Por Álvaro Meneses

De niña, su madre y su abuela le enseñaron a la profesora Mery Fasabi las propiedades curativas de las plantas que la rodeaban en Yarinacocha, una ciudad ubicada en Pucallpa, capital de Ucayali. En esa región, el COVID-19 va dejando registros en rojo de 117 muertos y 5 421 contagiados.

«Esta pandemia nos ha hecho volver a las plantas y se ha visto el resultado”, dice Mery. que ahora las usa para su madre, su hija, su yerno y sus nietas contagiadas de coronavirus.

Desde que inició la crisis sanitaria por el COVID-19, Mery cuenta que atendía a domicilio a algunos pacientes que quedaban fuera del alcance del Estado, por el colapso de los hospitales o la falta de personal médico. Ahora, con ayuda de 12 voluntarios shipibos y un espacio en la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, Mery ha conformado el ‘Comando Matico’, un equipo que ya ha ayudado en la recuperación de 58 personas.

“Hasta ahora todos han salido airosos. Han estado en momentos críticos que nos asustan porque nosotros no somos doctores, no somos enfermeros. Acá no recomendamos tomar ningún medicamento, solo usamos nuestras plantas. Así le estamos combatiendo a la pandemia acá”, cuenta Mery a Wayka.

Miembros del Comando Matico contra el COVID-19.

Resistir con plantas

Ancestralmente, cuenta Mery, la planta del matico se usaba para tratar el sobreparto y la gastritis. Ahora, reconocida al ojo por su alargada y pálida flor, se ha vuelto fundamental para vaporizar a los pacientes con problemas respiratorios.

Además de las 10 hojas de matico, Mery necesita un limón, un puñado de manzanilla y hierba luisa, dos dientes de ajo, un pedazo de kion, y diez hojas de ajo sacha, mucura y eucalipto. Puesto todo a hervir en una olla grande, pone al paciente en frente, cubierto por mantas para que no escape el vapor de las hierbas; dos veces al día a modo de prevención, tres para personas con síntomas de COVID-19 y una vez cada hora para los pacientes graves.

Mery Fasabi atendiendo a un paciente de COVID-19 de Yarinacocha.

Otra de las recetas que Mery tiene a la mano es un jarabe para la agitación y la tos seca, dos de los síntomas característicos que muestran las personas contagiadas de COVID-19. Pone a rayar una cebolla y un ajo, exprime tres limones, y todo junto lo macera durante quince minutos. Luego, se le aplica miel de abeja y aceite de oliva. “Para que le abra el pecho, para que le limpie”, explica Mery.

Según los resultados que ha tenido con la receta, con un promedio de cuatro tomas las personas se curan de la tos seca. Aunque para pacientes graves, precisa Mery, se les recomienda tomar cada media hora, “hasta que le corte la tos”.

En el ‘Comando Matico’ también tienen un jarabe para la fiebre a base de pepino, tomate, hoja de malva, clara de huevo. El pepino se raya, se le exprime el jugo al tomate, se extrae el líquido de las hojas de malva y se separa la clara del huevo. Todo eso combinado con dos gotas de orina, se hierve y se da de tomar al paciente cada seis horas junto a dos paracetamol, solo en caso de adultos.

Tras varios meses tratando a pacientes con síntomas de COVID-19, Mery reflexiona: «bien débil es con la planta el virus».

Foto: Comando Matico contra el COVID-19.

SIN APOYO

El ‘Comando Matico’ no solo tiene que enfrentarse a la pandemia que pone en cama a sus vecinos y familiares, también le hacen frente al desamparo del Estado. Si bien cuentan con algunos equipos de protección personal contra el COVID-19, además de mascarillas y guantes, estos no son suficientes. Hasta el momento, han atendido con donaciones de la gente.

La situación en las comunidades indígenas también es incierto. Y es que según datos del Ministerio de Salud, solo se habrían reportado 54 muertes en los pueblos indígenas, mientras que en las federaciones indican que al día mueren entre cuatro o cinco personas. A fines de mayo, le comunicaron al equipo de voluntarios sobre la visita de la ministra de Desarrollo e Inclusión Social, Ariela Luna Florez, pero finalmente llegó la ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, Gloria Montenegro.

Para el ‘Comando Matico’, según cuentan, era importante la presencia del MIDIS para que el Gobierno tome su iniciativa y la replique en otras regiones. «Para que se creen comandos de salud intercultural en otros pueblos indígenas y se reconozcan como válidos los conocimientos indígenas y que se articulen con los saberes occidentales», sostienen.