia sanitaria, la desinformación es más dañina y perjudicial. Si hacemos caso a cadenas, audios y otros contenidos de las redes sociales, en vez de seguir las recomendaciones oficiales de salud pública, se pone en peligro la vida de los grupos más vulnerables. Las fuentes oficiales no distribuyen información por WhatsApp. He recibido mensajes con recomendaciones sobre tomar bebidas calientes para contrarrestar el coronavirus o una cadena que señalaba que el Gobierno había tomado la decisión de que las personas solo podían salir ciertos días según los últimos dígitos de su DNI. No debemos apurarnos en compartir con otras personas datos que no estén verificados.
Medios oficiales del gobierno desmienten información falsa que circula por WhatsApp.
¿Qué sectores son más vulnerables a tomar malas decisiones al recibir contenidos que desinforman?
Si pensamos en la población rural, con menos acceso a información, sin servicios básicos y, además, con otras creencias, estamos hablando de otro tipo de procesos que no proceden directamente de la desinformación. Hace un año y medio se produjo un ataque a una comisaría porque las personas creyeron que se robaban a los niños para sacarles la grasa. Más allá de aquello que circule por vías de comunicación, este pánico colectivo se asienta en miedos o creencias preexistentes en sectores donde las autoridades no se han preocupado por mejorar las condiciones de vida. Es posible que, en estos contextos, muchas poblaciones sean más sensibles y vulnerables a rumores, datos falsos o inexactos.
¿Cuáles son las diferencias entre la información sobre la COVID-19 al alcance de la población urbana de la que se recibe en comunidades más remotas?
Como población urbana que puede conectarse a diversos medios, recibimos información que cambia muy rápido. Cuando el contagio en el Perú todavía era importado, nos decían que no era necesario usar mascarillas. Tampoco supimos que había que desinfectar los zapatos y ducharse al retornar a casa hasta la fase 3. Hemos aplicado estas y otras medidas de desinfección durante la cuarentena. Si nosotros, urbanos y conectados, hemos recibido de a pocos la información, ¿cómo se transmiten estos cambios con celeridad a grupos con acceso limitado a medios, a culturas que hablan lenguas nativas? En estos contextos, considero que es normal que las personas reaccionen por el temor. Para la población rural, indígena y amazónica que habla otras lenguas, la información para prevenir la COVID-19 ha llegado absolutamente tarde y desactualizada, si es que la han recibido.
¿Qué medidas podemos tomar para evitar caer en las trampas de la desinformación?
Cada vez que veo denuncias de diverso tipo en redes sociales verifico si son ciertas antes de difundirlas. En Twitter, etiqueto a las autoridades que tendrían que hacer algo al respecto. Esperaría que cualquier ciudadano que observe denuncias o comportamientos indebidos de autoridades también haga el esfuerzo de reportarlas. Para tener información sobre el coronavirus, deberíamos escuchar o leer al Dr. Elmer Huerta y hacer uso de los espacios que voluntariamente se ofrecen para la verificación de noticias, como el que tiene Ojo Público.
¿Considerarías que se han producido sesgos que desinforman en la cobertura periodística de los medios masivos en el país?
Falta poner en perspectiva otros factores que explicarían, en cierta medida, el avance del virus. Al menos en medios de Lima, he visto carencias en la cobertura sobre el desacato al toque de queda en las regiones de Piura y Loreto, donde se han producido más contagios por coronavirus después de Lima. Se dio a entender que esta desobediencia al toque de queda era la explicación a la expansión de los contagios. No se mencionó, en cambio, que ambas regiones tienen serias deficiencias de acceso al agua. ¿Y cómo pasas la cuarentena sin agua? En algunos casos, solo se hizo eco de lo que señalaban las fuentes oficiales sin complementar la información con otros elementos. Este es solo un ejemplo de mala praxis, pero también ha habido muchos buenos ejemplos.
La periodista Jacqueline Fowks es autora del libro Mecanismos de la Posverdad, que amplía temas como las prácticas de desinformación basadas en prejuicios y emociones que, a su vez, instalan mensajes o noticias que no son leales a los hechos. Puedes adquirir el libro en formato e-book.
*La entrevista fue realizada el 26 de marzo y se publicó en el portal https://puntoedu.pucp.edu.pe/