LA NOCHE MÁS FELIZ (y una crítica chola a la FIL)

El jueves 26 fue la noche más linda. Once personas que admiro hablaron de sus orígenes, de sus sueños. Reunirlos fue difícil. Algunos de los invitados se enfermaron, entraron a cirugía, tuvieron que viajar porque mamá estaba enferma. Nunca pensé en lo difícil que iba a ser reunir a tantas personas, tantas historias, tantos corazones dispuestos a hablar de sus propias historias y desde sus propios márgenes. Al final, y junto con el público, todos juntos descubrimos que la lucha es una sola: por el respeto a la diferencia, por la igualdad, por la diversidad.

Gracias a todas las estrellas: Gabriela WienerTania E. ParionaAlberto de BelaundeNatalia Barrera FrancisNatsumi Fukuhara Salazar, Joseph Zárate, Daniel Silva YoshisatoGiovanna Sofía Carrillo Zegarra, Xavier UzcateguiClaudia AragónRember Yahuarcani. Y gracias a los que no pudieron estar: Yanua Atamain, Jimena Ledgard, José Carlos Aguero.

El cierre de la noche fue simbólico, y una señal de que la lucha es importante. No habíamos terminado de hablar, cuando la organización nos cortó el micrófono en el turno del congresista Alberto de Belaunde. Comenzaron a levantar las mesas de los participantes, en el acto más bestia que he presenciado en todos los años que asisto a Feria Internacional del Libro de Lima. Es como si en el restaurante los mozos te quitaran los cubiertos y los platos cuando no has terminado de comer. Como anfitrión, me sentí apenado, jodido, muerto de vergüenza. ¿De verdad estaba pasando lo que estaba pasando?

¿Cuál fue el problema? ¿Estábamos hablando mucho? ¿Nos creíamos demasiado importantes?
No.

El problema es que la igualdad no existe. En complicidad con Editorial Planeta organizamos el conversatorio ‘¿De dónde venimos los cholos? ¿A dónde vamos los peruanos?’. Nuestra mesa comenzó tarde, unos quince minutos tarde porque la charla anterior, donde tres señores importantes hablaron de cosas importantes, se extendió más allá del tiempo debido. Su mesa debió terminar a las 7.45 pm, y a las 8pm todavía estaban allí. A ellos no les cortaron los micrófonos cuando estaban hablando. A ellos no los hostigaron todo el rato con cartelitos. A ellos no les quitaron las mesas, los vasos de agua, ni los hicieron sentir como chusma.

La Feria Internacional del Libro de Lima podrá estar muy linda, pero si los organizadores de la Cámara Peruana del Libro no empiezan a vernos a todos los autores y presentadores como ciudadanos con los mismos derechos, entonces la feria seguirá pareciéndose muchísimo a ese país cortesano y calzonudo que ya no queremos ser. Nuestra mesa (de once cracks) debió durar 45 minutos, pero a los 30 ya nos querían echar. La mesa anterior, la de los tres señores importantes, duró 60 minutos. El público es testigo. Medio millar de personas que vieron en vivo y en directo que la discriminación existe incluso allí donde por toda lógica no debería existir.

Ese sigue siendo el Perú. Y contra esas taras luchamos con toda nuestra feliz diversidad.